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sábado, 27 de diciembre de 2014

UNA HERIDA QUE NO CICATRIZARÁ



 
Gustavo Valcárcel y su libro de cuentos. (Última foto).
Termina el año y nos deja una herida que jamás podrá cicatrizar. Se ha ido para siempre un hombre bueno, generoso, un intelectual formado en la mejor academia de la militancia e identidad política del Perú: el hogar de Gustavo Valcárcel y Violeta Carnero. De esa fragua, crisol de ideales sociales y poesía, también proviene la celebrada poeta Rosina Valcárcel, que este año ha publicado Poesía reunida (1966-2013). Gustavo Valcárcel Carnero, su hermano mayor, falleció cuando recién empezaba a publicar sus textos tantos años guardados.
    La noche de la presentación de su libro Cuentos desde la luna roja, nadie podía imaginar que Gustavo prácticamente se despedía, sería la primera y última vez que  escucháramos las confesiones tan cálidas y humanas de un narrador nato. Dijo que había tardado mucho en publicar sus cuentos, que sentía temor de enfrentarse a la crítica frente a la presencia de su padre, el poeta Gustavo Valcárcel y de Rosina. Sin embargo, después de leer sus textos, bien se puede decir que no ha escrito ni  vivido en vano.
    Quienes conocimos el hogar de Gustavo Valcárcel y Violeta Carnero, sabemos muy bien que se trató de personas sublimes, luchadoras y sacrificadas por los más altos ideales de justicia social, libertad y descolonización. Ese tema lo conversamos muchas veces con Gustavo, pero le fue ganando las circunstancias y ocupaciones alimentarias. Sin embargo, a lo largo de varios años, escribió muchos  textos que bien pueden conformar un libro, se trata de un testimonio humano que no debe perderse.             
    En Cuentos desde la luna roja dice: Lo más importante de mi vida son mis padres. (Gustavo y Violeta), mi esposa, hijos y pujantes nietos que se abren brecha en un mundo que les estamos dejando con complicaciones políticas,  económicas, sociales, y ecológicas. Por eso mi afán de escribir y publicar, para que la nueva generación de “mis” Valcárcel encuentre legado escrito de un abuelo que a su tercera edad rompe las barreras que lo ataban para publicar escritos atrasados y nuevos.
     ¿Qué otros libros inéditos ha dejado Gustavo Valcárcel Carnero? ¿Por qué le pesó tanto los nombres de su celebrado padre y admirada hermana? Se trata al mismo tiempo de un grado de conciencia e identidad, de consideración y respeto. Pero también de humildad y grandeza. Debió haber corregido varias veces sus textos hasta decidir que ya podían circular y esperar que la crítica diga su palabra. Ahora que su ausencia en más honda, Gustavo habla desde su libro, su voz llega con el viento de la tarde en vísperas de Navidad.
     ¿Cómo formó su memoria literaria y convicciones políticas? Gustavo escribió:      De muchacho tuve la suerte de conocer en el seno del hogar de mis padres, a insignes personas cuyas imágenes han quedado grabadas en mi vida y forman parte del aprendizaje acumulado a mis casi 69 años de edad, Javier Heraud, Luis de la Puente Uceda, Juan (Pablo) Chang, César Calvo, Reynaldo Naranjo, Arturo Corcuera, Francisco Bendezú, Winston Orrillo, Marco Martos, Washington Delgado, Alejandro Romualdo, Alaín Elías, Jorge del Prado, Isidoro Gamarra, Genaro Ledezma, Manuel Scorza, Luis “cholo” Nieto, “Willy” Carnero, Genaro Carnero Checa, Alfonso Barrantes Lingán, Leoncio Bueno, Laura Caller y un libro completo de otros intelectuales y luchadores sociales que murieron en combate, otros que sacrificaron sus vidas en la cárcel o que enfrentaron al enemigo con su oratoria y escritos.
    El sueño de Angelina, Luna de miel y El brujo de Pichanaqui, que contiene Cuentos desde la luna roja, son básicamente registros intensamente vividos y luego literaturizados, cuidosamente ficcionados. La experiencia traumática entre la vida y la muerte, el gozo sensorial y el conflicto entre la racionalidad cartesiana y la cosmopercepción, hicieron que el narrador pudiera lograr un acto de liberación personal. Pero este libro al mismo tiempo, significó la cálida presencia y despedida de Gustavo Valcárcel Carnero en un escenario público.     
    El cuento El sueño de Angelina, en realidad viene a ser un testimonio terrible, un  hecho vivido en carne viva, la forma como se presiente que la muerte asecha desde algún recóndito círculo del tiempo. Me hizo recordar, la tarde cuando tenía once años y en la cordillera, un rayo mató a una mula que llevaba los bultos. Mi caballito resultó herido y yo fui a dar sobre el techo de una pequeña cabaña, eso me salvó la vida. Permanecí dos o tres días inconsciente, hasta que un yatiri anciano hizo que volviera a vivir. Escuché la voz de mi madre, cuando empezaba a atravesar un lugar lleno de espinas, me llamaba un niño que había muerto hacía casi un año.       
    Gustavo decidió trasferir su propia experiencia a un personaje llamado Angelina y dijo: Las remembranzas de ir hacia la oscuridad profunda y retornar luego a la luz divina de nuestra existencia, sumado a los recuerdos de desmayos infantiles, relatos de muertos vivientes y vivos o moribundos, fueron alentando mi imaginación. Por esas razones El sueño de Angelina, no es otra cosa que la fantasía viva de experiencias propias y ajenas, transformada en un relato escalofriante, que llevará al lector a pensar durante un buen tiempo sobre los trances de la vida hacia la muerte y viceversa, testimoniado por quien ha regresado varias veces del más allá y sabe lo que estar en ese mundo y tinieblas y tenores
    No imaginó que esa historia y experiencia anterior transferida terminaría este año. Lo que habría que hacer ahora es reunir todos sus trabajos literarios para publicarlos en un solo volumen. Seguramente que él lo habría hecho en nombre de sus ideales, porque era un proyecto ineludible. Educado en medio de escritores, poetas, dirigentes sindicalistas y guerrilleros, escribió: Esta riqueza es el tesoro más pesado que llevo conmigo y gracias a ellos soy un hombre de izquierda, luchador y de altos principios, que arrastraré hasta llegar al último suspiro.
    En efecto, Gustavo tuvo una conducta ciudadana intachable como ejemplar, siempre solidario, estuvo identificado con las luchas sociales del Perú. Varias veces nos encontramos en la conformación de cuadros políticos de izquierda. Lector ávido y hombre culto, tenía el talante de su padre Gustavo y la ternura de Violeta. Nunca olvidaré tampoco el almuerzo al que asistieron Laura Caller, Etna Velarde y Violeta Carnero. Violeta contó cómo era en realidad Juan Pablo Chang, la verdad es que no estaba preparado para ser un combatiente guerrillero, sino un hombre de enlace entre el Che Guevara y el apoyo que debía recibir desde afuera. Pero las circunstancias reales hicieron quedara cercado sin poder salir del circuito de fuego. Murió tal como seguramente hubiera querido.
   Pero sucedió que Gustavo Valcárcel Carnero, decidió que el día de la presentación de su libro Cuentos desde la luna roja, participara comentado su contenido, nunca me lo enviaron y no precisamente debido a él. Entonces, seguramente hubiera escrito un texto muy distinto y no como el que hoy suscribo con una herida en el corazón. Pero al mismo tiempo, es posible decir que Gustavo, vivirá siempre porque sus ideales son ahora recogidos por los jóvenes que han empezado a luchar por sus derechos laborales. En esa protesta justa y movilización general oportuna, está el germen de los futuros líderes y movimientos sociales, que harán del Perú, la patria con la que soñaron él, como sus queridos padres, el paradigmático poeta Gustavo Valcárcel e inolvidable Violeta Carnero.         
