Este es
un tema relacionado especialmente con la cosmopercepción andina y la cosmología
que es la ciencia acerca del origen del universo, también con la dialéctica,
runasofía, jaqisofía y la religión
cristiana. Sobre todo con el estudio y desarrollo de la religiosidad andina. Es
un tema muy complejo y la bibliografía es muy escasa. No obstante, fue el
cronista Huaman Poma de Ayala, la primera persona en registrar el primitivo nombre
de Huancané. En efecto, en Nueva Crónica
y buen gobierno afirma que había en el altiplano una comarca o poblado
llamado Waqani. En consecuencia, si
nos atenemos a las raíces filológicas del puquina, quechua y aymara, se trata
de un lugar donde había una gran waqa
qala.
¿Qué era una waqa wala para los reinos
del altiplano como los llaman Pablo Macera y Hernán Amat Olazábal?, una waqa qala
era y sigue siendo una representación física de la religiosidad andina. El
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, no registra la palabra waqa
qala. En cambio estos vocablos aparecen en los textos de casi todos los
cronistas que se ocuparon de registrar los hechos históricos con una visión
prohispana.
Además habría que indagar, ¿qué idiomas se
hablaron en el altiplano? Según los trabajos de Martha Hardman, Alfredo Torero,
Waldemar Espinoza Soriano y Rodolfo Cerrón Palomino, se hablaron las lenguas uru,
puquina, quechua y aymara. Es que no hay pueblos sin lenguas propias o
impuestas. Entonces, para tener una visión amplia en referencia a los cronistas
que registraron los hechos en idioma español, de acuerdo a la fuerza de la
invasión de España imperial al Tahuantinsuyo, bien podríamos empezar por citar
a Juan Polo de Ondegardo. Fue el primer cronista en llegar al altiplano donde
había una waqa qala y se veneraba a
los dioses andinos.
Es posible que Polo de Ondegardo haya nacido
en Valladolid, murió en La Plata en 1575, fue sobre todo un funcionario español,
pero dejó un valioso testimonio después de haber radicado sin duda un tiempo en
Waqani, palabra que después se
convirtió en el vocablo Huancané. El texto titulado Tratado y averiguación sobre los errores y supersticiones de los indios,
data de 1559, fue publicado en 1906 en la Revista Histórica, órgano del Instituto Histórico del Perú, dirigido
por Carlos Alberto Romero. Un segundo texto es Informe del licenciado Polo de Ondegardo al licenciado Briviesca de
Muñatorres sobre la perpetuidad de las encomiendas en el Perú, data de 1561,
fue publicado también por Carlos Alberto Romero en 1940.
Polo de Ondegardo, fue el primer cronista
en llamar Nación Aymara al conjunto de comunidades humanas del altiplano. Una
de sus observaciones más importantes se traduce en la afirmación, respecto a la
existencia de una gran waqa situada en el centro de aquel
poblado. En efecto, debió haber sido hasta 1950 en que a un lado de la antigua
torre del templo San Santiago de Huancané, había una enorme waqa qala. Fue el cura español Luciano Cuestas,
franquista, fascista y enemigo de la República Española, quien dispuso
dinamitar una piedra grande que era lo único que quedaba de la waqa a la que refieren Huaman de Ayala y
Polo de Ondegardo. Después de la misa de la Santísima Cruz de Mayo, todos los
años, especialmente los puli pulis,
daban varias vueltas a la waqa qala y
luego se retiraban a sus comunidades y parcialidades.
Es inherente decir que encima de la gran waqa qala
fue construido el templo San Santiago de Huancané. Y sucedió que en 1780 el
pueblo de Huancané fue destruido por las huestes de Pedro Vilca Apasa. Según
relata Modesto Basadre en su libro Riquezas
peruanas, asevera textualmente que talaron Huancané, Basadre fue subprefecto en Azángaro y en Huancané.
Por eso sabemos que Inti Condorena, gran dirigente de la comunidad de Joratha,
acompañó a Pedro Vilca Apasa a incendiar el pueblo, degollar a todos los
españoles y sus descendientes, luego de destruir los cimientos de Huancané, por
lo que el pueblo fue reducido a cenizas. De allí proviene el célebre mote que
tenemos: huancaneño mata cura.
