José Carlos Mariátegui acogió con especial atención y entusiasmo, un
texto de ficción enviado desde París por su amigo César Vallejo. Debido al
prestigio del poeta nacido en Santiago de Chuco, Mariátegui lo publicó en la
revista Amauta Nº 8, correspondiente
al mes de abril de 1927 en las páginas 17-18. Se trata del texto titulado Sabiduría y al pie de la página 18,
apareció una advertencia que indicaba: “Capítulo de una novela inédita”. Lo que
indujo a pensar tanto a Mariátegui como a los lectores de Amauta, que se trataba de un adelanto referente a una novela en
plena elaboración o de un nuevo libro de narración, que habiendo sido concluido,
era posible tener después acceso a su corpus total.
En ese entonces, no había editoras
transnacionales como ahora que imponían una industria destinada al consumo
masivo de la literatura, de acuerdo a los cánones de la globalización, cultura
oficial y coloniedad. Era usual que los novelistas publicaran capítulos tras
capítulos sus novelas y que, se coleccionaran sus textos hasta la aparición del
libro en una editora mayor. Se hacía ese trabajo para suscitar interés, entregar
el desarrollo del texto parte por parte y, después editar el libro completo con
la debida publicidad. Muchas veces los novelistas escribían por partes sus
textos, de acuerdo a la acogida de los lectores o decisión de las revistas
literarias. Había revistas especializadas en publicar variados temas de
distintos novelistas, en algunas varios de ellos llegaron escribir hasta cincuenta
libros, sin embargo, han quedado pocos en el registro de la novelística del
siglo XX.
Mariátegui no se extrañó que César Vallejo escribiera una novela, teniendo
como antecedente que el poeta, entonces refugiado en París, había publicado en
1923 en Lima, Escalas Melografiadas, que
tiene doce relatos, a su vez distribuidos en dos secciones: seis estampas
narrativas alimentadas por la fina lírica vallejiana (Cuneiformes), más seis textos de carácter sicopatológicos (Coro de vientos). Es posible que por entonces,
Vallejo hubiera leído algunos textos vanguardistas, pero que debido a su
talento, esa corriente literaria apareció en su relato, como original y propio.
Otro libro fue Fabla salvaje,
publicado también en 1923, se trata en realidad de una novela corta, que indaga
las profundidades abismales y sorprendentes de la psicología humana. Entre
ficción y fantasía, Vallejo presentó el drama de un campesino atrapado en las garras
de la locura y el delirio. También en 1923, publicó el cuento Más allá de la vida y de la muerte. Entonces,
que Vallejo escribiera una novela de largo aliento sí era una novedad grata,
así lo entendió especialmente Mariátegui y lectores de su revista. Hasta
entonces, Vallejo no se había dedicado a escribir concretamente una novela sino
poesía y prosa menor. Pero bastó el hecho que se anunciara una novela suya para
esperar con impaciencia, que algún día llegara al Perú un texto de ficción de proyección
mayor, escrito por un importante poeta peruano.
Sabiduría durante mucho tiempo
también fue tomado como si se tratara de un cuento, aunque no tuviera las
características técnicas ni académicas para ser tal. Esta aparente confusión se
debió en parte a la insurgencia de la literatura vanguardista. Había entonces,
un marcado deseo de romper los géneros, desobedecer las normas y reglas
literarias establecidas para instaurar otras. Es de suponer que ese criterio debió haber sido también con el que
Alberto Tauro del Pino (Tauro 1979: 39) y otros críticos literarios, haya clasificado
a Sabiduría como si se tratara de un
cuento.
Pero ahora que se conocen todos textos en prosa de César Vallejo, es
posible decir contundentemente que Sabiduría
no era ni es cuento. Se trató sin duda de un capítulo de una novela que
escribió antes de abril de 1927. Sabiduría,
no es ni podía ser el comienzo ni el final, porque carece de las peculiaridades
inherentes. No tenía los dones de un primer capítulo destinado a presentar a
los personajes, a la sociedad, al tiempo histórico-literario, la geografía y
mucho menos a un drama humano por desarrollar. No era tampoco un capítulo de la
parte final de una novela. Sabiduría
en síntesis describe y desarrolla la desesperación de un personaje atrapado
entre la conciencia cristiana, la culpabilidad y autocrítica destructiva. En
consecuencia, pudo haber sido un capítulo del proyecto efectivamente de una
novela.
