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lunes, 23 de mayo de 2011

Arguedas y la educación peruana

 
          Aunque todavía no hay un estudio acerca del pensamiento pedagógico al que se adscribió o desarrolló José María Arguedas, se trata, sin embargo, de un docente, escritor y científico social  permanentemente comprometido con la educación peruana. Tanto desde el aula como cumpliendo  tareas de funcionario, y muchas veces llevando a  cabo acciones relacionadas con una renovadora política cultural. Su innata vocación de educador, maestro y orientador de juventudes universitarias empezó en la docencia secundaria, hasta llegar a ser un calificado catedrático que utilizó los valores de la cultura peruana como recurso fundamental para desarrollar su cautivante personalidad de investigador y docente.

          Es verdad que Arguedas no escribió ensayos pedagógicos como sí lo hiciera, por ejemplo, su entrañable amigo José Antonio Encinas, con quien mantuvo un permanente diálogo acerca de la educación peruana. No obstante, es posible encontrar su acción pedagógica en sus colaboraciones en diarios, revistas y artículos que tienen que ver especialmente con la cultura andina, el desarrollo del mestizaje y la evolución de la permanente y cambiante cultura peruana. Sus lecciones acerca de pedagogía y educación estaban siempre alimentadas por nuestros cuentos, mitos y leyendas.

          Este recurso pedagógico fue mantenido y sostenido durante todo el tiempo que ejerció la docencia, especialmente en la Universidad. Recurrió a la Etnología, a la Antropología y a la Historia para demostrar que la cultura viva es una fuente inagotable y principal para formar a las juventudes con identidad patriótica y amor al Perú esencial. Sus clases, por eso, eran cautivantes, novedosas y siempre llenas de magia y encanto. Como narrador, sabía que todo conocimiento tenía que estar acompañado de ilustraciones para no sólo captar la atención de los alumnos, sino además servirles para formar su personalidad profesional, literaria y cultural.                   

          Con ocasión del centenario de su nacimiento, se ha anunciado la edición completa de sus trabajos de Etnología, Antropología y Ensayo. Ello seguramente permitirá conocer mejor su labor en referencia a la educación peruana. Mientras tanto, es bueno rastrear el itinerario que siguió, para después apreciar mejor su contribución a la educación. De esa manera, se podrá tener una visión referente a su formación y a sus experiencias pedagógicas, pero sobre todo de su ascenso intelectual hasta llegar a la plenitud de su visión del Perú y su labor en la educación.
                   
          Después de vivir en varios pueblos andinos y recibir una accidentada educación primaria, en 1930 estudió el cuarto y quinto de secundaria como alumno libre, residiendo más en Yauyos que en Lima. Ese año murió Mariátegui, de quien había recibido un inolvidable mensaje de peruanidad; también llegó a su fin el oncenio de Leguía. Uriel García publicó El nuevo indio. En 1931, regresó a Lima e ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos; Jorge Basadre publicó Perú problema y posibilidad. César Vallejo editó Tungsteno. En 1932, murió su padre y él  trabajó como auxiliar en la administración central de Correos de Lima. Pero se produjo la clausura de la Universidad de San Marcos y se realizó la primera exposición de Pintura Andina.

          Es probable que en 1933 Arguedas  conociera a Moisés Sáenz (1), diplomático mexicano que tanto influyó en la formación de un movimiento artístico auténticamente peruanista. En 1935, llevó el curso de Antropología, en la Facultad de Ciencias Biológicas, Físicas y Matemáticas. Al año siguiente, estudió el curso opcional de alto nivel: Historia del Perú. Concluyó sus estudios en el Departamento de Literatura, pero fue apresado por participar en manifestaciones a favor de España Republicana. En 1937, terminó su tesis de Bachiller: La canción popular mestiza: su valor poético y posibilidades; pero no la presentó. Para escapar de la vorágine de Lima, decidió ingresar al magisterio como profesor de castellano y geografía en el Colegio Pumacahua (2), en Sicuani. En 1940, asistió al Congreso Indigenista de Pátzcuaro. En setiembre del año siguiente, del Colegio Pumacahua fue destacado al Ministerio de Educación para colaborar en los “Planes de Educación Secundaria”.