Pero Pedro Vilca Apasa como Inti Condorena
y sus lugartenientes fueron descuartizados y degollados vivos, en la plaza de
Azángaro el 8 de abril de 1782, bajo la supervisión del corregidor Lorenzo de Sata
y Subiria, padre del héroe azangarino José Fermín de Sata y Busy, quien participó
en la guerra de la Independencia de Venezuela. Es que la historia no es solo la
madre de la vida como decía Lucio Céneca, es sobre todo la larga duración de la
memoria en el tiempo y no se puede hablar de la Santísima Cruz de Mayo, si no
se tiene en cuenta la contribución de las ciencias sociales, la economía, las
coyunturas históricas, tal como teorizó Fernand Braudel, a través de sus
trabajos en Los Annales.
Precisamente, esta breve referencia histórica
sirve para conocer los orígenes de la Santísima Cruz de Mayo. Pedro Vilca Apasa
como Inti Condorena no solo incendiaron el templo San Santiago Apóstol,
extrajeron de su interior a todos los curas y españoles acompañados de sus
hijos que se refugiaron en el interior. No quedó ni una sola casa en pie, tal
como escribieron Modesto Basadre, José Domingo Choquehuanca y el Dr. Francisco Mostajo, que fue juez en
Huancané y tuvo acceso a documentos más antiguos. Habría que leer el libro de
Augusto Ramos Zambrano: J.D.
Choquehuanca, el cantor de Bolívar. Los caciques Chukihuanca y sus testamentos.
Entonces, ¿desde
cuándo se festeja la Santísima Cruz de Mayo? Desde que se construyó el templo
San Santiago Apóstol. Según la documentación de la época, el templo comenzó a edificarse
en 1674, siendo el maestro albañil Pascual José de la Fuente, quien recibió la
cantidad de 2,800 pesos corrientes. Años después fue construida la capilla
Nuestra Señora de la Concepción, situada en la esquina de la Plaza de armas y
la calle Lima, pero fue destruida por un escribano que se adueñó del terreno,
después se convirtió en una sala de proyecciones de películas. Lo que nunca se supo
es: ¿dónde está la campana llamada María Angola que tañía en la torre de barro
del templo San Santiago? ¿Dónde están las campanas de la capilla Nuestra Señora
de la Concepción? Es más, ¿dónde están los lienzos y cuadros de esa capilla?
¿Cómo permitió la sociedad huancaneña se derruyeran la torre y desaparecieran las
cinco campanas. ¿Cómo permitió que se llevaran las campanas de la capilla?
No hay registro alguno respecto al culto a la Santísima Cruz de Mayo
entre 1674 y 1780 cuando Huancané prácticamente desapareció del mapa del
virreinato del Perú. Solo después de algunos años hubo una repartición de
terrenos y las nuevas familias llegaron especialmente de Arequipa y Bolivia.
Esa es la razón por la cual en Huancané no hay casas antiguas, la primera
oficialmente instalada correspondió a Antonio Riveros, ciudadano boliviano que
fue dueño de varias haciendas y acompañó
a la lucha social emprendida por Juan Bustamante “El viajero”. Como es sabido,
la insurrección de Juan Bustamante se desarrolló en Chupa, Samán, Azángaro y
Lampa. El 30 de octubre de 1868 entró a Puno. Pero las fuerzas represivas del
subprefecto Andrés Recharte lo derrotaron en la batalla de Pusi el 2 de enero
de 1869. Después de un horrendo sufrimiento fue decapitado. Sus partidarios de
Huancané fueron apresados, torturados y expulsados del Perú. Emilio Vásquez ha
narrado la participación en la lucha contra el gamonalismo, en referencia a una
persona controvertida como fue Antonio Riveros.
No existe en realidad una referencia
fehaciente cuándo sucedió que el apu Poqopaka se convirtió en Calvario.
La más antigua versión corresponde a la memoria social, a la etnohistoria, al
desarrollo de la memoria colectiva. En efecto, según la cosmogonía, un campesino encontró una parte
de la cruz que existe en el templo de Carabuco. Esta versión es plenamente aceptada
porque se trata de la cruz donde murió Thunupa. El Puerto Mayor de Carabuco, es la capital de la 3ra. Sección de
la provincia Camacho del Departamento de La Paz. El templo se encuentra al
noreste de la plaza principal y fue construido a fines del siglo XVI. La Unidad
Académica Regional La Paz de la Universidad Católica San Pablo, ha publicado el
libro La iglesia de Carabuco, en el
que es posible leer que la cruz del Thunupa se conserva pese al tiempo
transcurrido. La otra versión es que un pastor encontró la imagen de la Cruz en el cerro Poqopaka y luego se convirtió en la Cruz
de Mayo.