En ese entonces, las novelas clásicas más leídas con grades tirajes, tenían
tres partes: Presentación, se llamaba así a la primera estación, cuando el
novelista presentaba o hacía conocer a los personajes literarios, remarcando desde
la entrada, tanto sus grandezas y miserias humanas. La segunda se llamaba nudo,
cuando se desarrollaba el drama propiamente dicho, haciendo que el lector
quedara atrapado en medio de catástrofes, guerras, pestes, golpes de Estado,
traiciones, amores imposibles, maremotos, terremotos y otras desgracias humanas
increíbles e imprevistas. La tercera se llamaba desenlace, cuando cada
personaje cumplía un destino fatal o feliz, irremediablemente.
A la luz de esta tradición
novelística muy arraigada en el siglo pasado, Sabiduría resultaba sin embargo, un texto suelto, flotante, inubicable,
raro, francamente inexplicable en referencia a un personaje llamado Benites que
trabaja en la mina Mining Societed y que delira enloquecido por una fiebre
destructora, frente a la imagen de Jesús de Nazaret. Pero el anuncio de una
novela de Vallejo alegró a Mariátegui como a la audiencia de sus lectores. El
texto de hecho era cautivante por el estilo del poeta, escrito con un lenguaje proveniente
de su lírica y conscientemente desgranado de su poesía metafísica. Era el
Vallejo, que sin embargo estaba comprometido en plena lectura de textos
marxistas y empezaba su militancia política en París.
Pero un poeta como Vallejo, no podía ser ajeno ni sustraerse a su
condición humana, a sus circunstancias personales, su vida afectiva y mucho
menos de la imposibilidad de tener un trabajo que le permitiera ganar una
remuneración y vivir con dignidad. Esos son hechos que es preciso tener en
cuenta para explicar y ubicar adecuadamente la creación de Sabiduría. Aunque según Georgette, Vallejo tenía un antiguo
proyecto desde 1921 para escribir una novela ubicada en una mina del Perú y que
fue desarrollándola a salto de mata, entre enfermedades, hambres, amores y
penurias económicas. Pero es imposible dejar de afirmar que durante los años 1926
y 1927, Vallejo se interesó por textos y libros de Carlos Marx, los leyó con
fervor y alejó de sus amigos que desarrollaban una intensa como infecunda
bohemia, especialmente en los cafés y bistrós de Montparnasse. Esta aseveración
es posible constatar a través de las crónicas que escribe desde París, en
referencia a temas concretos: ideología y literatura, cultura y política,
surrealismo y marxismo, publicados a través de sus colaboraciones remuneradas,
aunque con poco monto y pagadas siempre con tardanza.
Pero al leer Sabiduría, los lectores de Amauta
sin duda asociaron el estilo y lenguaje propio de Vallejo a sus poemas provenientes
de su libro Los heraldos negros,
publicado en Lima, en 1919. El registro poético es el mismo, así como los
recursos semánticos y fuerte acento metafísico. Por ejemplo: “Hay golpes en la
vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios; como si ante
ellos, / la resaca de todo lo sufrido /
se empozara en el alma... ¡Yo no sé! / Son pocos; pero son... Abren zanjas
oscuras / en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. / Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
/ o los heraldos negros que nos manda la Muerte”. (Los heraldos negros) (Vallejo1970: 7). Como también: “Amada, esta noche tú te
has crucificado / sobre los maderos curvos de mi beso; y tu pena me ha dicho
que Jesús ha llorado, / y que hay un viernes santo más dulce que ese beso”. (El poeta a su amada) (Vallejo 1970:
16-17). Pero además en otras metáforas más significativas: “Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; / me
pesa haber tomado tu pan; / pero este pobre barro pensativo / no es costra
fermentada en tu costado: / ¡tú no tienes Marías que se van!” (Los dados eternos). (Vallejo 1970: 53).
