Abril ha sido un mes terrible para
cultura y literatura puneña, ha fallecido el notable poeta Efraín Miranda Luján.
Desde Caracas me escribe Petra Idielia Hernández de Salazar, para decirme que
su esposo, Edgar Salazar Cano, docente de la Universidad de la Sorbona de
París, ha muerto. Ha dejado de existir el narrador Carlos Calderón Fajardo. Son
tres puneños insignes que supieron desarrollar cada uno su propio destino y admirable
trayectoria intelectual. A Edgar Salazar Cano, lo conocí en París en 1972, era
un calificado docente en la Universidad de la Sorbona, hijo de Segundo Salazar,
gran músico puneño y ciudadano honorable. A Edgar alguna vez le dedicaré una
crónica extensa, fue gran amigo y protegió al cantante puneño Wilfredo Melo,
más tarde llamado Huáscar Amaru, a quien aconsejaba crear sus propias
canciones. Tuvo una trágica.
Carlos
Calderón Fajado llegó a París en 1963, cuando tenía 18 años. Julio Ramón
Ribeyro lo acogió y luego lo llevó a casa de Desirée Lieven. La princesa rusa libertaria,
prácticamente lo adoptó como a un hijo y protegió de la soledad, nostalgia
sideral y el hambre. Esta es solo una parte de una extensa entrevista para un libro
que trabajo y que se refiere a la bohemia de los años 30 del siglo XX en París.
Es decir a Desirée Lieven y sus amigos que vivieron una intensa experiencia
vanguardista literaria y política. Entre ellos Antonín Artaud, André Malraux,
César Vallejo, Anaís Nin, Henry Miller, Helba Huara, Félix Pita Rodríguez,
Alejo Carpentier, Pablo Neruda, Nicolás Guillén; Gonzalo, Carlos y Ernesto
More, Juan Larrea, Emile Savitry, Jules Supervielle, Roger Klein, etc., etc. El
texto tiene más de ocho páginas que revelan su formación literaria y
experiencia parisina. En realidad viene
a ser la última entrevista que concedió el consagrado escritor puneño Carlos
Calderón Fajardo, autor de la novela La noche
humana.
-El encuentro con Desirée te sirvió de
mucho.
- Claro,
claro, eso es verdad. Con Desirée vi una cosa bien interesante que influyó en
algunos intelectuales peruanos, inclusive en Vargas Llosa con toda la distancia
del caso. Mira, nosotros podemos tener grandes preocupaciones de orden
nacional, vinculadas a la identidad, a la nación, a la cuestión racial y todos
los demás, pero no teníamos por qué descuidarnos del mundo. Mientras Mariátegui
estaba escribiendo los 7 ensayos de la
realidad peruana, también estaba escribiendo La escena contemporánea, estaba describiendo lo que estaba pasando
en el mundo entero. Eso viene ya después con los escritores del 50, con la
generación de Vargas Llosa, Carlos Eduardo Zavaleta y Julio Ramón Ribeyro. Un
escritor con gran sensibilidad social y al mismo tiempo muy abierto a lo que
está pasando en el mundo ¿no? Estuvimos muy cerrados en el mundo andino. Esa
preocupación de ser al mismo tiempo peruano y universal, estaba muy presente en
la casa de Desirée, más que latinoamericano por lo peruano.
-¿De dónde viene ese cariño de Desirée al
Perú?
-Vallejo,
no es Helba Huara. Es Vallejo. Es que Vallejo era el líder espiritual de toda
esa mancha.
- A pesar de que no hablaba.
- No,
no, no, hablaba en las reuniones.
- Pero Desirée dice que nunca hablaba o
hablaba poco.
- No,
no, eso no es verdad. Hay toda una visión mitologizada de Vallejo, primero que
era muy chistoso, hacía chistes a cada rato. Era un picador excepcional o sea
que te sacaba plata sin que te des cuenta en un par de minutos, te sacaba las
medias sin sacarte los zapatos. Pero al mismo tiempo era muy generoso, cuando
ganaba plata se la gastaba en una semana con los amigos y ya no tenía para el
resto del mes. Pero al mismo tiempo era un hombre muy vital, no era triste.
Es como Ribeyro que tiene una pinta de ser un hombre introvertido. Era un
hombre chistoso también con un humor negro terrible.
- ¿Qué sabes de la relación política
entre Vargas Llosa y Desireé?, aunque
nunca haya ido a su casa.
- No la conozco. Cuando yo llegué en el año 63, Vargas
Llosa todavía no había ganado el Premio Seix Barral de novela, entonces era
prácticamente un desconocido. Creo que estaba por el Barrio Latino, por Saint
Michel de Prés, en casa de Desirée no se hablaba de Vargas Llosa. Mira, ese es
un acercamiento de Julio Ramón a la izquierda porque a la casa de Desirée no
iba la gente de derecha, era la gente de izquierda. Entonces, ¿qué cosa hubiera
sido Ribeyro si vivía en otra época? ¿Cómo eran los intelectuales de izquierda?
