Para analizar y explicar disturbios, movilizaciones, represión y significado ideológico de los hechos ocurridos el 1 de diciembre en Huaycán (Lima), es preciso tener en cuenta primero la memoria atávica, cosmopercepción, mitos y vigencia de la cultura andina urbana posmoderna. Pero sobre todo el hastío social y cansancio de una población marginada, empobrecida, carente de centros de trabajo y producción. Ha quedado demostrado que la ausencia del Estado, incapaz de generar bienestar a una población que vive un desencanto social permanente, es sumamente grave y peligroso. Lo peor es que Huaycán (y el Perú) no tienen la mínima esperanza social, que en el futuro haya un Estado que de alguna manera solucione una horrenda, una agobiante angustia colectiva.
Se trata de una seria advertencia de hechos de violencia que con seguridad ocurrirán a lo largo del siglo XXI en el Perú. No es que no se deba reprimir hechos delictivos con acciones policiales y enjuiciar a los responsables de hechos vandálicos. Sino leer adecuadamente los orígenes de una cruda realidad social que se pretende negar y tergiversar. No fue un “sicosocial” sino una actitud de defensa que asumieron los pobladores quechuas urbanos, cuando se sintieron agredidos por personajes que habitan la realidad, ficción y cosmopercepción. Sin embargo, no se justifica el hecho de propalar un audio con un mensaje carente de verdad: “Estos delincuentes estaban por Huaycán, buscan a los niños. Ayer en Santa Clara encontraron cadáveres de niños, sin órganos y con dólares en la boca. Antes pasó y la policía los liberó. Avisen a su familias, pasen la voz”.
Algunos periodistas hispano criollos mermeleros, que no conocen la realidad trágica y maravillosa de Huaycán ni del Perú, aseveraron que se trató una acción vandálica que no se debe repetir, “para eso está la Policía Nacional y el Poder Judicial”. Es decir, una cruenta represión, cuanto más muertos mejor. Un representante de la Policía dijo equivocadamente que se trató de un sicosocial y, no se descartaba la presencia de agitadores, falso. Sin embargo, lo que no se puede justificar es el vandalismo criminal protagonizado especialmente por jóvenes delincuentes, atacaron la comisaría, quemaron carros y destruyeron servicios públicos.
No obstante, una humilde ciudadana, migrante quechua, trabajadora en reciclaje de desperdicios, deshechos y basura urbana, que no participaba en los sucesos, fue asesinada con una bala que le destrozó el cuello. Le dispararon desde un helicóptero que merodeaba Huaycán cuando ella se encontraba en la puerta de su humilde vivienda construida de cartones. María Eva Solano Marín, cayó fulminada como tantos ciudadanos inocentes en movilizaciones de campesinos y trabajadores solo por el delito de defender el derecho a una vida digna. El argumento de “una bala perdida” es harto grosera, es un insulto a la razón y una versión que no resiste el menor análisis. Pero hay quienes que cree que la mayoría de los peruanos somos imbéciles.
En algunos lugares se cree que los pistakos y qarisiris obtienen la grasa humana, para fabricar perfumes finos, santos óleos, cremas para rejuvenecer la piel de mujeres, perfumes para jóvenes con daños en el rostro, pomadas para borrar cicatrices. Sobre todo para mantener la juventud, por lo que es preciso mezclar con miel fresca. La placenta en polvo más grasa humana mantiene la lozanía de la piel y la mujer que la usa, mantiene su frescura, permanece saludable y atractiva. En fin, estas creencias están muy enraizadas desde la época de la colonia. Todas las leyendas y mitos de pistakos y qarisisis, son sin embargo, una influencia de la Edad Media e incorporada a la cultura andina con la imposición política de la colonia.
Hay un tema que es preciso analizar con cuidado, la participación de muchos jóvenes y mujeres adultas azuzando para atacar la comisaría, quemar carros, llantas y destrozar servicios públicos. ¿Qué razones hay para obedecer esas órdenes? ¿Por qué una mujer llama a la insurrección y ordena la quema de carros? ¿Qué motivos tenían los jóvenes para apedrear a la policía y tratar de causar daños irreparables? ¿Cómo se explica una movilización tan grande de un momento al otro? ¿Todos participan de las redes sociales? No. ¿Atacan o defienden al Estado? Esa es la cuestión.