           Durante 1942, fue profesor del Colegio Alfonso Ugarte. Entre 1943 y 1945, también se desempeñó como docente en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe. En 1945, fue nombrado conservador general de folklor en el Ministerio de Educación. En 1947, publicó con Francisco Izquierdo Ríos el libro Mitos, leyendas y cuentos peruanos. En 1948, enseñó quechua en San Marcos y en 1950 recibió el diploma de Etnología, regresando luego al Ministerio de Educación como jefe de la Sección de Bellas Artes y Despacho. En el Instituto Pedagógico (La Cantuta) dictó el curso “Problemas fundamentales de la educación” y además dio lecciones de quechua. En 1957, obtuvo el grado de bachiller en Letras y al año siguiente obtuvo el nombramiento como catedrático en San Marcos en el Departamento de Etnología. En 1963, se graduó como Doctor en Letras con la tesis Las comunidades de España y el Perú, laboró como Director de la Casa de la Cultura y publicó la revista Cultura y Pueblo. En 1964, fue nombrado como profesor en la Universidad Nacional Agraria La Molina y en 1968 al recibir el Premio Garcilaso de la Vega señaló enfáticamente: “No soy un aculturado” (3).

          A fin de crear un material pedagógico útil y novedoso, y conociendo las carencias de libros y bibliotecas escolares, Arguedas, con el apoyo de Francisco Izquierdo Ríos, decidió invitar a los docentes de educación secundaria para que remitieran textos sobre narraciones orales. El resultado fue sorprendente y los alumnos resultaron siendo finalmente los que revelaron la gran riqueza que aún tiene el Perú. De haber enviado gran parte de los docentes textos (sobre todo narraciones orales)   desde las distintas regiones peruanas, seguramente que el libro hubiera tenido mayor contenido. No obstante, sirvió de referencia para que posteriormente las nuevas generaciones de maestros secundarios hicieran el mismo trabajo. Se trata del libro Mitos, leyendas y cuentos peruanos, en cuya última parte del prólogo Arguedas escribe: “Ha sido posible editar, de esta suerte, un libro de procedencia escolar que podrá convertirse en un instrumento para la educación, pues, aparte de servir como medio de enseñanza de la lectura, puede emplearse para despertar entre los estudiantes elevada inquietudes, pudiéndose aprovechar también su contenido como temas de análisis y como auxiliar en los cursos de Geografía, Historia, Psicología y Castellano”. “Por otro lado, los mitos, leyendas y cuentos que aparecen en este volumen llevarán, a quienes los necesiten, los conocimientos directos animados por el espíritu popular peruano, extraordinario en la riqueza de su imaginación y de su capacidad creadora, pues está viviendo un período de intensa y profunda lucha entre su versión artística, asimismo cambiante e intensa; pues, el pueblo agrega, quita o cambia elementos de las antiguas formas y crea otras nuevas. Y en un país de tan vasta y maravillosa tradición, es incompleta la cultura de quienes desconocen esta fuente” (4).

          Aparte de haber trabajado como docente en el colegio Pumacahua y en los de Lima, todo parece indicar que, debido a lo férreo y estricto que significaba ser profesor de curso, él poco o nada pudo hacer a pesar seguramente del deseo de cambiar en algo la aridez de las materias a su cargo. Pero fue en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en La Molina donde desarrolló su vocación de maestro. Allí pudo formar a nuevos investigadores y docentes con una mentalidad peruanista renovadora. Así, cumplió una tarea fundamental hasta agotar sus fuerzas, debido a que llegó al tramo final de una profunda crisis psicológica que empezó en la niñez. Este es un tema doloroso del que se ha escrito mucho, y no es ésta la ocasión de abrir más la herida que le causó Arguedas al Perú con su muerte.          

