Vallejo en el mar de Barranco
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Cuando muere un querido amigo
escritor con evidente calidad humana y cultura literaria, también se pierde
para siempre, una parte esencial de uno mismo. Cuando todos quienes lo
conocieron, coinciden en decir que era un peruano excepcional, su ausencia es mucho
más dolorosa. Gonzalo Bulnes Mallea, periodista, investigador y hombre
culto, nació en Puerto Maldonado pero se
afincó en Barranco y nadie como él conocía tanto la historia de ese distrito.
Nadie tampoco como Gonzalo para trabajar en archivos públicos y particulares,
para exhumar datos esenciales en antiguos diarios, hallar fotografías y textos
desconocidos.
En la revista literaria “Barranco, La
ciudad de los molinos”, desarrolló una intensa labor de difusión en referencia
a José Carlos Mariátegui, Manuel González Prada, Marga Portal, Catalina
Recavarren, Juan Ríos. Fernando de Szyszlo, Raúl Porras Barrenechea, Chabuca
Granda, José María Eguren, entre otros personajes. Solía contar que cuando terminó
su libro sobre Chabuca Granda y, estaba listo para la impresión, se lo llevó a la
autora del vals “La flor de la canela” y ella le contestó que no le tomara
fotos porque estaba muy gorda y su semblante no daba para esos detalles.
Chabuca Granda viajó para hacerse curar, pero falleció. Gonzalo Bulnes no tuvo
más que terminar de escribir el texto con gran tristeza.
Cada uno de los textos de “Barranco, La
ciudad de los molinos”, tiene una gran riqueza e información, no solo fotografías
inhallables y documentos valiosos, sino
resulta indispensable su legado para escribir biografías de escritores,
pintores, músicos y periodistas peruanos. Así, Gonzalo se dedicaba a trabajar
su revista con una pasión infinita y una vez editada, recorría todas las
oficinas públicas de Lima para recuperar su capital. Llegaba puntual con las
ediciones de “Barranco”, pero hablar con él era aprender mucho, porque no solo
se aprende leyendo o viajando, sino también escuchando como cuando un amigo
como Gonzalo Bulnes, que conocía a tantos intelectuales peruanos y
latinoamericanos, contaba acerca de sus viajes por los cinco continentes, tenía
mucho que contar.
En 1996, Gonzalo dedicó un número especial
de su revista “Barranco” a César Vallejo y demostró que el poeta, antes de
viajar a Europa visitó las playas de Barranco. En efecto, Vallejo aparece en una
extraña fotografía con las mangas remangadas así como el pantalón hasta las
canillas y es, sin duda, la última que se le tomó en el Perú antes que viajara
a Europa. Quienes han escrito acerca de esa fotografía y los últimos días de
Vallejo en el Perú, han tenido como fuente de información el texto que aparece
en la página 82, y que en una parte Gonzalo dice:
“Es cuando los amigos que acompañaron a Vallejo por la playa, sin lugar a dudas
estaba Juan Espejo, pero nos hubiera gustado saber quiénes eran los otros con
los que entró a almorzar a los Baños de
Barranco. Precisamente en el verano de 1919 que fue la etapa por la que Vallejo
pasaba difícil situación económica, en que frecuentó la amistad íntima de los
hermanos More (Carlos, Gonzalo y Ernesto). Los Zuleta, los León Guzmán, de Adán
Felipe Mejía (‘El Corregidor’), César Alzamora, Augusto Aguirre Morales, Carlos
Parra del Riego, Abraham Valdelomar, Fabio Camacho y Junio Castilla, entre
otros. También el verano de 1920, Vallejo y sus amigos visitaban además de Barranco,
las playas de La Punta y Magdalena”.
En cuanto a la famosa fotografía, Gonzalo Bulnes
escribió: “También se desconoce quién le tomó la fotografía a Vallejo en la
playa de Barranco en el verano de 1919. Presumiblemente haya sido uno de sus
acompañantes cuando paseaban por el litoral
admirando y disfrutando la brisa y cerúleo mar barranquino. En la foto
apreciamos a Vallejo descalzo con los pantalones remangados y con camisa: en
típica actitud del provinciano que por primera vez toma contacto con el mar.
