Generalmente se decía doctor a todo docente de
educción secundaria, aunque en realidad nunca hubiera estudiado pedagogía y
solo era profesor de tercera categoría. Todos eran doctores menos el portero
debido a su modesta indumentaria, extracción de clase y estudios de primaria.
Pero donde más abundaban los doctores era en las universidades, pobre del
alumno que se atreviera a desconocer esa sagrada categoría. Pero habían contados
profesores universitarios que sí ostentaban
ese título, debido a que efectivamente realizaban estudios de doctorado, pero
eran pocos.
Los magistrados del Poder Judicial y Fueros
Privativos, abogados y auxiliares, también eran doctores. Todos tenían ese
título gratuito debido a una mentalidad sumisa y colonial. No obstante, había
también quienes alcanzaron ese rango académico.
Pero los doctores pertenecían a las clases dominantes locales, solo podían
alcanzar ese grado los hijos de terratenientes, comerciantes, banqueros y
herederos de las ventajas de pertenecer a élites regionales o a la oligarquía
nacional. Un abogado de hecho era doctor y ocupaba un alto puesto en la
jerarquía intelectual, aunque nunca escribiera un folleto o un libro.
Mas hablando en estricto sensu, se llama
doctor a la persona que ha conseguido el último grado académico en una
universidad. ¿Qué pasa cuando una persona se hace llamar doctor y no lo es? ¿Qué
ocurre si alguien usa el título de doctor sin haber concluido los estudios académicos?
¿Qué sucede cuando una universidad otorga ese título de modo fraudulento en
nombre de la Nación? ¿Cuántas universidades entregaron grados y títulos falsos a
personas que ejercen algunas profesiones? ¿Cuántos títulos han sido
anulados luego de las denuncias públicas? ¿Cuántos doctores marca “América Bamba
Université” hay en todas las especialidades? Nadie sabe.
Quien usa el título de doctor y no lo es, lo
primero que es preciso señalar es que se trata de una impostura, de un acto
reñido con la moral pública y ética personal. De modo que más allá de la
prohibición del uso de títulos fraguados, inventados o comprados, si una
persona usa ese documento sin que lo sea ni le corresponda, comete un delito. Pero,
¿cuántos doctores bamba hay en el Perú? Quien usa en sus tarjetas,
correspondencia, placas, documentos personales
como oficiales la palabra doctor y no lo es, resulta un falsario, un atracador peligroso,
mentiroso, falaz, falso, simulador, suplantador y trafero. Todo acto que comete
significa una tergiversación de la verdad porque engaña y simula. ¿Qué sucede
cuando un abogado acepta que lo llamen doctor y se convierte en político? La
magnitud de la impostura es mayor. ¿Y si llega a ser dos veces Presidente del Perú? Ahí sí que
ya no hay palabras para calificar el hecho, habrá que inventar una expresión que
reúna toda la significación posible: Celebérrimo cogotero ilustrado del siglo
XX, puede ser.
A propósito, Juan Mejía Baca solía decir
que hay personas en el Perú que no tienen hoja de vida sino prontuario, al
referirse a Javier Alva Orlandini, que ordenó la quema de libros pero llegó a
ser presidente del Tribunal Constitucional. Ese rotundo concepto se puede usar
para definir la conducta de Alan García Pérez, pues no solo se escabulló para no ser juzgado por tribunales del Perú,
alegando después prescripción y que ya pasó el tiempo de sentarlo en el
banquillo de los acusados. Si García se hubiera sometido a ser procesado normalmente,
seguro que hubiera sido sentenciado debido a las pruebas irrefutables y contundentes,
así lo demuestran los expedientes judiciales. Ojalá que alguna vez se publique
el contenido de los procesos y sirvan de fuentes de estudio para los futuros
abogados. Sería un valioso repertorio sobre procedimientos judiciales, pero
sobre todo la documentación para una correcta formación de nuevos magistrados, políticos y hombres de
Estado.