Así, ahora se trata de establecer un discurso dialéctico posmoderno y
permita reconstruir desde el principio cuando el Apu Qullana awki creó el universo, la vida y a los seres humanos. La
historia comienza en el purun pacha, cuando
el hombre y la mujer fueron creados de dos piedras que recibieron el aliento
del Padre Creador y empezaron a poblar la tierra. Luego esta idea llegó hasta
el sistema de gobierno incaico, sobrevivió a la colonia y volvió a resurgir con
el proceso de descolonización ideológica de la cultura, alentada especialmente por
las ciencias sociales.
En efecto, como dice Rosina Valcárcel en referencia a los mitos: “El
discurso mítico estuvo estrechamente ligado a los sucesos relativos al problema
agrario y la consolidación del poder en
manos de la casta imperial. En la cita anterior se reitera ‘el poder
sobrenatural’ del ‘dios viviente’ y de la destrucción de mitos que no encuadran
dentro de los términos del mito solar, y que estaban contra la legitimación del
poder estatal.
El poder inca era un todo homogéneo, puesto que su proceso de consolidación
no fue muy largo. La imposición ideológica asumió características particulares
según la naturaleza de los reinos locales. Mariátegui opina que los dioses incaicos
reinaban sobre una multitud de divinidades menores que, anteriores a su imperio y arraigadas en el suelo
y el alma de los indios, como elementos instintivos de una religiosidad primitiva,
estaban destinados a sobrevivirles”. 1
Desde el principio cuando se desarrollaron los reinos del altiplano, se
estableció una jerarquía de mitos aunque todos tengan el mismo origen histórico.
En algunos lugares muchos de ellos desaparecieron debido a la imposición
política de más fuerte o dominante como fueron los incas. Luego implementó la tarea
de extirpación, la iglesia católica. No
obstante, es preciso tener en cuenta la mitología andina y su evidente
jerarquización, de acuerdo a las clases dominantes de cada cultura, aunque
todas tengan un común denominador, la religiosidad como mecanismo de dominio de
la colectiva de la derrota e imposición de imágenes de parte de los vencedores.
Por eso es preciso tener en cuenta la presencia de los apus.
¿Qué es un apu? Recurramos a un antropólogo como es Rodolfo Sánchez
Garrafa, que mejor ha estudiado el tema:
“Para los
andinos, los apus son seres de poder,
intermediarios eminentes que actúan en Kaypacha
o interfase ubicada entre los espacios fundamentales
del cosmos. Las montanas o dominio de los apus
constituyen, por su parte, espacios liminares entre Jananqpacha y Ukhupacha.
Esta concepción nativa se mantiene y reconstruye,
en tanto en la estructura mitológica cuanto en los contenidos de trama
argumental que conserva la tradición oral.
Los mitos organizan recursos lógicos que la gente
emplea para disponer de parámetros con los cuales moverse en una situación
dada. El corpus mítico sobre los apus
opera como un superdiscurso que proporciona recursos para ubicar acontecimientos
puntuales y cotidianos en el marco de una visión global coherente y del
acontecer mayor. Por otro lado, los casos estudiados permiten advertir que la
imagen de la totalidad percibida por hombres tiene diversos niveles de
concreción y que el discurso mítico
organiza lo aprendido de manera
coherente. Mediante códigos estructurados y prefigurados, los relatos
incorporan y transforman nuevos contenidos en nuestra memoria genética. Tales
códigos parecen ser todavía indispensables, tanto para almacenar nueva información
cuanto para comunicarla” 2
Entonces, no se puede hablar de la Historia
de la Santísima Cruz de Mayo, si no se tiene en cuenta estas consideraciones y
además otras que corresponden al estudio del subconsciente colectivo, a la
memoria atávica, costumbres, conducta social de quienes creen en milagros,
promesas de regresar varias veces para subir al calvario. Tiene mucho que ver
con el estatus social y económico de los alferados. “Pasar” la fiesta de la Cruz de Mayo, es un
modo de tener un espacio en una sociedad escindida, jerarquizada, dividida en
clases sociales a pesar del proceso de cholificación dinámico del que empezó a
teorizar Francois Bourricaud, quien
publicó Cambios en Puno (1962).
También se han ocupado de este tema José Matos Mar, Nicolás Lynch y Aníbal
Quijano entre otros científicos sociales.
Parecería que la Fiesta de la Cruz de Mayo,
es una expresión solo de la fe
1.-Rosina
Valcárcel. Mitos, dominación y
resistencia andina. Universidad Nacional Mayor de san Marcos. Pág. 119.