El uso de megáfonos y sobre todo del faccebok, el llamado a la defensa frente a la presencia de encuestadores confundidos con pistakos, ñaqaq y qarisiris (degolladores), enardeció a una población urbana andina migrante. Se trata de quechuas que construyeron casas, calles, parques y huyeron de la miseria, del abandono del Estado Peruano. Transcurridos muchos años, ahora viven un drama mucho más doloroso, desprecio a su condición humana, mayor pobreza, violencia cotidiana, temor a los asaltos, crímenes, robos, requeteo y cicatiato creciente.
Por eso, Huaycán es una seria advertencia de que la Nación Peruana no funciona como ente integrador, en realidad no existe. El Estado Peruano es una entelequia, (una cosa irreal desde Aristóteles) que lo han descuartizado. La República Peruana es solo una palabra oficial para cobros de la SUNAT y discursos oficiales del 28 de julio. Pero estas entidades oficiales no funcionan para la gran mayoría de los peruanos. Entonces, vivimos una permanente anomia, se trata de un concepto que se refiere a la ausencia de estructuras, leyes y un orden necesario para constituir una sociedad. Encerrados en sus oficinas, frente a sus computadoras y control de ganancias, los ideólogos del neoliberalismo y sus beneficiarios, deben haber festejado los sucesos de Huaycán.
Muchos comentaristas de la televisión cacósmica y escribientes de diarios oficialistas, se equivocan al aseverar que se produjo una asonada de delincuentes. Eso no es verdad, detrás del derecho a defender a los niños frente a los traficantes de órganos, hubo una clara protesta contra la administración del Estado secuestrado, que los ha arrojado en Huaycán a los últimos círculos de la pobreza. Una lectura correcta debería reconocer que esos sucesos se repetirán ineludiblemente en varios lugares del país. Negar o tratar de desconocer ese hecho, significa cerrar los ojos frente a una evidencia que será difícil detener. Así entonces, se ha producido una advertencia muy clara.
¿Qué hacer? La administración de Pedro Pablo Kuczysiski tiene el menor deseo de realizar cambios sociales que requiere el Perú en la era de la posmodernidad. Sus asesores están ocupados en gastar varios millones de soles en la construcción de una imagen efímera, costosa y carente de sustento real. Nadie cree en spots ni avisos pagados subliminales en diarios, menos cuando hablan sus voceros (pistakos oficiales), ni dan crédito a tránsfugas profesionales. (Mejor no mencionar sus nombres porque provoca arcadas). Otro análisis merece los sucesos de Juliaca, pero tiene el mismo significado social de Huaycán, ambos acontecimientos señalan el fracaso de la política neoliberal y comienzo de una era de violencia social contenida.
Abimael Guzmán es sin duda un criminal y Sendero Luminoso, un engendro contra natura que ha hecho mucho daño al Perú. Lo que hizo Guzmán fue crear una agrupación política criminal y recibió una respuesta armada frente a crímenes de comuneros, autoridades y campesinos pobres. ¿Qué se ha hecho para revertir esa horrenda realidad campesina? Nada de nada. ¿Acaso los agricultores no se han empobrecido mucho más? ¿Cuántos centros laborales se han creado en el campo y poblaciones urbanas? ¿No se dice acaso que el Perú ha crecido a un ritmo de cinco por ciento? Hay que entender que cuando se dice así, lo que se quiere comunicar en realidad es que ha crecido la pobreza.
Y después de Huaycán y Juliaca, ¿qué poblaciones se movilizarán para reclamar sus derechos sociales? ¿Acaso no hay poblaciones en pie de lucha y otras le han otorgado al gobierno una tregua? No hay deuda que no se pague ni plazo que no cumpla. Hay en el Perú un innegable fastidio colectivo, una profunda desilusión por la democracia caricaturezca, un hartazgo asfixiante por el modo de gobernar por la cleptocracia. ¿Cuál es la repuesta? Lo único que existe hasta ahora son respuestas regionales desorganizadas, espontáneas y desideologizadas. Pero cuando logren unirse, proponer una ideología única y articular un movimiento social sólido, fundamentalmente aymara, quechua y amazónico, será el comienzo de una distinta historia del Perú. Un tema que los unirá será el Bicentenario, acontecimiento del cual no pueden estar ausentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario