El domingo 13 de marzo de 1938, César Vallejo después de almorzar le dijo a
Georgette: “Voy a descansar un poco”, pero desde ese día empezó a sentir una
terrible fiebre y absoluto desgano. Fue así como empezó a morir, hecho del que
estaba absolutamente consciente. Georgette
lo atendió como pudo hasta que finalmente después de once días en cama aceptó
ser atendido en una clínica. Así, el jueves 24, debido a intervención del Dr.
Raúl Porras Barrenechea, la Legación Peruana se comprometió asumir el pago de
su curación. Vallejo fue internado en la Clínique Chirurgicale del bulevar
Arago. Hasta el último momento se negó ser acudido por la Legación Peruana, “y
el gobierno fascista de Benavides”, aduciendo que era un hecho contra su conducta
y evidente militancia política. Como sabe, el poeta falleció en París el día 15
de abril.
Dos años antes, cuando el Dr.
Raúl Porras Barrenechea se encontraba en Madrid desempeñando funciones
diplomáticas, sucedió que llegó desterrado, muy enfermo con tuberculosis Carlos
Oquendo de Amat. El poeta puneño hizo llamar al Dr. Raúl Porras, quien efectivamente
acudió a su lecho de enfermo, encontrándolo destrozado por las carcelerías
sufridas en el Perú. Los médicos le dijeron que estaba desahuciado, pero
Oquendo le pidió que lo llevaran a Navacerrada, donde supuestamente se
recuperaría. Porras hasta el último momento acompañó a Oquendo, quien antes de
subir al coche le dijo: “Gracias doctor Porras, nunca olvidaré que usted me
salvó la vida”. Pero Oquendo falleció el 6 de marzo de 1936.
Raúl Porras Barrenechea era un
escritor, diplomático, docente e intelectual de ideología liberal, no
precisamente un hombre progresista. Pero sabía que tanto Vallejo como Oquendo
eran militantes comunistas. Sin embargo, los acudió cuando más necesitaban de
una ayuda económica y auxilio final, sabía que estaban desamparados, enfermos y
sin recursos. Mario Vargas Llosa cuenta en “El pez en el agua” que Porras narraba
pasajes inéditos de ambos poetas, fue así como el novelista hiciera mención a
Oquendo, cuando recibió el Premio Rómulo Gallegos.
Cuando pronunció su discurso durante
reunión de cancilleres de San José, Costa Rica, 23 de agosto 1960, (hace
cincuenta y tres años), Porras Barrenechea, habló como historiador y
visionario, tal como hablan los iluminados que siempre se adelantan a los
hechos. Votó en contra de la condena a Cuba promovida por los Estados Unidos,
obedeciendo más a su conciencia y a las voces múltiples de los pueblos de
América. Lo hizo desobedeciendo las órdenes del gobierno de Manuel Prado
Ugarteche, uno de los regímenes más vergonzosos y enmarcados en la coloniedad
política del siglo XX.
Memorioso, didáctico, ejemplar
como valiente, Porras en uno de los pasajes dijo: “Reiteramos lo que hemos
dicho otra vez. Vivimos según el humanista europeo en tiempos difíciles en que
no se puede hablar ni callar sin peligro. América Latina vive las
circunstancias dramáticas del subdesarrollo económico. Los trabajadores de
América Latina moran en condiciones infrahumanas y reciben salarios seis veces
inferiores a los de los grandes países industrializados. La economía y el
bienestar de nuestros pueblos dependen del egoísmo y del monopolio de los
grandes consorcios y monopolios mundiales y deberían enfrentarse por una vasta
política de promoción y desarrollo y no resolverse con una simple mentalidad bancaria”.
Lúcido, dueño de un lenguaje
limpio como deputado, después de haber meditado sin duda en el juicio de la
historia, sobre todo en el curso de los hechos futuros (tal como se viene
sucediendo ahora). Más aun debido a su intuición histórica, primero sorprendió
a la delegación de los Estados Unidos, que dijera tantas verdades irrefutables
acerca del colonialismo férreo que imponía a las demás delegaciones. Prado,
como fiel sirviente del sistema, confiaba que Porras no solo condenara a Cuba
al ostracismo y aislamiento inhumano, sino que además “expresara la voz oficial
del Perú”.