Lima, 2013.
2.-
Rodolfo Sánchez Garrafa. Apus de los cuatro suyus. Reconstrucción del mundo en
los ciclos mitológicos de las deidades montaña. Centro Bartolomé de las Casas.
Pág. 327. Cusco. 2014.
cristiana
de un pueblo indómito, pero no es así. Se trata de una reminiscencia del pasado
andino, es una forma de celebrar la presencia y vida de los apus. En el centro de toda la fiesta
está viva la presencia del Thunupa, los achachilas y seres cosmogónicos que
llegan para la fiesta. Todo se concentra en el apu Poqopaka, donde la visión cosmogónica se hace realidad. Como
dirían seguramente Raúl Roa Bastos, Gabriel García Márquez y Alejo Carpentier,
es la más grande manifestación de lo real maravilloso. Todo empieza con las
velaciones y ponches de enero, luego viene la víspera, la subida al calvario,
el día 3 de mayo es el día central de la fiesta. El día 4 ofrece una recepción
el nuevo alferado que tendrá el cargo la fiesta del próximo año. En esa misma
fecha se comprometen los devotos para pasar la fiesta en los años
subsiguientes. El día 5 es la despedida.
Estamos entonces, frente a una
manifestación mágico religiosa, en el centro y vorágine de una eclosión cósmica,
en la proyección de la subconsciencia colectiva. Es así como se expresa y
exterioriza el sentimiento plural de un pueblo cuyas angustias colectivas no se
han curado todavía. Es también la emergencia de una alegría reprimida de las clases
sociales, que se expresan bailando, bebiendo y olvidando por unos días la
insoportable coloniedad que dura tantos años. Es, más allá de la fe religiosa,
una fiesta que convoca a los huancaneños heridos por la nostalgia y la
distancia. Concurren los hijos que regresan para ver sus casas lamidas por la
lluvia y el paso de los astros. También es una razón para vivir en medio de una
violencia social que destruye la ilusión de subsistir en un mundo adverso.
Pero Huancané
no es un pueblo como equivocadamente se dice: huanca chirihuano, esa es una
impostura y un grave insulto a un pueblo hispano-quechua-aymara. De allí la
necesidad de revisar y rescribir la historia de nuestro pueblo. Los chiriguanos
pertenecen a la nación Avá guaraní, nombre de la cultura guaraní, radicada en el sur de Bolivia, oeste de Paraguay y noroeste de Argentina. Los incas les pusieron el mote
de chiriguanos o “los que mueren de
frío”. Decir que Huancané es tierra huanca chiriguana es desconocer nuestra
auténtica identidad, es una agresión a un pueblo milenario cuyas raíces y
memoria tienen por lo menos cuatro mil años.
Finalmente quisiera hacer un pedido formal. Que a partir de esta fecha,
con el alferado XXX empiece a conservarse los mantos bordados de la Santísima
Cruz de Mayo y se establezca un museo, ya sea en Lima o en Huancané. Además que
cada alferado escriba una memoria, un testimonio de la fiesta que le tocado
pasar con tanta devoción cómica y sideral. Es decir, que cada alferado deje un registro
de quienes participaron en la fiesta. Mejor todavía si en Huancané se establece
un museo de todas las festividades de cada año. ¿Cuántos mantos se han confeccionado
hasta ahora y dónde están? Nadie sabe porque no hay un registro de la memoria.
Se trata de preservar no solo la historia de nuestro pueblo, sino de escribir
crónicas testimoniales para que los historiadores del futuro tengan la
información referente a la histórica de la memoria y registro social de la
genética colectiva. Un pueblo que no preserva la memoria histórica está
destinado a cometer los mismos errores del pasado.
Entonces, nada de pueblo huanca chiriguano, sino de un pueblo inmortal
cuya cultura es hispana, quechua, aymara. Afirmar lo contrario es negar nuestro
pasado.
Gracias me ayudo en mo trabajo
ResponderEliminarmuy interesante
ResponderEliminarParticularmente este texto expresa mi sentir lo que siempre afirme toda vez diciendo no soy huanca ni chiriguano soy un lugareño bañado con distintos matices culturales en mayor parte aymara toda vez que soy aymara de nacimiento estube en lo cierto , ya antes habia estado leyendo pero con esta lectura estoy convencido que lo que afirmaba es cierto QUE BUEN APORTE SALUDOS
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