       Días antes de tomar la fatal determinación, escribió una conmovedora carta dirigida al rector y a los alumnos de La Molina (27 de noviembre de 1969). En referencia al significado de la educación y a la Universidad, anotó: “Profesores y estudiantes tenemos un vínculo común que no puede ser invalidado por negación unilateral de ninguno de nosotros. Este vínculo existe, incluso cuando se le niega: somos miembros de una corporación creada para la enseñanza superior y la investigación … Mi Casa de todas las edades es ésta: la Universidad. Todo cuanto he hecho mientras tuve energías pertenece al campo ilimitado de la Universidad y, sobre todo, el desinterés, la devoción por el Perú y el ser humano que me impulsaron a trabajar. Nombro por única vez este argumento. Lo hago para que me dispensen y me acompañen sin congoja ninguna sino con la mayor fe en nuestro país y su gente, en la Universidad que estoy seguro anima nuestras pasiones, pero sobre todo nuestra decisión de trabajar por la liberación de las limitaciones artificiales que impiden aún el libre vuelo de la capacidad humana, especialmente la del hombre peruano” (5).

          Finalmente, es preciso señalar que la poesía de Arguedas no sólo es tangible en los textos de los poemas que escribió, sino sobre  todo en sus novelas. Su labor docente como educador de aula abierta se traduce mucho más en sus obras literarias, en la enseñanza de los valores culturales, de los valores humanos, de los lazos de solidaridad y reciprocidad, en los trabajos comunales, en la permanente como inmarcesible peruanidad, en el sentido universal de sus novelas, los hechos y personajes. Debido a Arguedas, la educación peruana recibió y se alimentó con  un nuevo mensaje: la cultura viva como ejemplo de vida y esperanza. Su amor por el Perú convirtió a la memoria social, a la literatura oral y a la personalidad colectiva, en una fuente de referencia inagotable. En ese sentido, Arguedas ha cumplido un rol invalorable. Nos ha enseñado a educar con los signos mayores de la cultura peruana, vía imprescindible para ser esencialmente peruanos y, al mismo tiempo, latinoamericanos y singularmente universales.       
 

                                                               Notas
(1) Moisés Sáenz Garza (México: El Mezquital, Apodaca, Nuevo León 16/2/1888 - Lima, 24/10/1941). Educador, diplomático y político, realizó una destacada labor de la cultura andina. Fue hermano del político Aarón Sáenz. Se le considera fundador del Sistema de Segunda Enseñanza en México.
(2) Mateo García Pumacahua nació en 1740, fue cacique de Chinchero, Maras, Guayllabamba, Umasbamba y Sequecancha. Durante la rebelión de José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru II), entre 1780 y 1781, contribuyó a la causa realista con pertrechos y hombres. Paralelamente, ganó prestigio entre la nobleza inca, siendo elegido Alférez Real de Indios Nobles del Cuzco en 1802. No obstante su avanzada edad, se unió con líderes descontentos y criollos liberales demandando la vigencia de la Carta española de 1812. Formó en el Cusco, el 3 de agosto de 1814, una junta de gobierno según dicha Constitución y llamó al pueblo a ponerla en vigencia por las armas. Apresado en Sicuani, se le sentenció a morir decapitado, pena que se cumplió el 17 de marzo.
(3) José María Arguedas: “El zorro de arriba y el zorro de abajo”. Horizonte, Lima 1988, pp. 13-14.

