Uno: En el principio fue la utopía y
creación de Repúblicas
La
perdurable como maravillosa obra política y humana del Libertador Simón
Bolívar, no solo consiste en haber creado seis Repúblicas en América Latina y,
proyectar el equilibrio geopolítico en el
planeta frente a Europa. Ni que se haya propuesto acabar con el
colonialismo para cambiar la realidad de una parte del mundo. El proyecto histórico más bien tiene que ver con
la propuesta de una utopía que es preciso analizar. Ahora, se trata de llevar a
cabo una intensa interacción humana e ideológica, destinada a forjar una nueva
proyección de las naciones liberadas, unidas por su espada y genio político.
Ese tiempo histórico de todos modos llegará inexorablemente, la marcha
dialéctica de la utopía bolivariana no se detendrá.
La palabra
utopía proviene del griego y significa “un lugar que no existe”. Viene a ser
una doctrina, una propuesta, un proyecto, un sistema que se
presenta como irrealizable cuando se propone. Se alimenta de dialéctica, razón,
intuición, inteligencia y percepción. El Libertador Simón Bolívar sin duda debió haber leído, como
hombre culto, no solo a los enciclopedistas sino a Erasmo de Rótterdam, a
Tomás Moro, quien al publicar Utopía (1516), criticó el sistema de
organización de la sociedad de su tiempo, el orden social, político y
religioso. En vez de una sociedad medieval represiva e intolerante, propuso un
distinto modelo, otra forma de gobierno con igualdad social y planificación
para su desarrollo.
La
utopía bolivariana empieza combatiendo, derrotando militarmente a los ejércitos
españoles para establecer gobiernos republicanos capaces de proyectarse en el
tiempo, como sociedades independientes, libres, justas y democráticas. Es
decir, contribuir con la edificación de un mundo distinto al pasado, en el que
sea posible desterrar la pobreza, matar al hambre, terminar con el abuso del
poder y abolir el dolor humano. En ese sentido, uno de los testimonios que
resume el pensamiento e ideología que alimentó la vida y lucha del Libertador,
está registrado en el cautivante, pequeño y gran libro: Diario
de Bucaramanga suscrito por Peru de La Croix.
Como
dice Miguel Acosta Saignes al referirse a la utopía realizable: “Solo Bolívar,
entre los utopistas que desde Platón han inventado modelos de repúblicas, pudo
someter su proyecto a la piedra de toque de la realidad, del funcionamiento
verídico en medio de las clases sociales en lucha, de nacionalidades
incipientes, de búsquedas incesantes, de explotados ansiosos, de tensiones
internacionales, de influjos adversos y de esperanzas inagotables. Cierto que
Campanela había luchado por sus ideales, también contra españoles en Calabria,
y que por ello sufrió 27 años de cárcel”. Luego reflexiona de la siguiente
manera: “Mas solo el Libertador tuvo una verdadera república de carne y hueso,
con llamas y vicuñas con indígenas descendientes del Imperio del Sol. Con
poetas y políticos y soldados llaneros de Venezuela, llegados a las alturas de
Potosí, para el ensayo de su primera utopía en las manos de su hermano en los
combates, Sucre, otro utopista
silencioso, tesonero y eficaz. Y aun pudo verla entre los peruanos, con él
mismo a la cabeza de las revoluciones por unos meses”. (1)
Ahora, la utopía bolivariana tiene plena vigencia frente a la
globalización sesgada, que no es más que una palabra que sustituye al
sistemático saqueo de los recursos naturales de América Latina y, mayor
acumulación de capital. Frente a este hecho hay gobiernos que se han alineado
al sistema pero no los pueblos, de allí la evidente distancia entre el poder y
las grandes mayorías con marcadas esperanzas sociales, de que algún día se haga
realidad el sueño del Libertador Simón Bolívar.
Dos: El Protector San Martín y su proyecto
monárquico
Después de los triunfos de Chacabuco y Maipú, logro de la Independencia de lo
que es hoy la República Argentina
y persuadido que el poder virreinal radicaba en Lima, el general José de San
Martín decidió dirigir la Expedición Libertadora. Doctrinaria e
ideológicamente, una de las personas más influyentes en San Martín fue Bernardo
Monteagudo, que en un principio sostuvo la necesidad de lograr un gobierno
monárquico para el Perú. Entonces, no había necesidad de una guerra contra los
ejércitos españoles para derrotarlos y expulsarlos del Perú. Los jefes
monarquistas La Serna,
Canterac y Carratalá, estaban convencidos que San Martín sustituiría al virrey
por un príncipe europeo, de modo que nada variaría la administración de la
colonia que al tener un ejército poderoso, no cambiaría el rumbo de la
historia.
