Había que tratarlo de tú, antes de sus conferencias escuchaba las preocupaciones y preguntas que se le formulaba. Decía que un buen expositor, no debería desarrollar el tema que a él le parecía interesante, sino responder a las expectativas de quienes se congregan para escucharlo. Sus exposiciones sobre pedagogía, sicología, política y filosofía eran magistrales, nunca repetía conceptos, pero cuando necesitaba citar a un autor, acudía al texto que siempre tenía a la mano. A pesar de que su lengua materna era el portugués, sin embargo se expresaba muy bien en español y francés, aunque con un ligero tono y acento portugués.
Uno de los aportes más importantes de Paulo
Freire, ha sido el hecho de insistir que no hay educación sin ideología. Es
decir, que ningún sistema educativo carece de ideas políticas. Permanentemente
repetía, había que diseñar un sistema educativo propio para cada realidad, la
educación esclaviza o libera y no hay posibilidades de eludir esa
responsabilidad. Creía que el aporte del marxismo a la educación, era el
concepto de un permanente deslinde entre el capital acumulado y pobreza de los
trabajadores. Pero al mismo tiempo, era profundamente cristiano, un educador
adscrito a las ideas del sacerdote Gustavo Gutiérrez.
Su amplia experiencia como educador nato,
concretamente de alfabetizador y creador de un método novedoso, le permitía
diseñar un sistema educativo inteligente, de acuerdo a cada realidad. Decía que
la educación de Brasil era diferente a la de Nueva Guinea, que no hay una
fórmula mágica o general, sino que los propios maestros deben crear un sistema educativo.
Después de haber trabajado como docente, decía que antes de hacer un bien, los
organismos internacionales dedicados a cautelar la acumulación de capitales,
acudían prestos en calidad de asesores y consultores, para no permitir el
desarrollo de una educación para la liberación política de los pueblos en
cautiverio.
Paulo Freire se encargaba de las conferencias
magistrales cada semana, los becarios teníamos que presentar cada fin de mes un
trabajo monográfico, sobre un determinado tema. Los trabajos tenían que
referirse a la realidad educativa del país de origen de cada beneficiario. De
modo que todos teníamos que trabajar acudiendo a la experiencia educativa en nuestros
países, las exposiciones eran ante un auditorio compuesto por conferencistas y
becarios.
Fue en ese contexto que presenté un trabajo
para exponer la experiencia pedagógica de José Antonio Encinas en el Centro
Escolar Nº 881 de Puno. Paulo Freire quedó sorprendido que allí, en el Sur del Perú,
se hubiera registrado un acontecimiento pedagógico con evidente contenido
ideológico revolucionario a comienzos del siglo XX. Terminada la exposición me
pidió que le prestara el libro de Encinas pero ofrecí obsequiárselo. Dijo que
se trataba de una joya literaria y lo tomaría en cuenta en sus próximas
conferencias. Después de unos días, me devolvió el libro y nos fuimos a cenar a
un antiguo restaurante chino de la rue Glaciere, donde funcionaba IRFED.
Se trata de las siglas del Instituto Internacional para la Investigación y Formación en Vía de
Desarrollo armonizado,
cuyo director era precisamente Paulo Freire, y habiendo sido beneficiario de
una beca, además podía asistir a un
curso de Literaturas de vanguardia. Con el emolumento que consistía en mil
francos, alquilé una habitación en el sétimo piso del bulevar Raspail Nº 72, es
decir en el corazón del Barrio Latino. Era el año 1971 y todavía se sentía el
eco de lo que se llamó Mayo del 68, estaba de moda Charles Aznavour y la
bohemia parisina, tenía un gran contenido político, literario y canciones de
protesta.
Paulo Freire pidió le consiguiera todo
cuanto había escrito José Antonio Encinas, por lo que escribí a José Antonio
Encinas del Pando, que entonces trabajaba como consultor en un organismo
internacional. Freire insistió que debía trabajar en referencia al pensamiento
pedagógico de Encinas y así recibir el diploma de IRFED, que tenía grado
universitario. El libro Un ensayo de
escuela nueva en el Perú (1932), tiene
un prólogo de Gamaliel Churata, estando en Europa Encinas, le escribió a su
discípulo con quien había tenido un serio altercado cuando era su alumno, el
niño Arturito Peralta nunca más regresó a la escuela, se dedicó a trabajar como
talabartero y su padre, Demetrio Peralta, dueño de la zapatería Peralta, le
obligó a majar suela como castigo.
Arturo se dedicó a leer en desorden en la
cueva que había en el cerrito Huajsapata, a donde iban a buscarlo sus amigos
del Centro Escolar Nº 881, al salir de sus labores, solían buscarlo para saber
qué es lo que había leído. Hasta que convertido en director de la Biblioteca
Municipal Pública de la Municipalidad Provincial de Puno, un día Arturo les
dijo a sus amigos: “A partir de ahora no me van a decir Arturo, sino Gamaliel
Churata. Voy a escribir una enciclopedia del conocimiento humano a través de
libros de narración y los géneros que hasta ahora conocemos”.