(4) José María Arguedas y Francisco Izquierdo Ríos: “Mitos, leyendas y cuentos peruanos”. Ministerio de Educación Pública, Lima 1947, p. 18
   
(5) José María Arguedas: “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, pp. 203-204
        
*Artículo publicado en Docencia, Revista de Educación y Cultura, Año XI, N° 35. Educap, Lima, febrero 2011, pp. 16-18






miércoles, 4 de mayo de 2011

LITERATURAS EN LENGUAS ANCESTRALES

Óleo de Aurelio Medina "Moshó"

Un fantasma vuelve a recorrer los caminos, ciudades, calles, aulas universitarias, salas de redacción así como aldeas y comunidades de América y el mundo. Se trata de una respuesta a la asimétrica como excluyente globalización cultural. Los escritores ancestralmente excluidos hemos decidido escribir desde la periferia, desde nuestra propia realidad para hacer conocer la verdad acerca de nuestra problemática social, cultural y económica en que sobrevivimos. 
    Ya no queremos que hablen por nosotros, nos hemos cansado de leer y escuchar lo que sabemos y debemos decir. Les queremos también decir: ¡Basta ya!, a los científicos sociales, no a todos por supuesto, especialmente a quienes se han dedicado a distorsionar la verdad y les pedimos dejen de escribir en nombre de nosotros o por nosotros. ¿Por qué no escriben acerca de la realidad en que viven para conocerse mejor? ¿Por qué solo se dedican a “estudiarnos” y no tratan de “estudiarse”? Ya llegará también el día que nosotros los estudiemos a ellos, ese tiempo no tardaré en llegar.     
    Pero lo más importante es el hecho que hemos decidido escribir en nuestros propios idiomas. A este fenómeno se le ha querido minimizar porque muchas comunidades humanas todavía no tienen un sistema de grafías oficiales. Enseguida ha surgido un obstáculo mayor. Los escritores en lenguas ancestrales tampoco tenemos editoriales, luego hay uno mayor, es la circulación y venta de los libros editados casi siempre de modo artesanal.
    Si nos preguntamos: ¿Hay lectores en lenguas ancestrales si el coloniaje y después los modernos Estados-naciones neocolonizados se han encargado de desaparecer a las culturas dominadas? ¿Acaso no era un delito si se  aprendía a leer y escribir? ¿En qué medida las naciones colonias han impulsado a los escritores que se expresan en lenguas llamadas despectivamente nativas? La lucha ha durado siglos y aún continúa porque no se ha conseguido, pese a los esfuerzos realizados y algunas conquistas, el ejercicio pleno de todos nuestros derechos ciudadanos, políticos y culturales. 
    Estas dificultades así como muchas otras, han sido analizadas últimamente en Santiago de Chile como en la Habana. Quienes hemos asistido a estos certámenes no hemos recibido consignas políticas de ninguna especie, más bien hemos aprendido mucho y expresado, expuesto nuestra problemática. Nos hemos convencido que tenemos los mismos problemas que superar: racismo, discriminación, exclusión, marginación económica y sobre todo que somos naciones invisibles para la cultura oficial y el sistema.
    Sin embargo, hemos comprobado que en el caso del Perú, la situación no es tan trágica y eso se debe, a los resultados de las luchas de las comunidades andinas para tener escuelas para niños segregados. Se trata de una historia que ha sido escrita junto con los históricos enfrentamientos contra el gamonalismo, la oligarquía terrateniente y el Estado feudal. Fueron años terribles de luchas de  campesinos para que sus hijos sepan saber leer y escribir. Finalmente, quechuas, aymaras y las 54 sociedades etnolingüísticas de la Amazonía Peruana, hemos conquistado un sistema de grafías y que ahora se usa no solo en la educación primaria.
    Se ha venido a llamar interculturalidad al hecho que algunos maestros enseñen quechua, aymara o algunas lenguas amazónicas. El problema de fondo es que no se enseña, esos idiomas a tiempo completo, en primaria, secundaria y menos en la universidad. Lo peor es que después que los niños salen de la escuela, nadie les habla en quechua ni aymara. Los padres les exigen que hablen en español. La radio, la televisión escupen basura y contaminan no solo el ambiente, sino la mente de los niños.
