La pintura peruana del siglo XX, alcanza una de sus
más altas cimas con la maravillosa presencia de Etna Velarde, debido a que
expresa la trágica historia de un pueblo en permanente búsqueda de su destino y
condición humana de sus millones de habitantes invisibilizados. Pero además su
poesía traduce lo que no alcanzó a pintar, de modo que entre su pintura y
poesía, se sitúa la artista que pinta poemas y la creadora de cuadros que
rescata la memoria y proyección del Perú en movimiento y en el tiempo. Cuando
se escriba la biografía de Etna Velarde y significado de su labor como pintora,
el concepto de Perú esencial y sus habitantes, ocupará el centro de una reflexión
dialéctica y nueva valoración estética.
Su pintura
expresa mucho más de lo que se ve, no solo debido a la calidad de un lenguaje
plástico propio en referencia a su formación académica, sino porque se trata de
una realización humanista auténtica y renovadora. Es que Etna Velarde logró
llevar a los lienzos los diversos rostros de personas vivas que habitan las diversas
regiones del Perú. Entonces, su pintura es nosotros y nosotros somos su
pintura. Pocos pintores peruanos han logrado ese hecho singular, dar vida a mujeres
y hombres que fueron negados durante muchos siglos por una versión oficial de la
negación y segregación social. Además de una crítica pictórica distante de la pluriculturalidad,
estancada, con escasa imaginación y nada creativa.
La pintura en todas las sociedades posmodernas,
es distinta por la técnica, temática, uso de lenguaje pictórico, plasticidad,
etc., etc., pero culturalmente hablando pertenece a una concepción artística
universal. Sin embargo, es diversa debido a que expresa a una persona como a la
sociedad que representa. La diferencia esencial está en el lenguaje, en la
representación, símbolos y significado, en la poesía que transmite los colores.
Como dice León Tolstoy: 1
Los hombres son como los ríos: el agua es en
todos la misma, pero cada uno de ellos es más angosto aquí, más rápido acá;
allí más lento, allá más ancho; a veces limpio, a veces turbio; ora frío, ora
cálido. Cada hombre lleva en sí los gérmenes de todas las cualidades humanas,
pero a veces se manifiesta una cualidad, otras veces otra y el hombre se torna
diferente de sí, a la vez que sigue siendo el mismo hombre.
Etna Velarde
es entonces un río eterno y cristalino, que desciende lentamente de los Andes Peruanos
y poco a poco, horadó, labró sus propios cauces hasta
1.- León Tolstoy. Cartas de un escritor. Editora Total. Pág. 45. Buenos Aires. 1993.
llegar al mar, como en el poema de Jorge Manrique. Su
frondoso trabajo abarcó todas las latitudes y caminos, todos los atardeceres y
mujeres prisioneras de un profundo dolor humano. En su pintura aparecen músicos
que interpretan la melodía cósmica y sideral de las zampoñas, pescadores de
celajes de la costa; los abolidos danzantes de tijeras, los diablos detrás de
cuya máscara baila y llora una persona inmensamente triste y sola. Están las
mujeres andinas que danzan con polleras parecidas al arco iris, la lluvia que
desciende cantando para fertilizar andenes, sembríos, waru warus 2 y
minifundios que permiten sobrevivir a familias que poseen solo tres pequeños surcos
de tierra.
Por eso, no
será fácil escribir un ensayo acerca de la contribución de Etna Velarde a
cultura peruana, porque pintó, representó a los mitos y leyendas andinas, a los
héroes peruanos, a mujeres anónimas de la selva y pequeños pueblos olvidados.
Inmortalizó a personas sencillas que conoció en sus viajes y deseo de ver los
verdaderos rostros del Perú, especialmente en las miradas de gente humilde de
la costa, sierra y la selva. La cultura peruana para Etna Velarde, fue un
concepto de carne y hueso, una actitud más que una entelequia, una forma de ser
universal inscrita en el devenir de la historia, fue una conducta y un destino
superior. Por eso coincidimos con Terry Eagleton cuando afirma:
Es
importante entender que esta capacidad para la cultura y la historia no es algo
que se añada sin más a nuestra naturaleza, sino que está en su propia raíz. Si,
como creen los culturalistas, solamente fuéramos seres culturales, o si, como
sostienen los naturalistas, sólo fuéramos seres naturales, entonces nuestras
vidas serían muchísimo menos tensas. Sin duda, el problema es que estamos
cruzados por la naturaleza y la cultura una intersección de considerable
interés para el psicoanálisis. La
cultura no es nuestra naturaleza, no: la cultura es algo propio de nuestra
naturaleza, y eso es lo que vuelve más difícil nuestra vida. La cultura no
suplanta a la naturaleza, sino que la suplementa de una forma a la vez
necesaria y supererogatoria. No nacemos como seres culturales, ni como seres
naturales autosuficientes. Nacemos como unas criaturas cuya naturaleza física
es tan indefensa que necesitan la cultura para sobrevivir. 3
Es
innegable que Etna Velarde, no solo nos ha humanizado y culturizado, sino que
su aporte a la cultura posmoderna tiene otra sensibilidad, valores étnicos y
herencia atávica. El centro de su preocupación estética es el ser humano, las
personas que durante muchos siglos forjaron
2.-Waru waru. Construcciones de surcos de tierra
de gran dimensión y altura, rodeados de agua para proteger a los sembríos de
papa, cebada, quinua, olluco y oca de las heladas. Generalmente se usan en
zonas donde hay mucha helada.
3.- Terry Eagleton. La idea de la cultura. Paidós. Pág. 147-148. Barcelona 2001.
el
Perú que hemos heredado de nuestros comunes ancestros. Sus lecturas, viajes y
deseo de hacer de la pintura una cátedra abierta, le permitió crear un gigantesco
mural en que vivirán para siempre sus personajes. Bien se podría decirse entonces,
que antes y después de su pintura, fueron los seres humanos que le interesaron mucho más que el paisaje
mismo, con los cuales se identificó con el uso de un lenguaje que expresa
ternura, identidad, solidaridad y fraternidad
Sin
embargo, más allá del fervor peruanista que suscita su pintura, por haberse
ocupado en rescatar a los protagonistas de nuestra dolorosa historia común, así
podemos saber lo que fuimos, somos y podemos ser. Su sensibilidad y compromiso social
con los desheredados del Perú, hizo que como artista se identificara con las
grandes mayorías desterradas de su propia patria. Negar su conducta pública de
apoyo a los movimientos sociales de reivindicación social, sería un grave hecho
de ingratitud que no debe darse, sino más bien reconocer su ejemplar coherencia
entre lo que hizo, pintó, escribió, vivió y dijo.
Es que no se puede separar a la mujer
luchadora, de la pintora maravillosa y a la poeta de la añoranza, todo en Etna
Velarde, es una extraordinaria coherencia multifacética y armoniosa. Así, la
pintura, la poesía y el humano deseo de que todos los niños pobres del Perú,
tengan un pan para llevarse a la boca, significa una sola expresión, una ejemplar
forma de vivir con un sentido superior. La pintura para Etna Velarde entonces,
no fue un oficio sedentario ni optó por una postura híbrida e iconoclasta. Sino
la expresión de un compromiso militante con una identidad plural, vino a ser la
necesidad vital para legar un testimonio que la inmortalizó y así vencer a la
muerte.
(2014)
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