Muchos son los expedientes judiciales para conocer mejor a Alan García,
de modo que cuando usa el título de doctor sin serlo, resulta un chiste de
menor cuantía. Es un pecado venial, que si se confesara ante Juan Luis
Cipriani, seguramente le diría: “Déjese de cojudeces” y se reía detrás del
confesionario, ahora acudido por unas
cuantas cucufatas. Basta con referirse a un solo expediente de los muchos sobre
acusaciones judiciales contra García. Por ejemplo al N°001-95, que contiene
caso del tren eléctrico, Canal 13 y dólares MUC. Sucedió que en diciembre de
1995 la Fiscal Supremo Nelly Calderón en su dictamen 1750-95 concluyó que: “Se
encuentran debidamente acreditadas la comisión de los delitos de cohecho pasivo
y enriquecimiento ilícitos previsto y sancionado por los Arts. 349° y 361-A del
Código Penal de 1924, en calidad de autor y como instigador en la comisión de
los delitos de colusión ilegal y negociación incompatible, previsto y
sancionado en los Arts. 344° y 345° del Código Penal de 1924, respectivamente,
así como la responsabilidad penal del procesado Alan Gabriel Ludwig García
Pérez”.
Pero además en el informe final de la instrucción abierta por Hugo
Sivina Hurtado, Vocal Supremo Instructor, de marzo de 1996 contra Alan García
Pérez, concluyó que: “se encuentran acreditados los hechos delictivos imputados
al procesado, opinando por su responsabilidad penal, como instigador en la
comisión de los delitos de colusión ilegal y negociación incompatible y, como
autor de los delitos de cohecho pasivo y de enriquecimiento ilícito, en agravio
del Estado Peruano. Nelly Calderón, Fiscal Supremo en lo Contencioso
Administrativo Dictamen 1750-95 dirigido al Señor Vocal Instructor expediente
N°001-95”. Además el 12 de diciembre de 1995 señaló: “Esta instrucción se
inicia a mérito de la denuncia penal formulada por la señorita Fiscal de la
Nación ante el Presidente de la Corte Suprema de Justicia… y habiendo el
Congreso Constituyente Democrático aprobado por unanimidad… el 28 de abril de
l995… ‘Haber lugar a formación de causa’ contra el ex Presidente constitucional
de la República Doctor Alan García por el mérito al dictamen acusatorio de la
Comisión de Fiscalización del CCD de fecha 04 de enero de 1995, al haber
incurrido en la presunta comisión de delitos de colusión ilegal, negociación incompatible,
cohecho pasivo y enriquecimiento ilícito, hechos delictuosos que se encuentran
previstos y penados… sustentándose en los siguientes hechos:”
En los expedientes que ojalá no se pierdan,
es posible apreciar que los magistrados llaman “doctor” a Alan García. ¿Por qué
no le pidieron que acreditara sus correspondientes estudios? Alan García
sorprendió al Jurado Nacional de Elecciones al recibir sus credenciales cuando fue
electo diputado, así como resultó ser Presidente
del Perú. Mintió en la Fiscalía de la Nación y en el Poder Judicial, pero
además son miles los documentos oficiales firmados durante los años de sus dos
gobiernos. ¿Todos ellos incluyendo las resoluciones de los narcoindultos, Agua para
todos, las estafas de los colegios nacionales están firmados por el doctor? Sí,
¿tienen validez? Habrá que ver.
Se trata entonces de un caso que bien
podría señalarse como emblemático. Está probado que no obtuvo el título de
doctor, pero usó esa categoría académica oficialmente mientras fue dos veces Presidente
del Perú (1985 a 1990 y del 2006 al 2011).
Pero ahora esa mentira le traerá graves consecuencias legales, académicas y
sobre todo políticas. Es verdad que García ha superado peores situaciones y
está acostumbrado a salir airoso de cargos mucho más graves. Bien podría aseverarse
que frente a gravísimos cargos y acusaciones que ha afrontado, este hecho
resulta una anécdota, pero seguramente no faltarán quienes lo ayuden y en el
menor tiempo, es posible se gradué de doctor, no sería nada sorprendente.