     Para entender mejor a quechuas, aymaras y ciudadanos amazónicos, de que no nos gusta que nos motejen ni traten como ciudadanos de tercera categoría, es necesario tener en cuenta el texto del Manifiesto desde el Titicaca, firmado por representantes de  quechuas, aymaras y ciudadanos amazónicos, el 21 de abril del año 2,000. Señalan que la cultura oficial con la complicidad, de algunas no todos, los organismos internacionales y algunas ONGs, han decidido usar las palabrejas: indio, indígena, nativo, originario, migrante, etc. etc. Los aymaras y quechuas no aceptamos esos “motes científicos”, preferimos que nos llamen quechuas, aymaras, kashinawas, shipobos, conivos, etc. etc.
    Transcribo parte de ese documento histórico solamente el capítulo referido a Nuestra identidad plural: “Partimos de la afirmación de que el Perú es un país de todas las sangres como lo afirmó José María Arguedas, cimentadas en una base de mestizaje y de la coexistencia cultural donde la mayoría componente de esta sociedad, tiene raíces quechuas de diversas vertientes, aymaras del sur del continente y amazónicos del Oriente Peruano. Nuestra propuesta es profundamente integracionista y rechaza cualquier atisbo de racismo que lo único que puede hacer es poner en peligro el futuro de nuestra Nación Peruana. Reconocer nuestra identidad nos permite una lectura coherente de nuestra realidad social y económica, por lo tanto, nos facilitará plantear los remedios adecuados a los eternos males nacionales. No aceptamos ser motejados con los términos racistas y despectivos de indio, indígena, natural, nativo, etc. Estos términos discutibles y las categorías sociales que nominan, existen solamente en el pensamiento de la cultura hispano-criolla, discriminatoria y racista. Nosotros nos sentimos herederos de las culturas milenarias prehispánicas, de la obra y acción de Pachacútec, de los héroes populares que supieron desarrollar una cultura de resistencia durante el coloniaje y que en la República, sus nietos continuaron defendiendo el derecho a la vida. Entendemos los términos Indio, Nativo o Indígena, fueron utilizados para mirar la autoestima de nuestras poblaciones, se entendió casi como sinónimos de salvaje, tergiversando su verdadero sentido. Quienes somos herederos de una cultura ancestral que logró sobrevivir a un conjunto de atropellos durante los quinientos años de invasión y opresión, preferimos ser llamados, aymaras, quechuas y amazonenses. Nuestro pueblo es conciente de su rol en la historia y está dispuesto a luchar por sus espacios vitales en la transformación nacional, porque nosotros sí construiremos el Perú con oportunidades para todos.
Serranos. Rechazamos la connotación despectiva y retrógrada que se le da con esta palabra al hombre andino, cuando solo deber ser tomado en cuenta como la procedencia de una región del país, somos de la sierra y sustento de la existencia de la población costeña.
Campesino. También fue utilizado este término de una manera despectiva pare el hombre de campo, cuando esta palabra identifica a la población rural que tiene un espacio en el conjunto de la Nación Peruana.
El Perú no ha tenido una clase política capaz de echar las bases de un cambio social, el desarrollo nacional, terminó ahora en desuso, prostituido y manipulado. Quienes ejercieron el poder nunca se propusieron crear una geopolítica coherente con la realidad nacional. Permitieron, más bien, que el país fuese cercenado, mutilado en su geografía y limitado en el concierto político de los países latinoamericanos. Los límites oficiales del Perú no han podido, sin embargo seccionar y aplastar a las culturas andinas aymara, quechua y amazónicas, cuya presencia es un legado inapreciable para hoy y mañana. El pueblo aymara, por ejemplo habita el sur del Perú, en parte de Bolivia y en el norte de Chile e incluso en parte de Argentina. Hemos creado una geografía cultural en la que como pueblo, construimos y defendemos nuestra identidad, la que no ha podido ser destruida por culturas criollas y gobernantes hispano criollos, tanto civiles como militares. Los quechuas y aymaras llegaron a conformar un pueblo cuya máxima expresión fue el sistema de los Incas” (1).