“Pero la base sustantiva de la
democracia y de la solidaridad –adujo Porras - que defiende el sistema
Interamericano debe ser la libertad entendida como el respeto fundamental a la
personalidad y a la dignidad humana, a la tolerancia como suprema virtud
democrática, a la proscripción de toda estulticia o forma de persecución de las
ideas, ya que la democracia no puede defenderse sino con armas democráticas que
son las de la inteligencia y la razón”.
Las demás delegaciones fueron
sacudidas por los juicios políticos de Raúl Porras. No esperaban que un
diplomático peruano hablara de libertad de conciencia, democracia sin pobreza,
de dignidad de los pueblos sojuzgados, de dignidad humana, de derechos
irrenunciables. Sobre todo a la libre determinación de los pueblos sin
presiones de un imperio destinado a mantener en la pobreza a millones de seres
humanos. Los demás cancilleres empezaron a murmurar y dejar de aplaudir en la
medida que Porras hablaba.
Porras finalmente dijo: “Confiamos
en que la revolución cubana que ha proclamado principios que significan una
honda transformación económica, la mejora de los niveles de vida y una más
justa distribución de la riqueza, no se desvíe de su camino original y su
destino americano que comparte la mayoría de nuestros pueblos y gobiernos, y
los Estados Unidos, que han declarado su voluntad de servir a la paz y al
bienestar de los pueblos americanos, hallen una fórmula de entendimiento en que
se realice el más amplio ideal de vida de la humanidad, que es el vivir sin
temor y se haga prevalecer el espíritu de razón y de conciliación contra toda
forma de fanatismo, de miedo y de pasión. Confiemos, como en el Evangelio de
San Lucas, en que podamos andar juntos sin represión y que en ese alto plano de
amistad podamos convertir los corazones de los rebeldes a la prudencia de los
justos, para bien de América y de la Humanidad.
Raúl Parras Barrenechea, fue
nombrado canciller del gobierno de Manuel Prado en abril de 1957, después de
haber sido derrotado en las elecciones para ser rector de la Universidad
Nacional de San Marcos. Durante la VII Conferencia de Cancilleres Americanos en
San José de Costa Rica, el presidente del Consejo de Ministros era nada menos
que Pedro Beltrán Espantoso. Es decir la derecha más servil del Perú del siglo
XX. Porras no se prestó al juego macarthista, actuó como hombre limpio y libre
para salvar con su dignidad al Perú. Terminado el evento internacional,
renunció a su cargo y a su llegada a Lima, como es usual, el edecán de palacio
no se presentó para recibirlo. Retirado de toda función pública., recibía solo
a sus amigos más íntimos. Según Jorge Basadre, Prado mandó a decirle que se
sentía traicionado. Porras le contestó: “Paciencia, paciencia, paciencia. Hay
que esperar el juicio de la historia”.
Porras falleció el 27 de
setiembre de 1960 de un infarto cardiaco en medio de juicios políticos a favor
y en contra. Pero ahora, los Estados Unidos y Cuba tienen ahora relaciones
diplomáticas y pronto se levantará el inhumano bloqueo económico. El pueblo
cubano durante 54 años supo resistir un cerco intolerable y bloqueo atroz,
fueron años heroicos de no se ha dado antes contra ningún pueblo, solo por
razones ideológicas. ¿Quién defenderá ahora Prado y a Beltrán? Todos sus
vasallos han muerto. Pero las acciones de Raúl Porras a favor de Vallejo y Oquendo,
nadie olvidará. Su voz ahora llega desde el fondo del tiempo, vuelve para
recordarles a los pueblos de América, que no se olviden de luchar hasta
conseguir la justa distribución del pan nuestro de cada día, de ejercer la condición
humana y el derecho a vivir con dignidad.
Una bella nota, Jose Luis. Recibe mi abrazo.
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