San
Martín y Monteagudo debieron analizar la realidad y luego convencerse que en
Lima, de ninguna manera aceptarían que Juan Bautista Túpac Amaru fuera
proclamado rey de América, menos gobernante del Perú. De modo que la única
propuesta viable era la continuidad colonial, sabían que la aristocracia
hispana-criolla no aceptaría renunciar al poder que tenía ni a sus privilegios
con la creación de una República. La idea que se impuso fue: monarquismo o
nada. San Martín no creía en la utopía, menos en la construcción de un mundo
para desterrar la esclavitud y proscribir la miseria. Tampoco tenía fe en la
creación de una nueva sociedad capaz de devolver a millones de personas,
degradadas al nivel de animales de carga, para que vivan con dignidad, en
libertad y con derechos ciudadanos.
Por
eso, su llegada a Lima tuvo una atmósfera sombría, el pueblo que es el
verdadero protagonista de la historia, no salió a recibirlo. San Martín y
Bolívar encarnaban una distinta forma de
pensar y actuar, lo que los diferenciaba era, la continuidad en la historia
frente a una propuesta de escisión profunda. Se trata de dos corrientes
ideológicas irreconciliables, absolutamente distintas. San Martín no tardó en
convencerse que la aristocracia hispana-limeña, estaba preocupada de ser
sustituida por una nueva clase de funcionarios al fundarse la República
Peruana. Aunque algunos criollos masones estaban decididos a
luchar para organizar otra forma de gobierno, no todos los aristócratas
compartían la misma visión política.
Desde que en Lima se empezó a comentar que solo el general Simón
Bolívar, podría terminar con el caos y crisis, como consecuencia del fracaso de
quienes dirigieron la flamante República Peruana, hicieron correr una serie de
chismes, mentiras y falacias. Se decía que Bolívar fusilaría a curas para
convertir el fierro de los templos en sables, herrajes y cuchillos, todas las
haciendas serían incautadas para dar de comer a su “tropa de negros hambrientos
y violadores”. Todos los jóvenes serían obligados a enrolarse o fusilados en
caso de negarse. Finalmente como era un excomulgado nadie debía apoyarlo “tal
como manda la Santa Madre
Iglesia y voluntad de Dios”. Pero una
vez en Lima, Bolívar se convirtió en el centro de las reuniones, tertulias
políticas y culturales. Todo se disipó con su correcto comportamiento de
persona culta y hombre de mundo.
Desde entonces, primero fue la aristocracia, después
la oligarquía hispana-criolla, luego los historiadores prohispanos, pero sobre
todo el sistema educativo oficial de corte colonial-republicano, que ha tratado
de consagrar a San Martín como
Libertador, para minimizar y soslayar acción y utopía propuesta por El
Libertador Simón Bolívar. Ese es el fondo del asunto, es el tema que es preciso
repensar, pero es necesario hacerlo teniendo en cuenta los antecedentes. Si es
que no se conocen los hechos que preceden a un determinado acontecimiento,
resulta imposible formular reflexiones para entender mejor lo que se quiere
decir.
Así, debido a las exigencias y disposición del general San Martín, con
la presidencia de Francisco Javier Luna Pizarro se instaló el Primer Congreso Constituyente Peruano, el 20 de
setiembre de 1822 y una vez proclamada la Independencia, tenía
que redactar la Constitución Política. Pero cuando San Martín volvió
de Guayaquil después de la entrevista con Simón Bolívar, asistió al
Congreso y renunció a su investidura, pronunciando un discurso de despedida
lleno de nostalgia y dolorosa duda en el futuro del Perú. Producido el vacío de
poder y sin un ejército capaz de defender la República, el virrey La Serna amenazó con entrar a
Lima y restituir el orden colonial. La
Junta de Gobierno a cargo de José de La Mar fracasó frente a la nueva
realidad y la primera campaña de Puertos Intermedios constituyó una vergonzosa
derrota. Fue en ese momento que se produjo el primer golpe de Estado encabezado
por el traidor y abyecto personaje llamado José de la Riva Agüero (2), quien fue reconocido como presidente del Perú. Pero luego del
fracaso de la segunda campaña de Puertos Intermedios se trasladó a Trujillo,
por lo que fue destituido. En Lima, el Congreso nombró a José Bernardo de Torre
Tagle como presidente y así se ahondó mucho más la crisis con dos presidentes
del Perú, dos capitales y la amenaza de las tropas realistas de entrar a la
capital.