¿Qué ideología tiene el libro de Encinas?
Es un tema que por lo general han eludido analizar quienes se han ocupado
acerca de su doctrina pedagógica. Encinas en primer término era un maestro
socialista, no era un marxista y tenía con José Carlos Mariátegui, serias
discrepancias desde el punto de vista doctrinario. Defendió la tesis “educar
para tener derechos” y gobernar para reivindicar a los pobres más pobres, a los
campesinos quechuas y aymaras. Defendió la tesis de un Estado laico, una
democracia construida de abajo hacia arriba, sostenía que educar era la forma más
excelsa de establecer los principios de la dignidad humana.
Quedamos con el maestro Paulo Freire que me
haría cargo de analizar el pensamiento pedagógico de Encinas, pero me enfermé y
fui a dar al Hospital Internacional de París, donde fui operado y luego
destinado a una casa de reposo en el pueblo de Combluox, cerca al Monte Blanco
(Francia). Como terminaba la beca, tuve que hacer un trabajo acerca del sistema
de alfabetización que Freire había aplicado en Brasil y, logró que en cincuenta
días aprendieran a leer y escribir 500 trabajadores cañeros, analfabetos
adultos. Alguna vez se tendría que hacer un paralelo pedagógico entre estos
insignes maestros, Encinas y Freire, que profesaron una educación humanista. No
solo crearon una metodología propia sino que además, para ellos educar es liberar,
educar significaba dignificar a los pobres y oprimidos, educar es una toma de
conciencia, educar es gobernar para transformar las realidad.
Paulo Freire sostenía que solo hay dos
clases de educación, una para oprimir y
otra para liberar al ser humano. Que entre ambas tendencias no había una
posesión ecléctica ni términos medios, por esa razón los países pobres aceptan
recetas del BID y FMI, que nada tienen que ver con la necesidad social, formar
una conciencia crítica en los educandos. Es decir, la educación para Freire es
una práctica de la libertad y en los países empobrecidos, por el saqueo de sus
riquezas, debe responder a sus propias necesidades históricas. Por eso, la
educación debe liberar y reconocer los principales signos y prácticas
alienantes, debe ser una fuerza capaz de impulsar la creación de una sociedad más
justa, humana y libre.
Una educación que no reflexiona, que carece
de capacidad crítica y no encara los problemas sociales que le son inherentes,
mantendrá siempre en calidad de esclavos posmodernos a sus ciudadanos. Una
educación de tipo bancario, que deposita conocimientos en los alumnos y los
extraen de la memoria cuando los necesita, no le sirve para trabajar y luchar a la vez. Pero, por encima de todas las
virtudes del pensamiento de Freire, tiene plena vigencia la necesidad de educar
a las masas trabajadoras, para forjar una distinta sociedad con trabajadores libres.
Alfabetizar para Friere, es formar en los adultos una conciencia ciudadana,
destinada a restablecer los derechos que les corresponde como personas, y ese
hecho solo es posible con un sistema que pueda crear una profunda conciencia
social.
Al finalizar la beca en el IRFED, hubo una
gran despedida, muchos de mis compañeros y compañeras se fueron a trabajar a
Chile, Haití, Bolivia, Tanzania, Madagascar y Argelia, para desarrollar
campañas de alfabetización con el método de Paulo Freire. Es decir, aplicar
didácticamente la teoría de la educación del oprimido. Dos años antes egresé de
la Escuela Normal Superior San Juan Bosco de Puno (Salcedo), con el título de
profesor de educación primaria, pero me convencí que nos habían formado para
ser docentes al servicio del sistema opresor. Me sometí en efecto a un proceso
de cambio de mentalidad y actitud, frente a la educación, a la filosofía y a la
vida. No lo volví a ver nunca más a mi maestro Paulo Freire ni a ninguno de los
conferencistas como Eloicio e Ivan Ilich.
En
IRFED conocí a varias personas de distintas nacionalidades que se han
dedicado
a la docencia y a la política. En el año 2,002 hubo un encuentro
internacional
de mi promoción, Paulo Freire no asistió por haber estado delicado de
salud.
Pero nos hizo llegar una carta que ahora forma parte su correspondencia
sobre
temas de educación. Paulo Freire ha dejado de existir y hoy como nunca,
recuerdo sus conferencias lúcidas y
llenas de esperanza para que sea abolida la pobreza, el sufrimiento de
los
pobres y masas desamparadas, que por más que luchan y reclaman consiguen
poco o
nada. Sin embargo, tenía fe que de todos modos sería abolido el dolor
humano y
borrada de la faz de tierra la pobreza, que es el peor castigo contra
los pueblos
con gobiernos de apariencia democrática, pero que en realidad son
colonias con
el nombre de Repúblicas.
(24 / 09 / 2015)
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