En el entendido que Vallejo, como toda
persona tenía que conseguir un trabajo para vivir y tener cierta comodidad para
escribir, como es sabido, no pudo conseguir una forma de trabajar para dedicarse
a escribir cómodamente. Desde que llegó a París acompañado por el “Chino” Julio
Gálvez Orrego, sobrino de Antenor Orrego, el 13 de abril de 1923, empezó su
calvario que no terminó hasta ser crucificado por el dolor, la pobreza y víctima
de paludismo, el 15 de abril de 1938. En un principio colaboró con la revista España de Madrid y vivió en el bulevar
Raspail 207 (Hotel Carlton) en el Barrio Latino o de los intelectuales. En 1924
soportó un hambre terrible y una infinita pobreza. Fue entonces que le
escribió a Pablo Abril de Vivero, el 26 de mayo de ese año y
dijo: “Yo no tengo, en verdad oficio, profesión ni nada. Sin embargo, tengo
afán de trabajar y de vivir mi vida con dignidad, Pablo. Yo no soy bohemio, a
mí me duele mucho la miseria, y ella no es una fiesta para mí, como lo es para
otros. Usted ha visto mi situación en París. ¿Es que no quiero trabajar? A las
usinas he ido muchas veces. ¿Será que he nacido desarmado del todo para luchar
con el mundo? Pueda ser”. (Vallejo. 2002:72) Como consecuencia de una
situación económica terrible y deterioro de su salud, el 4 de octubre de ese
año fue internado en el hospital de la Clarité, habiendo salido de alta el día
21. Pero el 26 nuevamente fue internado
de emergencia y salió el 28. Fue entonces que Henriette Maisse lo trasladó a
una casa de campo, cerca de Versalles, donde Vallejo recuperó su salud.
Vallejo le escribió a Abril de Vivero en
los siguientes términos, texto que asevera lo anteriormente dicho: “Abril, 19 de octubre 1924. Parece que la suerte
sigue empecinándose en herirme. Esta carta le escribo desde el hospital de la
Clarité, Sala Boyer, cama 22, donde acabo se ser operado de una hemorragia
intestinal. He sufrido mi querido amigo,
20 días de horribles dolores físicos y abatimientos espirituales increíbles.
Hoy, querido Pablo, lo es de negrura negra y cerrada a todo consuelo. Hay horas
más, acaso, mucho más siniestras y tremendas que la propia tumba”. (Vallejo. 2002:87).
Luego escribió varios poemas
en prosa que se publicaron al final de Poemas
Humanos. El 5 de noviembre de 1924
volvió a escribirle a Abril: “Mi querido Pablo: Mi enfermedad se ha alargado
más y más. Ayer hizo un mes que estoy en cama. Después de la operación, me vino
una nueva hemorragia, por poco carga conmigo. La noche de mayo 27, pudo haber
sido fatal. ¡Horrible! Pero hoy estoy otra vez mejor. Ya estoy desde el martes,
en mi cuarto, pero siempre en cama. El médico me ha dicho que guarde cama
todavía y que me cuide... Cornejo, viendo mi situación desesperada, por fin ha
pedido un pasaje de regreso al Perú. Con fecha 30 de octubre marchó la gestión
por correo. Yo le he mandado a decir que sí, que volveré al Perú”.
En efecto, Vallejo frente a una
permanente depresión, pobreza y sentirse mal de salud, decidió regresar al Perú
en calidad de repatriado. Por esa razón presentó una solicitud que fue atendida
por Mariano Cornejo Centeno, abogado, diplomático e ideólogo del régimen de
Augusto B. Leguía, autor del texto “Patria nueva”. En 1925 trabajó como
secretario de los Grandes Periódicos Iberoamericanos ubicados en la Avenida La ópera,
por ese entonces concurría al atelier de la calle Vercingetorix, cerca de
Montparnasse. Vivió en el Hotel Richeliu
y trabajó como traductor de las ediciones de Pierre Roger, afrontó una grave
crisis económica y su salud se deterioró aceleradamente. Viajó por primera vez
a España para cobrar el monto de una beca. No asistía a la universidad para
estudiar Derecho, como exigían los cursos, por lo que dos años después renunció,
además no estaba de acuerdo con la dictadura del general Primo de Rivera.