Tres: La aristocracia limeña contra el Perú
Republicano
La llegada del general San Martín a Lima no
fue auspiciosa ni el pueblo salió a recibirlo, no por las circunstancias
políticas sino porque no había un movimiento ideológico, una elite politizada,
una organizada colectividad revolucionaria, un conglomerado con vocación
republicana. Como dice Indalecio Liévano Aguirre: “El 10 de julio, a las
siete de la noche, casi de incógnito, pesimista y sombrío, entró San Martín a
la capital del Perú, evadiendo los homenajes con que se pretendió recibirlo.
Sus panegiristas ha querido ver en las
circunstancias, por demás modestas, que rodearon la entrada de San Martín en
Lima, un rasgo de austeridad digno de ejemplo y han pretendido establecer una
censura disimulada, al compararla con las entradas triunfales y faustuosas de
Bolívar en Santa Fe, Caracas y Quito. Algo muy distinto pasaba en el ánimo de
San Martín cuando, silencioso y casi ocultándose, entraba a Lima. En aquellos
momentos San Martín no se sentía victorioso, como lo parecía a las gentes
deseosas de recibirle con honores de triunfador... ¿Respondería la aristocracia
criolla a su llamado a la insurrección contra los españoles? ¿Pondrían sus
insuficientes fuerzas militares hallar,
en las costas peruanas, las adhesiones necesarias para enfrentarse a los
formidables ejércitos que los españoles organizarían fácilmente con las
indiadas de la sierra? Tales eran las preocupaciones que no le permitían
considerarse como un general vencedor, muy a pesar de las esperanzas de
Monteagudo y del entusiasmo de los habitantes de Lima que en esos días
otorgaban a San Martín el título de Protector del Perú”. (3)
Y frente al
caos generalizado como derrotas militares, el 2 de setiembre de 1823 el
Congreso Constituyente decidió llamar a Simón Bolívar como única forma de
salvación, lo nombró como suprema autoridad. El 11 de noviembre, antes que se
proclamara la primera Constitución del Perú, el Congreso decretó la suspensión
de todos los artículos que se opusieran al proyecto de Simón Bolívar y así, la
primera Carta Magna 1823, murió antes de nacer
Hay una gran bibliografía en referencia a
la llegada de Simón Bolívar a Lima y por eso, se sabe que el pueblo salió a
saludarlo como al verdadero salvador del Perú. Entre tanto, los españoles como
la aristocracia limeña, algunas veces en alianza, desarrollaron su propio juego
estratégico en defensa de sus intereses. Antes que Simón Bolívar llegara a
Lima, la aristocracia hizo circular una serie de mentiras y falsedades. Pero
como dice César García Rosel: “Bolívar no vino bajo el impulso de sus propios
deseos, sin embargo de que en su vehemencia y ansia de combatir por la libertad
de los pueblos americanos, había anunciado, desde antes de Carabobo, su
propósito de ayudar a otras secciones de la América española a conquistar su autonomía
política. Vino ante el requerimiento del Congreso y del gobierno del Perú, que
reiteradas veces y bajo el premio de las dificultades y peligros en que se
encontraba este país, reclamaron su presencia entre nosotros y solicitaron su
ayuda militar para continuar la guerra iniciada tres años atrás”. (4)
Entonces,
el sentimiento antibolivariano tiene sus orígenes en el chisme artero, en la
diatriba, en la forma más sucia de desprestigiar a una persona. Esa es una
antigua costumbre de aristócratas y criollos, está muy arraigada en el
imaginario que resulta casi imposible erradicar. En el mes de marzo de 1824
Bolívar tuvo que organizar un ejército con la ayuda de Sucre, Lara, Córdoba, al
mando de La Mar. En
Junín, el 6 de agosto derrotó a las tropas españolas y el 9 de diciembre de
1824 en la Pampa
de la Quinua
(Ayacucho). Se había cumplido un año y tres meses de su llegada al Perú.
