CARLOS MORE,
AMIGO DE CÉSAR VALLEJO.
César Vallejo y Carlos More
Los hermanos Federico, Ernesto, Gonzalo y
Carlos More Barrionuevo, todavía no tienen un biógrafo común para conocer mejor
lo que hicieron a lo largo de sus existencias llenas de magia, poesía, música,
periodismo, política y bohemia. Sin embargo, estuvieron dotados para ser
grandes escritores, periodistas, artistas y personas vinculadas a la política.
Ninguno quiso convertirse en hacendado y
hacerse cargo de la administración de los fundos de la madre. Hasta que
finalmente, la Reforma Agraria devolvió a los campesinas miles de hectáreas que
desde siempre fueron de ellos.
Ninguno tampoco optó por ser un profesional
e insertarse en la vida civil, acumular dinero y propiedades. La economía
familiar permitía que estudiaran ya sea en universidades del Perú o el
extranjero. Cuando los padres se sintieron ancianos y sin fuerzas para seguir
explotando las haciendas ubicadas en Lampa, llamaron a sus hijos y ninguno
regresó para ser un gamonal. Prefirieron una vida llena de aventuras, poesía,
viajes, música y asistir a la Bohemia de Montparnasse del París (siglo XX).
Ernesto y Carlos se fueron a París y luego llegó Gonzalo para quedarse hasta la
muerte juntamente con su esposa, la bailarina Helba Huara.
Ernesto regresó a Lima y dedicó al
periodismo y política. Carlos se fue a trabajar a Vilquechico para hacerse
cargo del Centro Textil Indígena. Federico desarrolló una intensa actividad
periodística. En cambio Gonzalo prefirió la bohemia, la acción política, ser un
militante de la República Española, un marxista emocional y gozar del intenso
amor y sexo con Anaís Nin. Leer a Anaís Nin es llegar al orgasmo o siquiera
alguna vez haber tenido una aventura con una mujer como ella. Voluptuosa, rica,
multiorgásmica, sensual al ciento por ciento, provocativa, siempre lista para
un combate personal, no le importaba la censura ni lo que dijeran de ella. Leer
La casa del incesto, es francamente
alucinante el desarrollo de las acciones sexuales con su padre, el músico
cubano Joaquín Nin.
Juan Domingo Córdoba Vargas, era muy joven
cuando llegó a París y conoció a los hermanos Ernesto y Carlos More. A través
de ellos llegó al círculo de César Vallejo y se hicieron muy amigos. Hasta que
finalmente, después de haber trabajado muchos años como magistrado en el Poder
Judicial, decidió escribir un libro lleno de testimonios acerca de su amigo el
poeta nacido en Santiago de Chuco. Cuando en 1995 apareció el libro César Vallejo del Perú profundo y
sacrificado,
fue
también posible conocer varios hechos en referencia Carlos More, aunque el
personaje central es César Vallejo. En determinado momento, Juan Domingo
Córdova Vargas, cuenta:
“Una tarde fueron al hotel a visitarle los
hermanos Carlos y Ernesto More y a la salida pasaron por mí, encaminándonos al
café ‘Royal’ y, luego de unas cervecitas; Carlos se puso a rasgar su charango
acompañando nuestros cantares; más tarde tomamos un taxi descubierto a Montparnasse
y al cruzar el Sena por el puente del Carrousel, Vallejo se puso de pie y en actitud
de niño engreído, altanero, golpeando el piso con su bastón y mirando desafiante
a todas partes lanzó a los vientos un ‘Granputas’, ¡cabrones!, quedando a la expectativa
en espera de una reacción, pero como no hubo ninguna volvió a la carga:
‘Granputas’, ¡cabrones!, pegándose un sentón al desviarse el taxi para seguir
por la rue de Saintes Péres. En tanto la
foule discurría sin percatarse de la existencia del terrible desfacedor de
entuertos, que siguió enfurruñado el resto del trayecto a ‘La Rotonde’, de
donde después de una charla con lagunas y suspensos propios de su estado, parándose en firme a la salida se puso de
declamar, con energía, los versos de Manuel Acuña:
Pues
bien yo necesito / decirte que te adoro /
decirte que te quiero / con todo el corazón / que es mucho lo que sufro
/ y es mucho lo que lloro / que ya no
puedo tanto / y al grito que te imploro
/ te imploro y te hablo en nombre / de
mi última ilusión.
Agregando con exaltación: ‘Así se canta,
así se abre el pecho a la mujer amada, cara a cara, rotundamente’.
Nos
sorprendía la pasividad y tolerancia con que en estas circunstancias nos
trataban los taxistas, tan celosos guardianes del correcto comportamiento que debía observarse en sus vehículos, que al
menor desmán de sus pasajeros los hacían descender sin contemplaciones y en caso
necesario con ayuda de la policía, lo mismo que nos ocurría con el personal y
parroquianos del café ‘Royal’ que soportaban sin llamarnos la atención ni alterarse
por el alboroto que armaba Vallejo y su conjunto de voces destempladas y el
rasgar infantil y disonante del charango de Carlos More, siendo como era un
establecimiento en pleno centro de París, diferente a los barrios de clientela
bohemia o turística, nada atentos a la rigidez de las costumbres observadas de
acuerdo al espíritu severo e intolerante del francés, Celoso guardián del
prestigio ciudadano de París.
……
Y venían las evocaciones típicamente
vallejianas, de resabios pueblerinos, melancólicos, tristes, de llanto y
clamores desolados, y cantares tiernos e ingenuos, interrumpidos de rato en
rato para fijar la mirada en el firmamento en la noche cerrada o en la naciente
claridad del amanecer, quedándose en actitud contemplativa para volver a su llanto de niño abandonado y
perplejo.
Al río de
la Huanchaca / me voy a mandar echar / cosa que ni sufra ni
sienta
ni sepa lo que es amar, / cosa que ni sufra ni
sienta / ni sepa lo que es querer.
Un corazón
de madera / me voy mandar hacer / cosa que ni sufra ni sienta / ni sepa lo que
esa amar / cosa que ni sufra ni sienta / ni sepa lo que es querer.
Un
corazón de madera / me voy a mandar hacer / cosa que ni sufre ni sienta / ni
sepa lo que es amar / cosa que ni sufra ni sienta / ni sepa lo que es querer.
Tú me
enseñaste a querer / y también a
aborrecer. / No me enseñes a olvidar / porque eso no he de aprender.
No se
puede, no se puede / olvidar a quien se
quiere / porque el amor verdadero / al
pie de la tumba muere.
¡Ay! Tú no
llorarás, / mañana cuando me vaya / ya
no tendré quine me llore / sino una triste campana.
¿Quién
toca la puerta? / ¡Señora, soy yo! / ¡Vengo por las cartas / mañana me voy!
Arbolito,
¿qué haces en la playa?/ préstame tu sombra / antes que me vaya.
Ya
rendido por el agotamiento volvía a sus clamores por la madre y el hogar imposible de Santiago de Chuco. ‘!Yo quiero
ir a mi casa! ¡Llévenme a mi casa! ¡Yo me voy a mi casa! Y se echaba a caminar
rezongando no sé qué cosas. A veces en una reacción violenta se detenía
gritando, beligerante: ‘Cómanselo todo, no me dejen nada. Yo no quiero nada’, y
lloraba zapateando sobre un solo pie, apoyado en el brazo de Henriette o en el
mío”. 1
Pocos biógrafos de Vallejo señalan la
amistad de Henriette Masse con Carlos More. Pero Henriette amó intensamente a
Vallejo y no lo abandonó cuando cayó enfermo. En varias cartas de Vallejo a su
amigo Pablo Abril de Vivero, nacido en Lima el 28 de octubre de 1892 y
fallecido en Montevideo el 11 de abril de 1987, hermano del poeta Xavier, se
queja de su pobreza. Pero al mismo tiempo reconoce la generosidad de Henriette.
Córdova dice: “En Vallejo el sentimiento de amistad procedía del ancestro y de
las arraigadas costumbres lugareñas, que establecían una unidad familiar, de
afecto, respeto y consideración en el arraigo con el amigo y este sentimiento
es el que primaba en el mundo vallejiano en París, en el que solo reservaba sus
confidencias sobre lo más íntimo y entrañable, para el amigo que sentía más cerca. Ese amigo era yo, serrano de sus serranías
andinas, compañero inseparable. Sus reuniones se desenvolvían, por lo general,
en grato ambiente nativo, animado por las maneras y dichos de Vallejo, sin que
faltaran las celebraciones con los brindis de estilo como el de la ‘la vida es
una …. ¡Bebámosla!’
El mundo vallejiano estaba constituido por
Julo Gálvez Orrego, Osmán del Barco, José Varela Arias, Armando Bazán,
Macedonio de la Torre, los hermanos Ernesto y Carlos More, Raúl de Verneuil,
Alfonso de Silva, Jorge Seoane, Demetrio Tello, Manuel Chávez Lazo, José Macedo
Mendoza, Xavier Abril en sus ocasionales visitas a París y Juan Luis Velásquez. Unos
integraban el núcleo y otros giraban por la periferia, pero todos unidos en el afecto y admiración a Vallejo. Se destacaba en el grupo con caracteres
propios de su alta calidad personal e intelectual, el escritor y poeta Juan
Larrea, el amigo que lo lanzó a la fama, colocándolo en el lugar que corresponde
a su gloria poética” 2
1.- Juan Domingo Córdoba Vargas. César Vallejo
del Perú profundo y sacrificado. Págs. 127-128. Jaime Campodónico editor.
1995. Lima.
2.- Juan Domingo Córdoba Vargas. César Vallejo
del Perú profundo y sacrificado. Págs. 177. Jaime Campodónico editor. 1995.
Lima.
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