Según el testimonio de
Georgette de Vallejo: “En el Café de la Régence, frente a la Comedia Francesa,
conoce a Henriette Maisse, quien viene a vivir con él y de la que se separará
en octubre del 28, en víspera de su primer viaje a la Unión Soviética. En julio
aparece el primer número de Favorables
pequeña revista que emprende y financia Juan Larrea que muere en su segundo
número. Vallejo colabora con esta empresa con la más buena voluntad que real
entusiasmo. Obvio, es de agregar que más de 25 años después, y hasta hoy Juan
Larrea se felicita de haber, una vez más, ayudado a Vallejo, abriéndole las
páginas de su mínima revista”. (Georgette. 1978: 24). De modo que con su
contribución es posible aseverar que durante ese tiempo,
Vallejo efectivamente convivió con una mujer generosa como fue Henriette, de
oficio costurera, quien lo salvó de una muerte segura. Como dice Luis Monguio:
“En este mismo año de mil novecientos veintiséis y en París -
días en que Vallejo tenía por compañera a una joven Henriette, el
escritor publicó junto con el poeta español Juan Larrea dos números de una
revista literaria Favorables París Poema,
el número uno en julio y el número dos y último en octubre”. (Monguio: 1957. 61-62).
Sus amigos entre ellos Gonzalo y
Carlos More se reunían en el café de la Régence, frente a la Comedie Francaise,
pero Vallejo asistió pocas veces.
En 1927 renunció a los Grandes Periódicos Latinoamericanos y viajó
a España, después de terminar con Henriette, empezó a vivir con Georgette
Philippard Traves. De modo que es válido suponer que Henriette vio a Vallejo
escribir Sabiduría porque durante ese
tiempo vivía con él. Ahora, es una ocasión para decir que Henriette Maisse ha
sido y es injustamente maltratada por varios biógrafos de Vallejo, quizá porque
Vallejo no la menciona y nunca le dedicó algunas líneas o un poema como debió
haber sido. Ya sea como homenaje o agradecimiento.
Pero, ¿qué tiene que ver Henriette Maisse con
la biografía, producción literaria y el texto Sabiduría de Vallejo? Mucho, sino veamos. Lo salvó de una muerte segura
y ayudó a recuperar su salud, hizo que regresara a París sano, le dio por tanto
comodidad, tranquilidad y alimentos por varias semanas, haciendo un gran
esfuerzo, trabajando denodadamente para cubrir tanto los gastos de la
enfermedad como su retorno a una modesta habitación del Mary Hotel, número 32
de la rue Saint Ana, en la que vivían. Henriette se portó demostrando un amor
infinito a Vallejo en el momento más crítico y decisivo de su existencia. Hay
una pregunta que se han formulado muchos estudiosos de la biografía del poeta: ¿Hubo
ingratitud de parte del poeta con Henriette? Ese es un tema muy delicado
porque, tal como afirman quienes conocieron este hecho de cerca, aseguran que Henriette
se sintió desplazada por la llegada de una “pequeña burguesita parisina”, descendiente
de tradicionales familias francesas acomodadas. Siendo Henriette una
trabajadora manual, una proletaria aunque muy agraciada y dotada de un encanto
especial de su clase social, pero sin mayor preparación intelectual. Se ha
dicho también que no hubiera cumplido el rol que tuvo Georgette, en relación a
los originales y defensa de Vallejo después de su muerte.