Después de
Ayacucho, Bolívar
convocó al Congreso Constituyente el 10 de febrero de 1825 y lo reconoció como
Padre y salvador del Perú. Acordó que se le dedicara una estatua ecuestre en la
plaza del Congreso, más una recompensa de 1.000.000 de pesos, que dicho sea de
paso nunca se le entregó. Pero la aristocracia limeña se encargó de hacerle una
permanente guerra sucia mientras que el proyecto de la República colisionó,
debido a los intereses de criollos ricos y colonialistas. En una conversación
de Pablo Macera con Jorge Basadre, hay un diálogo ilustrativo:
-
“Basadre: La
Independencia terminó siendo una revolución secuestrada no
cumplida.
-
Macera: Secuestrada, pienso yo, en gran parte por los enemigos de la revolución
que se convierten (algunos de ellos) en gobernantes de la República. No es el primer escalón (no hablo de
tanto como la presidencia de la
República) sino en los escalones decisivos en el orden
administrativo. ¿Qué es lo que ocurre con hombres como Mariátegui, Sánchez
Carrión y los otros más que verdaderamente
hubieran podido radicalizar el proceso de la Independencia, o sea
hacer que la República
cumpliera, no solamente los objetivos reformistas de algunos criollos, sino los
objetivos revolucionarios que compartían las masas indígenas? ¿Que ocurrió para
que se vieran obligados a ceder su lugar a quienes exclusivamente querían un
cambio político, terminar con el dominio español pero no cumplir ninguna de
esas promesas que usted ha señalado, dejando así intacta la vieja estructura
colonial interna? (5)
Cuatro: Refundar la República. Hacia
una educación descolonizadora.
Son muchas las calumnias, falsedades, farsas, inexactitudes, mentiras,
chismes, difamaciones, infamias, acusación, diatribas, etc., etc., que se han
formulado contra el Libertador Simón Bolívar. Todo empezó antes de su llegada
pero aumentó con las cartas de José de la
Riva Agüero a sus aliados colonialistas
españoles y crillos-limeños. Muchos de los argumentos de traidor al Perú, se
han repetido durante muchos años. Vamos a superar este trance poniendo una
voluntad férrea y abandonar la tentación de enumerar los cargos contra El
Libertador, porque no es el momento y tampoco hay espacio.
Pero
el antibolibarismo se sustenta en el sistema educativo peruano con mentalidad
colonial, en la forma dependiente del Perú a los dictados del FMI y el Banco
Mundial. Está presente en los textos de la historia oficial, sobre todo en la
mentalidad de partidos políticos, cuyos improvisados líderes ignoran la
verdadera Historia del Perú y América Latina. Aparece y está inmerso en la
deformación intelectual de docentes de todos los niveles. Ahora, frente al
desgaste del poder político de la oligarquía en alianza con las
transnacionales, el poder fáctico se ha hecho cargo de una nueva cruzada
antibolivariana. Aunque el núcleo, la matriz más reaccionaria, sigue siendo la
antigua aristocracia virreinal transformada en la oligarquía y derecha política
peruana. No es una novedad decir que desde la colonia en Lima, actúa la derecha
más cavernaria y troglodita de América, dispuesta a colaborar para acabar donde
sea que se produzcan cambios sociales y defensa de los recursos naturales.
El
Estado Peruano al servicio del poder económico transnacional, se ha propuesto
depredar el territorio nacional en complicidad e influencia de los lobies. (6) No le interesa
diseñar objetivos nacionales históricos. Menos leer la nueva realidad nacional
porque sabe que es peligroso que se conozca la verdad, ese hecho significaría
saber que el Perú de carne y hueso se ha empobrecido mucho más. Carente de una
coherente doctrina educativa con vocación de justicia social, no le interesa
diseñar una política educativa con un curso de historia analítica que revise
todo lo que hasta aquí se ha escrito. Menos implementar una política cultural
creadora para formar una nueva mentalidad y liquidar la coloniedad, tan
presente por ejemplo en los medios de comunicación. El poder mediático de la
prensa en manos de comerciantes y no de periodistas, no permite tampoco haya un
programa de historia crítica del Perú.
Durante mucho tiempo se han repetido los falaces argumentos de Riva
Agüero. Pero no se dice por ejemplo que los estudiantes y ciudadanos deberían
conocer un texto esclarecedor y terrible: Causa
criminal contra Don José de la
Riva Agüero. (7)
Contiene documentos para saber
desde cuándo empezó su traición al Perú. Que se sepa, nunca El Libertador
contestó a tantas calumnias. Pocos son los historiadores honorables que dicen
la verdad, los más se han dedicado a criticarlo y a mentir. Para tener una idea
cabal de la retorcida personalidad de Riva Agüero, que se parece al de algunos
políticos peruanos de hoy, bastaría leer la carta que le envió San Martín.
