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miércoles, 7 de diciembre de 2016

DESAGRAVIO AL CONGRESO DE LA REPÚBLICA



Manuel Arturo Odría Amoretti (Tarma, 26 de noviembre de 1896 – Lima, 18 de febrero de 1974), fue un ignaro y obtuso general fascista, cuya dictadura cumplió con retrasar los cambios sociales que el Perú requería en el siglo XX. Durante la dictadura de ocho años se puso al servicio de la política exterior de gobiernos de los Estados Unidos, la oligarquía terrateniente y corrupción oficial generalizada. Reprimió y asesinó a dirigentes sindicales, encarceló a trabajadores y obreros, durante el “Ochenio” del terror, logró desarticular un movimiento social destinado a transformar el Perú.

Motejó al Partido Aprista Peruano, como organismo internacional destinado a destruir el Perú, así como al Partido Comunista Peruano, declarándolos fuera de ley. Sin embargo, se benefició con los precios de metales frente a conflictos armados ajenos. Con ese dinero construyó Grandes Unidades Escolares, hospitales, sedes de ministerios y conjuntos de viviendas. Con el lema “Hechos y no palabras”, trató de responder a la diferencia entre ideología y obras materiales.

Como toda dictadura aliada de la derecha “que nunca muere”, Manuel A. Odría, apoyado por ideólogos oportunistas que nunca faltan, después formó el Partido Unión Odrista y como era previsible formó una alianza natural con el Partido Aprista, después que Haya de la Torre abjuró de sus principios ideológicos. De ese modo quedó consolidada una alianza destinada a cerrar el paso a las nuevas fuerzas políticas que propugnaron por transformar el Perú. Es decir, liquidar la República colonial y convertir al Perú en un Estado moderno, con derechos ciudadanos, libertad de pensamiento y ejercicio pleno de los derechos humanos. 

Quienes no tienen idea de la dictadura odrista, deberían leer “La gran persecución” de Armando Villanueva hasta “Usted fue aprista” de Nelson Manrique. La bibliografía sobre este tema pasa por “Historia de la corrupción en el Perú” por Alfonso Quiroz, “Intervención de los Estados Unidos en el Perú” de Silvio Rendón Vásquez. Es imprescindible “La sublevación aprista del 48. Tragedia de un pueblo y un partido”, del mayor Víctor Villanueva, se refiere a las ejecuciones y consecuencias del levantamiento aprista del 3 de octubre de 1948. 

Pero, ¿qué se puede esperar de quienes no conocen la verdad de una dictadura que hizo tanto daño al Perú? ¿Acaso no hay gente que apoyó la dictadura de Fujimori? ¿Cómo se explica que haya un partido liderado por su hija que nunca diseñó la ideología de la cleptocracia que lidera. ¿Cuál es la respuesta? No hay otra alternativa que realizar un desagravio al Congreso de la República, allí está la presencia y espíritu ejemplar de Miguel Grau. No importa que ahora esté copado por una mayoría de oportunistas y tránsfugas desideologizados. No decir nada es convertirse en cómplice de un hecho agraviante a la inteligencia, a la cultura y a la historia.

Un homenaje al dictador Manuel A. Odría en el Congreso, es ofensivo a la memoria social, a la historia esencial del Perú y a nuestra dignidad por todos los siglos. Solo quienes no entienden la inteligencia, dignidad humana y valores cívicos, pueden auspiciar esta clase de agravios que hiere profundamente el derecho a construir una sociedad democrática, plural y con justicia social. 

Es tan ofensivo como si alguna vez se rindiera homenajes a criminales en parlamentos donde se discute la vida democrática de los pueblos de América. Es como si se celebrara la nefasta presencia de asesinos como el general Maximiliano Hernández Martínez, presidente de facto de El Salvador, quien gobernó hasta 1944 y asesinó a 20,000 personas. Igual, que se rindiera homenaje al general Anastasio Somoza, dictador de Nicaragua que implantó la más cruenta y salvaje represión. Al general Juan Vicente Gómez, dictador de Venezuela, quien dispuso la más sangrienta represión contra estudiantes. A la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, que ordenó torturar y matar a miles de campesinos.

¿Alguna vez se rendirá homenaje a la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba? No, nunca, jamás. ¿A quién se le ocurriría organizar un homenaje a Leónidas Trujillo en República Dominicana? A nadie. ¿Un homenaje al general Leopoldo Galtieri, celebrando la desastrosa guerra de Argentina contra la Gran Bretaña por las islas Malvinas? Al general Juan Melgar Castro, dictador hondureño. Al general Efraín Ríos Montt, dictador de Guatemala que desapareció a centenares de ciudadanos mayas. Al general Manuel Noriega, derrocado en diciembre de 1989, luego de haber sido aliado de los Estados Unidos y ser “Nuestro hombre en Panamá”.

¿Habrá un homenaje al general Policarpo Paz García, dictador de Honduras? Imposible, corrupto desde el poder, responsable de la más cruenta represión ciudadana. Al general Guillermo Rodríguez, golpista contra un gobierno democrático del Ecuador. Al general Hugo Banzer Suárez, dictador de Bolivia, cuya influencia fue nefasta en América Latina. Banzer cobijó al criminal de guerra nazi Klaus Barbie, "El carnicero de Lyon”. Al general Roberto Viola, enjuiciado en Argentina por delitos contra los derechos humanos. El general Jorge Rafael Videla implementó la guerra sucia en Argentina, en el golpe de Videla desaparecieron 15.000 personas. 


El dictador paraguayo general Alfredo Stroessner, cobijó a nazis. El general Augusto Pinochet, fascista y autócrata es el responsable del asesinato de Salvador Allende. A nadie se le ocurrirá en el futuro rendir homenaje al general Remigio Morales Bermúdez, requisitoriado por la justicia internacional. Menos al ponja Alberto Kenya Fujimori Fujimori. Uno de los dictadores más corruptos de América Latina, clasificado entre los diez más grandes ladrones del mundo, según un trabajo de investigación de The New York Times.

Solo al congresista fascista José Mario Canzio Álvarez, se le puede ocurrir semejante despropósito ofensivo. Y solo en el Perú puede ocurrir un grave hecho de esta naturaleza. ¿Por qué? La respuesta es, porque nos han secuestrado la memoria crítica, el sistema educativo tergiversa los valores y la verdad histórica. Pero, ¿dónde están los historiadores? ¿Por qué se callan? Cuando no protestan por estos hechos graves como el homenaje al dictador Odría, se convierten en cómplices.

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