Todo empezó cuando el abogado y escritor
Jorge Rendón Vásquez, el 14 de julio, publicó en las redes sociales un
demoledor texto titulado: “Alan García. ¿Otro doctor bamba?” El distinguido
narrador arequipeño fue profesor en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
de Alan García, de modo que todo cuanto dijo sirvió para rastrear la falsa
trayectoria académica del defensor de Francisco Pizarro en su empresa de
atacar, traicionar, matar y saquear al Perú, administrado por los incas. Jorge
Rendón Vásquez, escribió:
“En 1967, Alan García ingresó a la
Universidad Católica y en 1971 se trasladó a la Universidad de San Marcos. Por
entonces, en la Facultad de Derecho de esta Universidad, yo tenía a mi cargo
los cursos Derecho del Trabajo Individual y Colectivo y Derecho de la Seguridad
Social en el turno de la noche que empezaba a las seis de la tarde. Alan García
Pérez figuraba entre mis alumnos. Casi nunca asistió a mis clases y no dio los
exámenes parciales ni el final, lo que hice constar en las actas. Años después
me enteré que Alan García Pérez tenía nota en mis cursos. Averigüé. Se había
hecho tomar indebidamente los exámenes con un profesor de simpatías apristas
que dictaba en las mañanas. ¿Dio, en realidad, los exámenes? Ese profesor ha
fallecido hace muchos años. Siempre he sido un profesor muy exigente y, por
eso, no era muy popular entre los alumnos, aunque luego de recibirse muchos me
lo agradecían cuando me encontraba con ellos. ¿Se recibió Alan García de
abogado? En ese tiempo era obligatoria la tesis de bachillerato. ¿La hizo y la
sustentó? El legajo personal de Alan García en los archivos de la Universidad
de San Marcos desapareció en 1985, poco después de haber sido elegido
Presidente de la República”.
Además: “Las biografías de Alan García dicen que en setiembre de 1972
fue a la Universidad Complutense de Madrid y que obtuvo el doctorado en
Ciencias Políticas. Esto tiene que haber sido entre ese mes y junio de 1973,
último mes del año académico, porque en 1973, como se afirma, comenzó a
estudiar en la Sorbona, donde el ciclo académico se iniciaba en octubre. Según
la normativa de la Universidad Complutense, los estudios doctorales comprendían
en ese tiempo, dos años de estudios comprensivos presenciales y la elaboración
de una tesis para la cual se requería un mínimo de dos años, al término de los
cuales si el director de tesis estimaba que el trabajo reunía los requisitos de
originalidad y suficiencia como investigación la administración académica le
permitía al doctorando pasar a la sustentación ante un jurado de no menos de
tres profesores. A Alan García no le sale la cuenta. Si llegó a Madrid en
setiembre de 1972, la sustentación de su tesis, si la hubiera hecho, debería
haber tenido lugar en junio de 1976, el plazo más breve. ¿Siguió realmente los
estudios doctorales en Madrid? Todo indica que no. Tampoco su nombre aparece en
la relación de doctores recibidos en la Universidad Complutense, ni en aquellos
años ni posteriormente (portal en internet de esta Universidad). Había en ella
cursos de asistencia voluntaria en determinadas asignaturas que podían durar
hasta un año académico y permitían obtener un certificado de asistencia, que,
obviamente no era un diploma de maestría y menos de doctorado”.
Esta vez no podrá acudir a sus compañeros apristas sembrados en el Poder
Judicial ni en las fiscalías, lo único que le queda es matricularse en la
universidad de su socio y exministro de educación. No tiene otra salida. Aunque
no ha faltado un grafómano incurable que ha pretendido defenderlo desde sus
aburridos textos de “La República” que nadie lee. En “su” universidad podrá
conseguir todos los títulos que se le pida, nadie le exigirá que asista
puntualmente, cumpla con la obligación de entregar trabajos de investigación.
No le tomarán exámenes. Tampoco sustentará una tesis para el grado de doctor
porque sería humillar a un escritor que ha ganado una fortuna vendiendo su
libro “El rey de baraja”.
Unamuno decía con razón: “honrar, honra”. ¿Qué
dirán ahora quienes fueron distinguidos con medallas, títulos y diplomas por Alan García? ¿Se puede recibir
honra de una persona que carece de la menor noción de este un valor
intransferible? ¿Qué honra puede dar quien no la tiene? Seguramente que nunca
dirán que fueron distinguidos por Alan García y refundirán sus medallas al
fondo de un caja destinado a desaparecer con el tiempo. ¿Devolverán las condecoraciones quienes ahora se sienten
defraudados? Imposible, difícil, porque sería doble vergüenza. Entonces, bien
podríamos terminar diciendo: “Dime quien te ha distinguido para decirte cuanto
te has desprestigiado”, como también: “Dime si Alan García te ha condecorado
porque por toda la vida te has jodido”.
(2014)
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