Hace
exactamente 204 años, que Dionisio Inca Yupanqui, el 16 de diciembre de 1810 en
las Cortes de Cádiz dijera: “Un pueblo que sojuzga a otro no puede ser libre”. Se
refería no solo a las crueldades, genocidio y explotación inmisericorde de parte
de los españoles, sino a la bárbara represión después de que fuera degollado
vivo José Gabriel Túpac Amaru II, el verdadero “Padre de la Libertad del Perú y
América del Sur”, en la plaza de Cusco el 18 de mayo de 1781. Entre las tantas medidas
represivas dictadas por el cruel visitador José Antonio de Areche, la administración
colonial desde Madrid, por Cédula Real del 21 de abril de 1782, prohibió la circulación
y lectura de Los Comentarios Reales del
Inca Garcilaso de la Vega,
por considerarlos muy peligrosos para el sistema colonial porque recordaba la
grandeza, equidad y religiosidad del sistema de gobierno incaico.
Quedaron prohibidas igualmente
las celebraciones de la religiosidad andina, pero sobre todo la concurrencia de
quechuas y aymaras de cacicasgos, ayllus y comunidades, a los acontecimientos
de orden agrario y religiosidad comunal. Consecuentemente se prohibió el uso de
instrumentos musicales ancestrales creados por las antiguas culturas peruanas.
Este hecho no ha sido debidamente registrado por quienes se han ocupado acerca
de los orígenes, desarrollo y modernización de la música quechua y aymara, particularmente
en la evolución de los sikus o
zampoñas. Este instrumento maravilloso, aparte de las virtudes estéticas y
técnicas que posee, tiene que ver también con la lucha de resistencia cultural durante
muchos siglos, pero ha sobrevivido por su grandeza, contenido sincrético, magia
sideral y fuerza cósmica a la ideología dominante. Es un admirable instrumento
en el sentido más amplio de la semántica y está destinado en el futuro, a tener
un rol central en el histórico proceso de descolonización cultural de las ideas
dominantes.
Dionisio Inca Yupanqui, no
ocupa el lugar que le corresponde en la historia del Perú de corte colonial y
derrotista. Es una visión de los vencedores para formar una mentalidad
fraccionaria, humillante con evidente falta de auto estima y acentuadamente discriminatoria.
Hace falta una historia inteligente, dialéctica y crítica, con una distinta
ideología pedagógica que se proponga acabar con la coloniedad y educar para
cambiar al Perú. Perso sobte todo para que incorpore a tantos personajes
injustamente olvidados, como Fernando Túpac Amaru Bastidas, Juan Bautista Túpac
Amaru Monjarrás, Micaela Bastidas, Tomasa Tito Condemayta, Rita Puma, naturalmente
a Dionisio Inca Yupanqui, José Faustino Sánchez Carrión, etc., etc. Entre
tanto, habrá que esperar la llegada de nuevos historiadores que revisen todo
cuanto hasta aquí se ha escrito y se propongan responder a tres preguntas básicas:
¿Qué hemos sido? ¿Qué somos? ¿Qué debemos ser?
Dionisio Inca Yupanqui se autodenominó
como: “Inca, indio y americano”,
dijo que como coronel de caballería participó en batallas de Panzacola
(México). Cuando en 1810 España fue invadida por Napoleón Bonaparte se formaron
las Cortes Generales y Extraordinarias reuniéndose en
la Isla de León
y en la Plebeya,
Cádiz. En 1812 aprobaron una Constitución para fijar el poder del monarca español.
Dionisio Inca Yupanqui fue uno de los 49 diputados de América. Representó la más auténtica voz de los humillados, de los
pobres y millones de peruanos como americanos expoliados durante más de
trescientos años.
Dionisio
Inca Yupanqui, descendiente del inca Huayna Cápac, tenía una gran herencia
histórica por su memoria social y atávica, estudió en el colegio para caciques del
Cusco y luego se trasladó a España donde adquirió conocimientos en Derecho. Pero
no se adscribió al Derecho Eclesiástico ni al Derecho de las Gentes en boga en ese
tiempo, sino al pensamiento de Juan Jacobo Rousseau. Inteligente, hábil y breve
en el uso de la palabra, sus discursos son claros, concretos y convincentes, no
necesitaba de mucho tiempo para exponer sus ideas o leer sus breves y pocos discursos
que ahora tienen una enorme importancia. Tal parecería que los hubiera escrito pensando
para nuestro tiempo.
Dionisio
Inca Yupanqui defendió la cultura peruana, particularmente a lo que se ha
venido a llamar ahora la cultura andina.