No ha faltado un gratuito exégeta de Vallejo que haya inventado un hecho
que ofende tanto la dignidad de Georgette como de Henriette. Ha afirmado que
Georgette buscó a Henriette para decirle que se alejara de Vallejo, que lo
dejara porque había empezado con él un romance. Henriette sorprendida por la noticia y petición formal, pidió que
fuera el propio Vallejo quien se lo dijera y no una mujer. La leyenda negra
dice que Georgette le entregó una fuerte suma de francos para que dejara a
Vallejo y solo así Henriette aceptó retirarse sin decir nada de la habitación
del Mary Hotel. Eso significa que Georgette compró a Vallejo, que Henriette lo
vendió como si se tratara de una mercancía de amor y que Henriette se habría
ido contenta. Nadie podría aceptar esta versión porque si bien Henriette era
una obrera, era sin embargo una mujer digna y jamás hubiera vendido a un hombre
que amaba y así lo demostró por cuanto hizo por Vallejo. De ser cierta esta
versión, el poeta no hubiera podido vivir tranquilo, debido a su conciencia
política y altura moral. La idea es inventar un cargo inaceptable a Henriette,
como si al vender a Vallejo hubiera vivido después tranquila. Nadie vende a un
hombre o a una mujer que ama, nunca. Se trata de una patraña para causarle a
Henriette un daño moral ante la inusitada llegada de Georgette en la vida de
Vallejo. Seguramente que tampoco Georgette hubiera vivido con la conciencia tranquila,
si es que hubiera procedido a tratar a Vallejo como una mercancía amorosa,
conociendo su carácter, esa oscura anécdota inventada, no soporta el menor
análisis. Vallejo nunca se expresó mal de Henriette, estaba agradecido. Sin
embargo, en referencia a sus dos mujeres de entonces, le escribió a Juan Larrea, el 5 de de mayo de 1927 diciéndole. “En cuanto a zorrillas,
peleé con Georgette y le he hecho volver a Henriette. Así son las cosas de
inesperadas. En todo caso, estoy más tranquilo, porque, además, me he vuelto al
hotel Garibaldi, para evitarme complicaciones mujeriles”. (Vallejo 2002: 234)
Una prueba de lealtad, humanismo y amor a
Vallejo de parte de Henriette, fue que haciendo un gran sacrificio, lo trasladó
a una casa de campo que alquiló para que recuperara allí la salud. La carta de
Vallejo a Pablo Abril de Vivero del 8 de setiembre de 1928, es un testimonio
formidable: “Voy a continuar, pues, en el campo el mayor tiempo posible. No
sabe usted el beneficio que me ha hecho el aire campesino. He ganado en un mes
cinco kilos. Mi espíritu se ha fortalecido y, hoy más que nunca, advierto lo
mal que he estado en París. Fue una crisis terrible y muy grave. Hoy me siento
como un resucitado. Los meses de junio y mayo han sido verdaderamente trágicos
para mí y para la pobre chica que me acompaña y que, dicho sea de paso, se ha portado
con mucha nobleza en este trance”. (Vallejo 2002: 299).
“La chica” es Henriette, pero quien ha
dejado una versión fidedigna de la relación a ella, Georgette y Vallejo, es Juan
Domingo Córdova Vargas. Córdova afirma que Vallejo le dijo: “Hemos acordado con
la chiquilla de la que te estuve hablando y que se llama Georgette, unirnos y
vivir en su departamento, aquí a la vuelta del rue Golbert, siendo Henriette el
único obstáculo que tenemos que salvar y, la persona que nos puede ayudar eres
tú porque ustedes se llevan bien, se quieren y se estiman, y te escuchará para
separarnos amigablemente, ella comprenderá. Tú puedes ayudarme”. Me negué –
escribe – Córdova. “Precisamente por la razones de amistad con Henriette, que
acabas de recalcar, justificaría mi intervención para unirlos pero no para
separarlos, sin herir la consideración que me merece”. (Vallejo) se retiró sin
insistir. “Bueno pues, qué vamos a hacer, ¡veré cómo me las arreglo”. Cuando
nos volvimos a ver, me puso al tanto que cómo había llegado a la separación.
“En vista de tu negativa a intervenir, Georgette habló con Henriette y lo
arregló todo”. Me preguntó si Henriette se había despedido de mí al retirare
del hotel, le respondí que no. Siendo tan femenina y delicada, es natural que
se sintiera cohibida para un adiós por súbita separación que rozó su
sensibilidad”. (Córdova: 1994: 213-214). Nosotros tratamos de indagar más
acerca de la relación entre Vallejo con Henriette, pero esta no es ocasión para
repetir lo que ya escrito (Ayala: 1994: Ver separata).