(Navidad del 2014).

lunes, 22 de diciembre de 2014

PORRAS, LOS POETAS Y SAN JOSÉ DE COSTA RICA





El domingo 13 de marzo de 1938, César Vallejo después de almorzar le dijo a Georgette: “Voy a descansar un poco”, pero desde ese día empezó a sentir una terrible fiebre y absoluto desgano. Fue así como empezó a morir, hecho del que estaba  absolutamente consciente. Georgette lo atendió como pudo hasta que finalmente después de once días en cama aceptó ser atendido en una clínica. Así, el jueves 24, debido a intervención del Dr. Raúl Porras Barrenechea, la Legación Peruana se comprometió asumir el pago de su curación. Vallejo fue internado en la Clínique Chirurgicale del bulevar Arago. Hasta el último momento se negó ser acudido por la Legación Peruana, “y el gobierno fascista de Benavides”, aduciendo que era un hecho contra su conducta y evidente militancia política. Como sabe, el poeta falleció en París el día 15 de abril.
    Dos años antes, cuando el Dr. Raúl Porras Barrenechea se encontraba en Madrid desempeñando funciones diplomáticas, sucedió que llegó desterrado, muy enfermo con tuberculosis Carlos Oquendo de Amat. El poeta puneño hizo llamar al Dr. Raúl Porras, quien efectivamente acudió a su lecho de enfermo, encontrándolo destrozado por las carcelerías sufridas en el Perú. Los médicos le dijeron que estaba desahuciado, pero Oquendo le pidió que lo llevaran a Navacerrada, donde supuestamente se recuperaría. Porras hasta el último momento acompañó a Oquendo, quien antes de subir al coche le dijo: “Gracias doctor Porras, nunca olvidaré que usted me salvó la vida”. Pero Oquendo falleció el 6 de marzo de 1936.
     Raúl Porras Barrenechea era un escritor, diplomático, docente e intelectual de ideología liberal, no precisamente un hombre progresista. Pero sabía que tanto Vallejo como Oquendo eran militantes comunistas. Sin embargo, los acudió cuando más necesitaban de una ayuda económica y auxilio final, sabía que estaban desamparados, enfermos y sin recursos. Mario Vargas Llosa cuenta en “El pez en el agua” que Porras narraba pasajes inéditos de ambos poetas, fue así como el novelista hiciera mención a Oquendo, cuando recibió el Premio Rómulo Gallegos.
    Cuando pronunció su discurso durante reunión de cancilleres de San José, Costa Rica, 23 de agosto 1960, (hace cincuenta y tres años), Porras Barrenechea, habló como historiador y visionario, tal como hablan los iluminados que siempre se adelantan a los hechos. Votó en contra de la condena a Cuba promovida por los Estados Unidos, obedeciendo más a su conciencia y a las voces múltiples de los pueblos de América. Lo hizo desobedeciendo las órdenes del gobierno de Manuel Prado Ugarteche, uno de los regímenes más vergonzosos y enmarcados en la coloniedad política del siglo XX.
    Memorioso, didáctico, ejemplar como valiente, Porras en uno de los pasajes dijo: “Reiteramos lo que hemos dicho otra vez. Vivimos según el humanista europeo en tiempos difíciles en que no se puede hablar ni callar sin peligro. América Latina vive las circunstancias dramáticas del subdesarrollo económico. Los trabajadores de América Latina moran en condiciones infrahumanas y reciben salarios seis veces inferiores a los de los grandes países industrializados. La economía y el bienestar de nuestros pueblos dependen del egoísmo y del monopolio de los grandes consorcios y monopolios mundiales y deberían enfrentarse por una vasta política de promoción y desarrollo y no resolverse con una simple mentalidad bancaria”.