    Sin embargo, la cuestión de fondo no son las palabras ni la carga semántica despectiva que tienen porque son usadas por la cultura dominante y sus representantes. La idea es crear una nueva literatura con un distinto canon, desde la cosmovisión frente a la vejez de la filosofía occidental, sobre todo del sicoanálisis y terminal de algunas ciencias sociales que solo han servido para sojuzgar y no para liberar a los pueblos dominados por el sistema. Se trata de una literatura con un distinto canon y perspectiva. Es el caso de los escritores mapuches chilenos, quienes no solo han conseguido realizar dos eventos internacionales para encarar estos temas, sino que habrá un tercero para discutir y hallar respuestas comunes a las naciones culturalmente sojuzgadas.
    ¿Qué editorial transnacional en español estaría dispuesta a publicar un libro de poesía, ensayo o novela escrita en quechua o aymara? ¿Cuántos lectores comprarían un libro de poemas escrito en jaqaru? Ninguna editora nacional tampoco aceptaría publicar libros escritos en quechua, aymara y traducidos al español porque sería un riesgo y una pérdida. Entonces, la pregunta es, ¿para qué escribir en idiomas ancestrales si no hay editoriales ni lectores? Por supuesto, hay casos excepcionales como la Casa de la Cultura del Ecuador donde se publican libros en quichua (así dicen ellos). En el Paraguay los poetas publican en la editora del Estado en lengua guaraní. En el Perú por ejemplo, raras  revistas publican textos en quechua y en aymara.
   Demás está decir que cuando aparece un libro en quechua o aymara, los medios de comunicación no los comentan sencillamente porque nadie habla ni escribe en esos idiomas. Últimamente han aparecido libros de poemas de Feliciano Padilla Chalco y de Gloria Cáceres (3). No se ha dicho nada de nada. Sin embargo, se trata de dos textos singulares que enriquecen la poesía peruana. Menos mal que Odi González ha logrado tener cierta audiencia pero  eso se debe sin duda, a su condición de docente universitario.
    La poesía en idiomas ancestrales o como dice despectivamente la cultura oficial, las expresiones de poesía en idiomas de los indígenas peruanos, se da más en la oralidad porque muy pocos de ellos han tenido acceso a la educación. Esa apreciación es falsa y malintencionada porque debido a la reforma agraria que realizó el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, encabezada por el general Juan Velasco Alvarado, muchos niños han llegado a las escuelas, a los colegios de provincias y distritos, después a las universidades.
    Es verdad que no hay poetas orgánicos quechuas y aymaras porque no hay una tradición literaria. La gran riqueza de la oralidad sin embargo, ha pasado a ser transcrita en textos escolares. Ahora es posible leer en textos escolares de primaria, mitos, cuentos, leyendas y narraciones real maravillosas. Ese hecho permitirá conservar la memoria histórica, la memoria social y sobre todo la memoria atávica.                                                       
    En síntesis, los escritores que provenimos de las naciones quechua o aymara, estamos convencidos que vivimos un tiempo históricamente distinto. Tenemos el deber moral de escribir para defender nuestros derechos ciudadanos, políticos, económicos y valores culturales. Es más bien una posición ideológica-cultural de rechazo a la violencia ciega e irracional, a las formas de discriminación oficial y a la necesidad de ejercer un derecho fundamental, ser considerados como parte de la literatura peruana, de la cultura peruana llena de pluralidad, diversidad y riqueza infinita.          
 
1.- José Luis Ayala. Literatura y cultura aymara. Editorial Universitaria de la Universidad Ricardo Palma. Página 394. Lima, 2002.
2.- José Luis Ayala. Nación aymara. Nación aymara. Página 274. Fondo Editorial Cultura Peruana. Lima. 200
3.- Feliciano Padilla Chalco y de Gloria Cáceres.