No tenían militancia en un partido pero tenían el corazón en el lado izquierdo
¿no? Si iba a la casa de Desirée, si era amigo de ella era porque era
simpatizante de la izquierda. Si hubiera sido un hombre de derecha, Desirée no
lo hubiera recibido ni de vainas. Tampoco le hubiera dado de comer.
-Entonces estamos hablando de los
personajes de tu novela.
-Sí, sí, es
verdad. Esa es la primera parte de la novela, la segunda parte de los años 60
está más vinculada a una vida personal, yo tenía una compañera por esa ápoca,
era una francesa que era una bailarina de ballet. Pero la tercera parte vuelve
a la parte peruana de los 70, que es Ribeyro, Scorza, Eduardo González Viaña,
Hinostroza, Alfredo Bryce. Creo que todos ellos iban a la casa de Desirée, no
sé, no estoy seguro.
En los
60 la casa de Desirée estaba más abierta al diálogo, a la conversación plural,
pero en los 70 ya no, estaba copada por un grupo. En los años 70 se convirtió
en una célula de Patria Roja, así nomás no se podía entrar, tenía una guardia
roja que dejaba entrar. Desirée ya estaba más mayorcita.
Ahora,
toda la vida prometió, en todas las reuniones prometía su venida al Perú.
-Eso sí es verdad, me había olvidado.
-Era el proyecto
eterno ¿no? Sus maletas estaban listas, pero nunca vino al Perú, siempre
prometió hacerlo, pero no vino. Acá hubiera sido bien recibida porque como tú
sabes nos dio de comer a generaciones enteras de intelectuales que vivíamos en
París ¿no? Era una mujer muy generosa, vivía haciendo collarcitos y con eso
hacía comer a un montón de gente que iba a comer a su casa. En la época que yo
estuve, la puerta siempre estaba abierta para los peruanos, era muy cariñosa
con el Perú. No sé, pero siempre hubo la idea de darle algún tipo de
condecoración, de distinguirla, seguramente que a Vallejo también le dio de
comer y todos los intelectuales, son varias generaciones de escritores y
políticos peruanos que Desirée dio de comer, no solo se comía rico sino
sabroso.
Desirée
debió haber sido condecorada por el Perú, hubiera sido un acierto. En su casa
respirabas el Perú, había cuadros de pintura, fotos, su casa estaba llena de
Perú. En realidad era la casa de los peruanos. Nosotros no teníamos a nadie
sino a Desirée, éramos la última rueda del coche, no existíamos, pero en la
casa de Desirée sí existíamos, teníamos casa, comida, se cantaba canciones
peruanas, Quintanilla cantaba en quechua, se tocaba la guitarra, los peruanos
nos reuníamos solamente el fin de semana.
Desirée
hacía de madre y hermana mayor de los peruanos, daba consejos, ayudaba, como
había vivido muchos años en Francia, conocía a mucha gente. A veces recibía en
las mañanas pero era un hecho excepcional.
-Bueno, ahora sí una cuestión referida a un
testimonio de parte. ¿Dónde naciste? ¿Te sientes puneño? ¿De dónde eres en
realidad?
- Mira, yo nací en
Puno.
-Naciste en la ciudad de Puno.
-No, no, no. Yo
no soy de una familia puneña. No he vivido en Puno, no escribo sobre Puno y esa
razón no escribo sobre porque no tengo vivencias.
Bueno,
mi padre estaba acantonado en el cuartel del Batallón de Infantería Nº 21 de
Huancané. Era médico militar y la mejor clínica que había en la zona, era la
Clínica Evangelista de Juliaca.
Mi
familia estaba en Huancané y allí donde me gestan, llevan a mi madre para el
parto a esa clínica, es allí donde nazco y me regresan a Huancané. En Huancané
es donde aprendo a caminar y hablar, tengo una haya que es aymara, tengo fotos con ella, una mujer con un sombrero
típico. Entonces, mis primeras experiencias del mundo son de Huancané. Si
Sigmund Freud tiene razón y dice que todo se forma en los tres primeros años de vida y se decide
lo que será tu vida posterior, esos primeros años de vida los pasé en Huancané.
-Has ido alguna vez a Huancané.
-No, no,
nunca. Una vez me dieron un premio en Lampa y quería ir a Huancané pero no
pude. Tengo fotos de niño en Huancané, estoy en la villa militar haciendo
equilibrios para aprender a caminar. Entonces, si bien yo no soy puneño como
eres tú o los escritores puneños, tengo un enorme cariño a Puno, especialmente
a Huancané.
-De modo que te sientes huancaneño, puneño.
-Claro
que sí pero sobre todo, siento un gran cariño. Nunca lo he negado, al contrario
he dicho que soy puneño, por ejemplo en la Feria de Bogotá, aparecí como escritor
puneño.
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