    Lúcido, dueño de un lenguaje limpio como deputado, después de haber meditado sin duda en el juicio de la historia, sobre todo en el curso de los hechos futuros (tal como se viene sucediendo ahora). Más aun debido a su intuición histórica, primero sorprendió a la delegación de los Estados Unidos, que dijera tantas verdades irrefutables acerca del colonialismo férreo que imponía a las demás delegaciones. Prado, como fiel sirviente del sistema, confiaba que Porras no solo condenara a Cuba al ostracismo y aislamiento inhumano, sino que además “expresara la voz oficial del Perú”.      
    “Pero la base sustantiva de la democracia y de la solidaridad –adujo Porras - que defiende el sistema Interamericano debe ser la libertad entendida como el respeto fundamental a la personalidad y a la dignidad humana, a la tolerancia como suprema virtud democrática, a la proscripción de toda estulticia o forma de persecución de las ideas, ya que la democracia no puede defenderse sino con armas democráticas que son las de la inteligencia y la razón”. 
   Las demás delegaciones fueron sacudidas por los juicios políticos de Raúl Porras. No esperaban que un diplomático peruano hablara de libertad de conciencia, democracia sin pobreza, de dignidad de los pueblos sojuzgados, de dignidad humana, de derechos irrenunciables. Sobre todo a la libre determinación de los pueblos sin presiones de un imperio destinado a mantener en la pobreza a millones de seres humanos. Los demás cancilleres empezaron a murmurar y dejar de aplaudir en la medida que Porras hablaba.      
    Porras finalmente dijo: “Confiamos en que la revolución cubana que ha proclamado principios que significan una honda transformación económica, la mejora de los niveles de vida y una más justa distribución de la riqueza, no se desvíe de su camino original y su destino americano que comparte la mayoría de nuestros pueblos y gobiernos, y los Estados Unidos, que han declarado su voluntad de servir a la paz y al bienestar de los pueblos americanos, hallen una fórmula de entendimiento en que se realice el más amplio ideal de vida de la humanidad, que es el vivir sin temor y se haga prevalecer el espíritu de razón y de conciliación contra toda forma de fanatismo, de miedo y de pasión. Confiemos, como en el Evangelio de San Lucas, en que podamos andar juntos sin represión y que en ese alto plano de amistad podamos convertir los corazones de los rebeldes a la prudencia de los justos, para bien de América y de la Humanidad.
     Raúl Parras Barrenechea, fue nombrado canciller del gobierno de Manuel Prado en abril de 1957, después de haber sido derrotado en las elecciones para ser rector de la Universidad Nacional de San Marcos. Durante la VII Conferencia de Cancilleres Americanos en San José de Costa Rica, el presidente del Consejo de Ministros era nada menos que Pedro Beltrán Espantoso. Es decir la derecha más servil del Perú del siglo XX. Porras no se prestó al juego macarthista, actuó como hombre limpio y libre para salvar con su dignidad al Perú. Terminado el evento internacional, renunció a su cargo y a su llegada a Lima, como es usual, el edecán de palacio no se presentó para recibirlo. Retirado de toda función pública., recibía solo a sus amigos más íntimos. Según Jorge Basadre, Prado mandó a decirle que se sentía traicionado. Porras le contestó: “Paciencia, paciencia, paciencia. Hay que esperar el juicio de la historia”.
     Porras falleció el 27 de setiembre de 1960 de un infarto cardiaco en medio de juicios políticos a favor y en contra. Pero ahora, los Estados Unidos y Cuba tienen ahora relaciones diplomáticas y pronto se levantará el inhumano bloqueo económico. El pueblo cubano durante 54 años supo resistir un cerco intolerable y bloqueo atroz, fueron años heroicos de no se ha dado antes contra ningún pueblo, solo por razones ideológicas. ¿Quién defenderá ahora Prado y a Beltrán? Todos sus vasallos han muerto. Pero las acciones de Raúl Porras a favor de Vallejo y Oquendo, nadie olvidará. Su voz ahora llega desde el fondo del tiempo, vuelve para recordarles a los pueblos de América, que no se olviden de luchar hasta conseguir la justa distribución del pan nuestro de cada día, de ejercer la condición humana y el derecho a vivir con dignidad.