Cuando Vallejo le envió Sabiduría a Mariátegui, al mismo tiempo escribía textos con
evidente contenido ideológico, cercanos a una franca propaganda ideológica y
desafío político a los demás escritores de su época. Así lo demuestra el texto
titulado Los artistas ante la
política, fechado en París, en noviembre de 1927 y
publicado en la revista Mundial, N° 394, del 31de
diciembre de 1927. “El artista – dice - es inevitablemente,
un sujeto político. Su neutralidad, su carencia de sensibilidad política,
probaría chatura espiritual, mediocridad humana, inferioridad estética. Pero
¿en qué esfera deberá actuar políticamente el artista? Su campo de acción
política es múltiple: puede votar, adherirse o protestar, como cualquier
ciudadano; capitanear un grupo de voluntades cívicas, como cualquier estadista
de barrio; dirigir un movimiento doctrinario nacional, continental, racial o
universal, a lo Rolland. De todas estas maneras, puede, sin duda, militar en
política el artista; pero ninguna de ellas responde a los poderes de creación
política, peculiares a su naturaleza y personalidad propias”. (Vallejo 1987:
253-254)
Vallejo se convirtió en un
militante marxista, se sintió convencido que la literatura y al arte en
general, deberían servir para contribuir al cambio social. Asume entonces una
función pedagógica abierta, discute, analiza y predica la necesidad de que los
artistas asuman un rol activo y no pasivo como lo hacían la mayoría de
intelectuales neutros. “La sensibilidad política del artista se produce, -
escribió - de preferencia y en su máxima autenticidad, creando inquietudes y
nebulosas políticas, más vastas que cualquier catecismo o colección de ideas
expresas y, por lo mismo, limitadas, de un momento político cualquiera, y más
puras que cualquier cuestionario de preocupaciones o ideales periódicos de
política nacionalista o universalista. El artista no ha de reducirse tampoco a
orientar un voto electoral de las multitudes o a reforzar una revolución
económica, sino que debe, ante todo, suscitar nueva sensibilidad política en el
hombre, una nueva materia prima política en la naturaleza humana”. (Vallejo
1987: 254)
Este texto traduce no solo
la disciplinada militancia de Vallejo, sino que además es posible apreciar
hasta qué punto creía que era posible crear otra clase de cultura política y
tener una distinta visión del mundo a través del marxismo: “El artista debe,
antes que gritar en las calles, - decía- o hacerse encarcelar, crear, dentro de
un heroísmo tácito y silencioso, los profundos y grandes acueductos políticos
de la humanidad, que solo con los siglos se hacen visibles y fructifican,
precisamente, en esos idearios y fenómenos sociales que más tarde sueñan en la
boca de los hombres de acción o en la de los apóstoles y conductores de
opinión, de que hemos hablado más adelante. Si el artista renunciase a crear lo
que podríamos llamar las nebulosas políticas en la naturaleza humana,
reduciéndose al rol, secundario y esporádico, de la propaganda o de la propia
barricada, ¿a quién le tocaría aquella gran taumaturgia del espíritu?” (Vallejo
1987: 255)
Entonces,
cuando Vallejo tenía una
definida formación marxista y además se convirtió en un sacrificado militante,
escribió la novela titulada El Tungsteno en tres semanas, porque ya
tenía el guión y la edición comprometida. Se adscribió conscientemente a la
corriente llamada “Realismo socialista”, y empezó a escribir con
un compromiso confeso, a fin de denunciar la explotación, abusos y sufrimientos
de campesinos y trabajadores en una mina de tungsteno ubicada en el Perú. El mensaje
y contenido político fue muy claro, advirtió la forma de penetración del
capitalismo norteamericano en el Perú, con la complicidad de un régimen
corrupto, en una República políticamente convertida en una moderna colonia política
y económica.
En 1931, cuando Vallejo publicó El Tungsteno en la
colección La novela proletaria en la
histórica Editorial Cénit (Madrid), junto a otras novelas de carácter social y
político como El don apacible de Mijail
Sholojov y 100 por 100 de Upton
Sinclair, apareció en plena
depresión económica mundial y se produjo un avance de las ideologías marxistas.
