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miércoles, 19 de octubre de 2011

DOS NUEVOS LIBROS Y ARTÍCULO DE EL COMERCIO



  



LETRA VIVA
El hijo de Túpac Amaru
Por: Ricardo González Vigil
Lunes 17 de Octubre del 2011


Año a año, década tras década, con asombrosa fecundidad desde su madurez creadora alcanzada en “Jake Aru” (poemario bilingüe, en aimara y español, 1980), José Luis Ayala (Huancané, Puno, 1942) realiza una de las contribuciones más admirables artísticamente hablando, a la par que significativas desde una perspectiva histórico-cultural, a las letras peruanas, publicando poemarios (es el exponente más notable de la lírica aimara), leyendas y cuentos, textos para niños, estudios y ensayos, antologías y bibliotecas del libro puneño (dentro de poco dará a conocer una serie dedicada al autor más importante de la cultura altiplánica: Gamaliel Churata, cuyo primer volumen es una edición crítica de esa enciclopedia andina que es “El pez de oro”).
Una de las vertientes que cultiva con más esmero es la de una forma narrativa moldeada por él mismo, bautizándola como cronivela: “Género híbrido que viaja entre la crónica –relato de la realidad– y la novela –constructo ficcional–”, conforme la caracteriza Edgar Montiel (conocedor acucioso de la trayectoria histórico-cultural del Perú y América Latina) en el prólogo a la cronivela que acaba de publicar Ayala: “Este cautiverio y agonía sin fin”. Título acompañado en la portada por una síntesis de su contenido, a la usanza de los libros de la época de la cronivela, y que apuntala el fingir que se trata de las memorias reales del hijo de Túpac Amaru II: “Secreto libro redactado por el peruano de nacimiento / Fernando Túpac Amaru Bastidas / Escrito por un niño preso desde los once años en las horrendas cárceles y mazmorras del Perú y de España, cuyo único delito fue haber nacido / versión de: / José Luis Ayala”.
Antes de comentar esta valiosa cronivela, consignemos que en estos días ha aparecido otro libro de Ayala, muestra de sus dotes periodísticas para el reportaje y la entrevista: “¡Mata a esa chola de la waraqa! ¡Mata a esa chola, carajo! / Huelga antiminera de los aimaras del Perú” (Lima, Grupo Editorial Arteidea).
Volviendo a la cronivela, Ayala la ha publicado para resaltar la importancia de Túpac Amaru II en el contexto del bicentenario de la independencia de las colonias españolas: “sin el antecedente de la revolución encabezada en 1780 por José Gabriel [Condorcanqui] Túpac Amaru, no se habría formado una conciencia histórica colectiva” (p. 281). Imaginar las memorias del hijo menor del gran rebelde y la formidable Micaela Bastidas, el único sobreviviente a la masacre familiar que se le obligó cruelmente a presenciar, viviendo desde entonces encarcelamiento perpetuo, le da pie a Ayala para revivir no solo el vía crucis de Fernando, sino los recuerdos que tiene de los sucesos protagonizados por sus padres, recreando memorablemente la insurrección de 1780.
La factura literaria de la cronivela se torna patente en las conexiones textuales que tiende con los monólogos de Segismundo de “La vida es sueño” de Calderón de la Barca, y con las crónicas del Inca Garcilaso (mencionado varias veces con fervor por Fernando) y Guamán Poma (Fernando no podía conocerlo, pero la inserción de cartas y dibujos, así como las preguntas que formula una y otra vez sobre cristianos que no lo son, civilizadores que no lo son, y su sueño de un buen gobierno, apuntan a la “Nueva corónica y buen gobierno”).
Los pasajes que preferimos literariamente son los que remiten al Inkarri (p. 129-130) y los que proyectan la voz de Fernando a la escritura moderna (sin signos de puntuación, incluso con la disposición ‘visual’ de los versos de la p. 243), connotando su actualidad de modo afín a como Carpentier fusiona al negro de “Concierto barroco” con Armstrong y el jazz del siglo XX. Una joya real-maravillosa es el capítulo XXVIII: Fernando puede atravesar las paredes y trasladarse al Cusco y las tierras de sus padres.