Otro hecho que demuestra la capacidad de sobrevivencia, tenacidad,
perseverancia, constancia, tesón, obstinación, subsistencia y a la vez permanencia
y cambio, así como subsistencia a la política de exterminio contra la zampoña o
siku es la prohibición de su
ejecución durante muchos años. Venció a la horrenda campaña llamada Exterminio
de ideolatrias. Todo empezó cuando los ideólogos de la colonia creyeron que la
discutible “obra evangelizadora” había borrado el sincretismo dialéctico andino
y la mentalidad mágico-religiosa, entre otras virtudes de la cultura peruana.
Por lo que entre 1607 y 1610 el cura de San Damián del pueblo de Huarochirí, Francisco
de Ávila, hizo saber acerca de la sobrevivencia de adivinos, curanderos, así como
de ídolos y amuletos. Se requisó centenares de objetos mágicos pero sobre todo
instrumentos musicales.
Durante la era de la República hispano
criolla, limeño centrista, la ejecución de las zampoñas o siku tuvo una tácita
prohibición para su presencia y ejecución, por lo que mantuvo su espíritu de
resistencia comunal en medio de una sociedad discriminante y segregacionista.
Hasta fines de los años 50 del siglo pasado, en Puno estaba prohibido que los
conjuntos musicales andinos ejecutaran sus melodías y danzas en las calles y la Plaza de Armas, solo podían
llegar hasta el Parque Pino. Fue Enrique Cuentas Ormachea que en su condición
de presidente del Instituto Americano de Arte, se enfrentó a una sociedad con
mentalidad colonial que lamentablemente subsiste en algunos sectores.
La primera diablada boliviana que se
ejecutó en Puno fue en Moho, a mediados de los años 50 del siglo pasado. Los
jóvenes moheños bajo el liderazgo de “Cascajo” Valdez, representaron el relato
de la biablada de Oruro en la
Festividad del Señor de la Exaltación, en el atrio
del templo de Moho. Así llegó la biablada boliviana a Puno, más tarde el
empresario Ernesto Núñez Reyes, hacia 1965 llevó a Puno la biablada boliviana
para que se presentara antes del encuentro de un clásico del fútbol entre
Alianza Muelle y la Unión Carolina.
Los espectadores quedaron asombrados por la belleza de los movimientos,
coreografía, música ejecutada por la banda de músicos con instrumentos de metal
bajo la dirección del famoso Primo Aranda.
Desde entonces hay en Puno un lento pero
persistente proceso de bolivianización de las danzas y música que pertenecen a
un segmento social, distinto a los danzarines y músicos que proceden de las
comunidades campesinas, ayllus y estancias quechuas como aymaras. Los
instrumentos musicales como las zampoñas o sikus,
tarqas, pinkillos, charangos y guitarras
quedaron relegados para ser llamados autóctonos en detrimento a las danzas erradamente
denominadas trajes de luces. Pero nuevamente las zampoñas o siku emergió del fondo del tiempo y
discriminación cultural, para imponerse acorde a su invencible espíritu cósmico
aguerrido, no individualista, composición étnica comunal y participación dialogal
anónima para conseguir una melodía de ejecución circular, en permanente
volición a través de distintas órbitas musicales en permanente movimientos de
notas musicales.
Sin embargo, la bibliografía acerca de
los estudios de la zampoña o siku no
es abundante, pero no se puede negar las contribuciones de Policarpo Caballero
Farfán, José Díaz Ganiza, Alan Douglas, Jorge Flores Ochoa, Rodolfo Holzmann, Enrique
Cuentas Ormachea, Arturo Jiménez Borja, Josafat Roel Pineda, José María Arguedas,
Max Baumann, Edgar Valcárcel Arce, Oscar Bueno Ramírez, Ernesto Cavour,
Fernando Montes Ruiz, Félix Paniagua Loza, José Pérez de Arce, Jürgen Golte, Virgilio
Palacios, Abdón Yaranga. Tanto Enrique Cuentas Ormachea como Ernesto More merecen
un homenaje y reconocimiento. Ernesto More en Lima a través de una fecunda acción
política, periodística y cultural del Instituto Nacional Andino, institución
que fundó y sostuvo hasta los últimos días de su existencia, defendió
especialmente a las zampoñas. Propició estudios de la música andina acompañado
de Virgilio Roel Pineda, Milder Merino, Waldemar Espinoza Soriano y Hernán Amat
Olazával. Menos mal que su nieto Daniel Sáenz More, trabaja la biografía de
Federico More, Gonzalo More, Helva Huara y Anais Nïn, del pintor Carlos More y
naturalmente acerca de la obra literaria se su abuelo inmortal.
Pero los libros más importantes son sin
duda los de Óscar Bueno Ramírez por la capacidad didáctica, dominio de la
musicología y sobre todo por la limpidez en la enseñanza del siku o zampoña. Sin embargo, Américo
Valencia Chacón, es quien empezó a realizar un trabajo serio con la aplicación
de la cibernética a los estudios y análisis del siku o zampoña, mereciendo el Premio Continental de Musicología
Casa de las Américas en la
Habana, Cuba, en 1982. Pero un trabajo mucho más amplio
complejo y completo es un texto que titula: “Sikus y sikuris del
Titiqaqa. Apuntes atnomusicológicos”, firmado por José Domingo Calisaya Mamani
y Fernando Medrano Verano.
No es nuestra intención teorizar acerca de
la historia, formas de ejecución,
relación que tienen los distintos sikus
o zampoñas con el calendario agrícola, los ciclos de vida vital y festividades
propias como impuestas. Lo que sí debemos expresar es que el Congreso de la República, debería
aprobar una ley específica de Política Cultural y Política para la Cultura, que comprenda además
al sistema educativo peruano en general. No se ocupe solamente de discutir la
nueva ley referente a la educación universitaria. Lo que parece no entenderse
es que no está en crisis el sistema educativo, ni los maestros tienen la culpa
de que en relación al último informe PISA 2013, los niños peruanos no entienden
lo que leen y el Perú ocupe uno de los últimos lugares en América y el mundo en
comprensión lectora. Está en crisis el Estado Peruano colonial, la República lobista, la Nación secuestrada, (tal
como lo aseverara Jorge Basadre ante una pregunta de Pablo Macera). La política
cultural está en manos de comerciantes de los medios de comunicación, quienes
nos han atrapados en una putrefacta y permanente cacosmia. Los niños y jóvenes
no están en crisis, son más bien las víctimas de una permanente acción de enajenación
y mensajes de anti valores. Lo que hay que cambiar es la Constitución Política
del Estado, no a los pobres fusibles ministros de Educación y Cultura ni
poderosos ministros de Economía. Porque así como hay niños que no entienden lo
que leen, los últimos presidentes de la República tienen miedo hacer una nueva lectura de
la situación social, política, económica y cultural del Perú. Si lo hicieran, seguramente
que no entenderían la lectura de lo que es y significa el milenario Perú de
ayer, el Perú de hoy presa de una espantosa crisis y menos de lo que deber ser
el Perú del futuro.
La Festividad de la Virgen de la Candelaria merece un
estudio amplio y multidisciplinario por la complejidad de su significado
económico, social y cultural. Se ha convertido en una de las fiestas andinas
más importantes de América en los últimos veinte años. Pero, ¿qué beneficio la
deja a Puno? Esa es la pregunta que deberían contestar los científicos sociales
sin detrimento de la importante significación de la religiosidad andina y
expresión cultural multiétnica. Después de un gasto de millones de dólares,
Puno sigue sumido en una pobreza desesperante y espantosa. Mientras tanto hay
una frase que cada día cobra más dramatismo y veracidad: “Mientras Puno y
Juliaca danzan, el narcotráfico, la informalidad y la pobreza avanzan”. En la
provincia de Moho hace muchos años que el 2 de febrero de cada año, se ejecuta
la festividad del Qurawasiri,
consiste en la representación de la lucha de los urus, aymaras, pukinas y
últimos ancianos de los reinos aymaras contra la invasión del inca del Cusco.
Finalmente el inca vence, por eso es que en las eras de la memoria social de
los aymaras, el inca es un invasor que después se convierte en hermano y
aliado. Ojalá que alguna vez esta representación del inca, tenga el apoyo del turismo
porque significa sin duda el último lugar donde se conmemora la presencia del
inca del Perú.
La actividad convocada por el congresista
Juan Pari, a fin de que los zampoñistas más viejos entreguen en el Congreso de la República, sus zampoñas
a los niños de Cairani, tiene un gran
significado. Las zampoñas son de lata, no de carrizo. Entonces es una
adaptación al medio cultural, pero el contenido es el mismo. Cairani, es un distrito de la provincia
de Candarave del departamento de Tacna.
Cairani en aymara significa lugar donde abundan las ranas. Así, las
zampoñas ya no están prohibidas, ahora el siku
o zampoña ocupa un lugar indiscutible en el desarrollo de la música
contemporánea. Su capacidad de resistencia ha hecho que podamos escuchar sus
melodías, pese a la ausencia de una inteligente como coherente política
cultural que habrá que crearla desde cero.
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