Por lo que tuvo una gran aceptación especialmente entre los jóvenes escritores
de entonces. Así sucedió con Ciro Alegría quien recibió el impacto literario e
ideológico, como también según la afirmación hecha por José María Arguedas, quienes
tomaron conciencia del rol que debían tener frente a la realidad de la que procedían
y vivían. Los pocos ejemplares que llegaron al Perú, fueron leídos especialmente
en los sindicatos de trabajadores y algunos periodistas de Lima.
César Vallejo en vista de su pobreza y
dificultades para vivir en París, decidió regresar al Perú, habiendo
efectivamente gestionado y recibido el dinero para ese hecho. Pero no fue así
porque Vallejo usó ese monto para viajar a Rusia, tal como lo asevera su viuda.
“Pronto muy seriamente enfermo, - dice - tiene que retirarse a los alrededores
inmediatos de París (Ris Orangis), a fines de junio (1928), para poder
restablecerse, físicamente, al menos.
Transcurre el verano. Más o menos está
repuesto en vísperas del otoño.
Ha recibido cincuenta libras, suma que
otorga el Perú a todo peruano deseoso de regresar a su país. Provisto de un
mínimo de conocimientos marxistas, Vallejo viaja de frente a la Unión soviética
(octubre 1928), guardando la secreta esperanza de fijarse en Moscú.
Es necesario aclarar aquí, de paso,
que Vallejo – contrariamente a ciertas aserciones – no tiene intención
del volver al Perú; pero, ya leninista, no vacila en pedir su pasaje de
regreso, lo que le representa cincuenta libras que nos recuerda al tren
blindado de Lenin.
El 19 de octubre, día de su partida, escribe
a Pablo Abril: ‘Me doy cuenta que mi rol en la vida no más éste ni aquél y que
aún no he hallado mi camino… Quizás en Rusia lo halle ya que en este otro lado
del mundo donde vivo, se mueven por resortes más o menos semejantes a las
enmohecidas tuercas de América’. Y el 29, de Moscú mismo: ‘No creo que podré
quedarme en Moscú. Lo del idioma es terrible. Volveré a París dentro de pocos
días y de allí le escribiré”. (Georgette: 1978: 26).
Entonces, ¿el texto Sabiduría era parte de una novela
trunca o inconclusa? Ocurrió que Vallejo decidió fundir ese texto en la novela Tungsteno, para la publicación en 1931, de
modo que ahora sí se puede aseverar que en 1927 tenía varios folios avanzados
de una novela que trababa sobre el impacto del desarrollo del capitalismo y un
moderno colonialismo económico en el Perú. Ocurrió que entonces decidió publicar un capítulo
precisamente como un avance de un texto de largo aliento. Al encontrarse en
Madrid, propuso a la Editorial Cénit escribir una novela proletaria, como
expresión de una literatura comprometida, destinada a formar una evidente
conciencia política izquierdista en la clase trabajadora y los intelectuales.
Así, Sabiduría se convirtió en Tungsteno.
Ayala, José Luis.
1994. El cholo Vallejo. Editorial Fimart S.A. Lima
Córdova Vargas, Juan Domingo.
1995 César
Vallejo del Perú profundo y sacrificado. Jaime Campodónico. Lima.
Monguio, Luis.
1952. César Vallejo, vida y obra. Editorial Perú Nuevo. Lima.
Tauro del Pino, Alberto.
1997 Amauta y su influencia. Talleres Gráficos de la Librería Editorial
Minerva. Lima.
Vallejo, César.
2002 Correspondencia
completa. Pontificia Universidad Católica del Perú. Talleres
Gráficos
de Editorial e Imprenta Desa S.A. Lima.
Vallejo, de Georgette.
1978 Allá
ellos. Allá ellos. Allá ellos. Editorial Zalvac. Lima.
Vallejo, César.
1987 Desde Europa. Crónicas y artículos. Recopilación, prólogo, notas y
documentación de Jorge Puccinelli. (1923-1938). Ediciones Fuente de Cultura
Peruana. Editorial Gráfica Labor. Lima.
Vallejo, César.
1970 Obra completa. Casa de la Américas. Colección Literatura
Latinoamericana. Instituto del libro. Publicado por Casa de la Américas, La
Habana.
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