Así,
todo se explica desde el punto de vista de la coloniedad. Pero no será por
mucho tiempo porque una propuesta histórica como la utopía bolivariana, no se
cumplirá en años sino con el paso del tiempo. Menos mal que nos ha tocado
participar de un movimiento ideológico destinado a discutir y cuestionar la
idea dominante. Es el comienzo de un huracán que no podrá ser detenido,
significa la insurgencia de los pueblos oprimidos y empobrecidos por el
sistema.
Entonces, ¿que hacer? La respuesta es refundar la República Peruana con una nueva Constitución
Política, con representación étnica y nacionalidades. Volver a leer la realidad
nacional, proponer la implementación de un proyecto nacional para cien años y
establecer una política educativa descolonizante. Solo así se podrá superar la
nociva mentalidad antibolivariana, sobre todo la falta de doctrinas políticas
referentes a una acelerada industrialización y descentralización administrativa
del Estado. En fin, la idea es iniciar una acción histórica de reivindicación
de las mayorías desterradas al último círculo del dolor y la miseria.
Más
allá de la innegable e insoportable coloniedad que como doctrina oficial ha
optado el Estado Peruano, del persistente deseo de convertir a Simón Bolívar
solo en una estatua, el pueblo peruano no piensa lo mismo. Es más bien
agradecido, de ninguna manera practica la ingratitud ni la diatriba, menos el
olvido a su verdadero Libertador. El antibolivarismo con el paso del tiempo se
convertirá solo en una anécdota y, eso sucederá el día que la oligarquía pierda
el poder al que se aferra ahora con el apoyo de los poderes fácticos, hasta
finalmente la utopía se haga realidad.
23/julio/2013.
1.- Miguel Acosta Saignes. Bolívar.
Acción y utopía del hombre de las dificultades. Ministerio el Poder Popular
para la Cultura. Págs.
327. 2011, Caracas.
2.- Mariano José de la Riva Agüero y Sánchez
Boquete, marqués
de Montealegre de Aulestia. Nació en Lima y fue el primer presidente golpista
de la naciente República Peruana. En
1809 volvió a Lima y participó en el movimiento de la independencia. Luego de ausentarse San Martín dio el primer golpe de Estado. Depuesto por Sucre le sucedió José Bernardo de Torre
Tagle hasta la llegada
de Bolívar. Se entendió con el virrey
para detener el arribo de Bolívar y empeñó en que lo derrotaran. Acusado
de alta traición se dispuso su fusilamiento pero escapó a Chile. A su regreso se
convirtió en presidente de la
República del Norte de Perú en 1838. Murió en 1858.
3.- Indalecio Liévano Aguirre. Bolívar
1783-1983. Págs. 267. Editorial oveja negra. Bogotá. 1971.
4.- César García Rosel. Bolívar
en el Perú. Simón Bolívar Libertador
del Perú. Sociedad Bolivariana de Venezuela. Pags. 29. Editorial Texto.
1971. Caracas.
5.- Pablo Macera. Conversaciones
con Basadre. Mosca azul editores. Talleres Gráficos Industrial Gráfica S.A.
Págs. 137, 1989. Lima.
6.- Lobies.- Se llama así a personas o grupos de ellas que se ocupan de
influir, presionar y a veces amenazar muy sutilmente ya sea usando medios
legales, influencias y ofrecimientos, para obtener determinadas ganancias o
ventajas. Muchas veces actúan abierta o de una forma imperceptible para hacer
favorecer a una empresa o poderes públicos vinculados a las leyes, pago de
deudas o licitaciones. En algunos países hay un registro y actúan legalmente,
pagando impuestos y declarando el monto de lo ganado, pero en el Perú no es
así. Viene a ser también un grupo especializado de personas dedicadas a influir
en legisladores, funcionarios y entidades para obtener licitaciones a favor de
determinados grupos de poder.
7.- Archivo Riva Agüero. Tomo XVI. Págs. 231-902. Colección Documental
de la Independencia
del Perú. Comisión Nacional del Sesquicentenario de la independencia del Perú.
Editorial Salesiana, Lima, 1976.