Como quien con cierta timidez y miedo, pero al mismo tiempo desafiante enfrenta
a las olas que van diluidas y convertidas en espuma, acarician y refrescan sus
cansados pies. Me imagino que esa ocasión los compañeros de la clásica picardía
limeña del limeño o provinciano alimemeñado, le harían chacota ante tan
inusitada escena”.
La imagen de Vallejo en las playas de
Barranco ha sido siempre un enigma hasta que Gonzalo Bulnes proporcionó una información completa con la ayuda de Juan
Espejo. El amigo de Vallejo le hizo saber además que habiendo almorzado en
Barranco, Vallejo demostró “comer bien y bien beber”. Curiosamente, esa
expresión aparece como metáfora en el
poema LXX de Trilce. Espejo no supo en realidad quién fue la persona que tomó
esa fotografía a Vallejo. Durante mucho tiempo se aseveró que era trucada, como
se dice, montada. Pero no, después de
comprobarse su autenticidad, la imagen se convirtió en una estampilla de
colección, hoy seguramente los coleccionistas de sellos postales o quienes la
tenga, puede pedir el monto que les venga en gana.
En el mismo texto en referencia a Vallejo
es posible leer gracias a Gonzalo: “Además apreciamos otras fotografías donde
Vallejo está con su ‘sarita’, corbata y terno completo, acompañado por Abraham
Valdelomar y Julio Gamboa, donde da la impresión de que estuviera en la bajada
lateral conocida como ‘Oroya’, y que desemboca precisamente en la Bajada de los
Baños. En la leyenda de la foto que publica Espejo en su libro César Vallejo, itinerario del hombre, dice
simplemente, además de los nombres ‘Av. Costanera, Lima 1918”. Es decir, dos
años antes que el poeta fuera acusado de incendiario a raíz de los sucesos de
Santiago de Chuco. Luego de ser excarcelado partió hacia Europa en junio de
1923, debido a la generosidad de su amigo el “Chino” Julio Gálvez Orrego, quien
murió fusilado en la Guerra Civil Española, al haber luchado por la causa
republicana. Vallejo entonces tenía en el bolsillo una moneda de 500 soles
peruanos y así llegó a París el viernes 13 de julio.
Gonzalo Bulnes anota finalmente: “Es
importante enfatizar que la primera vinculación de Vallejo con Barranco fue
cuando el siempre recordado don Alfredo Muñoz Arana, director de ‘Balnearios’
con pupila de descubridor de grandes valores literarios, avizorando la valía de
Vallejo, dio cabida en su periódico al ahora conocidísimo poema ‘Aldeana’,
publicado en la cuarta página del Nº 240, edición dominical del 9 de enero de
1926. Vallejo en ese entonces era casi un desconocido”.
Hace dos meses, cuando visité a Gonzalo
Bulnes Mallea en su casa, por encargo de Ricardo Melgar Bao, para verificar una
información sobre Vallejo, lo encontré enfermo pero estaba optimista. Me
proporcionó una foto de Helba Huara y se alegró que trabajara sobre Desirée
Lieven, a quien estando en París no pudo conocer. “Eso sí que es imperdonable
que tú no hayas conocido a Desirée, sabiendo quién era”, le dije. “Mira cholo –respondió-, no había a quién
acudir. ¿Cómo no ir a su casa? Ernesto More me contó muchas anécdotas de su
hermano Gonzalo, Vallejo, Carpentier y
Desirée. Pero no había quién me lleve. No importa, esperaré tu libro, yo te
conozco cholo, seguramente será un gran libro”.
Siempre generoso, bien informado, gran
lector, un intelectual al día, crítico y decepcionado del tiempo histórico que nos
tocó vivir. ¿Qué será ahora de su archivo tan nutrido? Nunca se negó a
proporcionar un dato, una fotocopia de revistas ni copias de cartas. Dilecto,
fino, inteligente, la diabetes sin embargo fue minando su cuerpo mas no su
espíritu. Pero la muerte de Gonzalo Bulnes Mallea, no ha sido un suceso
doloroso para el poder mediático en una República capturada por la
cleptocracia. Habrá que esperar que alguien escriba su biografía de peruano
ejemplar. Gonzalo Bulnes Mallea, sin embargo no morirá, vivirá en sus textos
que serán siempre consultados.
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