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miércoles, 4 de mayo de 2011

LITERATURAS EN LENGUAS ANCESTRALES

Óleo de Aurelio Medina "Moshó"

Un fantasma vuelve a recorrer los caminos, ciudades, calles, aulas universitarias, salas de redacción así como aldeas y comunidades de América y el mundo. Se trata de una respuesta a la asimétrica como excluyente globalización cultural. Los escritores ancestralmente excluidos hemos decidido escribir desde la periferia, desde nuestra propia realidad para hacer conocer la verdad acerca de nuestra problemática social, cultural y económica en que sobrevivimos. 
    Ya no queremos que hablen por nosotros, nos hemos cansado de leer y escuchar lo que sabemos y debemos decir. Les queremos también decir: ¡Basta ya!, a los científicos sociales, no a todos por supuesto, especialmente a quienes se han dedicado a distorsionar la verdad y les pedimos dejen de escribir en nombre de nosotros o por nosotros. ¿Por qué no escriben acerca de la realidad en que viven para conocerse mejor? ¿Por qué solo se dedican a “estudiarnos” y no tratan de “estudiarse”? Ya llegará también el día que nosotros los estudiemos a ellos, ese tiempo no tardaré en llegar.     
    Pero lo más importante es el hecho que hemos decidido escribir en nuestros propios idiomas. A este fenómeno se le ha querido minimizar porque muchas comunidades humanas todavía no tienen un sistema de grafías oficiales. Enseguida ha surgido un obstáculo mayor. Los escritores en lenguas ancestrales tampoco tenemos editoriales, luego hay uno mayor, es la circulación y venta de los libros editados casi siempre de modo artesanal.
    Si nos preguntamos: ¿Hay lectores en lenguas ancestrales si el coloniaje y después los modernos Estados-naciones neocolonizados se han encargado de desaparecer a las culturas dominadas? ¿Acaso no era un delito si se  aprendía a leer y escribir? ¿En qué medida las naciones colonias han impulsado a los escritores que se expresan en lenguas llamadas despectivamente nativas? La lucha ha durado siglos y aún continúa porque no se ha conseguido, pese a los esfuerzos realizados y algunas conquistas, el ejercicio pleno de todos nuestros derechos ciudadanos, políticos y culturales. 
    Estas dificultades así como muchas otras, han sido analizadas últimamente en Santiago de Chile como en la Habana. Quienes hemos asistido a estos certámenes no hemos recibido consignas políticas de ninguna especie, más bien hemos aprendido mucho y expresado, expuesto nuestra problemática. Nos hemos convencido que tenemos los mismos problemas que superar: racismo, discriminación, exclusión, marginación económica y sobre todo que somos naciones invisibles para la cultura oficial y el sistema.
    Sin embargo, hemos comprobado que en el caso del Perú, la situación no es tan trágica y eso se debe, a los resultados de las luchas de las comunidades andinas para tener escuelas para niños segregados. Se trata de una historia que ha sido escrita junto con los históricos enfrentamientos contra el gamonalismo, la oligarquía terrateniente y el Estado feudal. Fueron años terribles de luchas de  campesinos para que sus hijos sepan saber leer y escribir. Finalmente, quechuas, aymaras y las 54 sociedades etnolingüísticas de la Amazonía Peruana, hemos conquistado un sistema de grafías y que ahora se usa no solo en la educación primaria.
    Se ha venido a llamar interculturalidad al hecho que algunos maestros enseñen quechua, aymara o algunas lenguas amazónicas. El problema de fondo es que no se enseña, esos idiomas a tiempo completo, en primaria, secundaria y menos en la universidad. Lo peor es que después que los niños salen de la escuela, nadie les habla en quechua ni aymara. Los padres les exigen que hablen en español. La radio, la televisión escupen basura y contaminan no solo el ambiente, sino la mente de los niños.
     Para entender mejor a quechuas, aymaras y ciudadanos amazónicos, de que no nos gusta que nos motejen ni traten como ciudadanos de tercera categoría, es necesario tener en cuenta el texto del Manifiesto desde el Titicaca, firmado por representantes de  quechuas, aymaras y ciudadanos amazónicos, el 21 de abril del año 2,000. Señalan que la cultura oficial con la complicidad, de algunas no todos, los organismos internacionales y algunas ONGs, han decidido usar las palabrejas: indio, indígena, nativo, originario, migrante, etc. etc. Los aymaras y quechuas no aceptamos esos “motes científicos”, preferimos que nos llamen quechuas, aymaras, kashinawas, shipobos, conivos, etc. etc.
    Transcribo parte de ese documento histórico solamente el capítulo referido a Nuestra identidad plural: “Partimos de la afirmación de que el Perú es un país de todas las sangres como lo afirmó José María Arguedas, cimentadas en una base de mestizaje y de la coexistencia cultural donde la mayoría componente de esta sociedad, tiene raíces quechuas de diversas vertientes, aymaras del sur del continente y amazónicos del Oriente Peruano. Nuestra propuesta es profundamente integracionista y rechaza cualquier atisbo de racismo que lo único que puede hacer es poner en peligro el futuro de nuestra Nación Peruana. Reconocer nuestra identidad nos permite una lectura coherente de nuestra realidad social y económica, por lo tanto, nos facilitará plantear los remedios adecuados a los eternos males nacionales. No aceptamos ser motejados con los términos racistas y despectivos de indio, indígena, natural, nativo, etc. Estos términos discutibles y las categorías sociales que nominan, existen solamente en el pensamiento de la cultura hispano-criolla, discriminatoria y racista. Nosotros nos sentimos herederos de las culturas milenarias prehispánicas, de la obra y acción de Pachacútec, de los héroes populares que supieron desarrollar una cultura de resistencia durante el coloniaje y que en la República, sus nietos continuaron defendiendo el derecho a la vida. Entendemos los términos Indio, Nativo o Indígena, fueron utilizados para mirar la autoestima de nuestras poblaciones, se entendió casi como sinónimos de salvaje, tergiversando su verdadero sentido. Quienes somos herederos de una cultura ancestral que logró sobrevivir a un conjunto de atropellos durante los quinientos años de invasión y opresión, preferimos ser llamados, aymaras, quechuas y amazonenses. Nuestro pueblo es conciente de su rol en la historia y está dispuesto a luchar por sus espacios vitales en la transformación nacional, porque nosotros sí construiremos el Perú con oportunidades para todos.
Serranos. Rechazamos la connotación despectiva y retrógrada que se le da con esta palabra al hombre andino, cuando solo deber ser tomado en cuenta como la procedencia de una región del país, somos de la sierra y sustento de la existencia de la población costeña.
Campesino. También fue utilizado este término de una manera despectiva pare el hombre de campo, cuando esta palabra identifica a la población rural que tiene un espacio en el conjunto de la Nación Peruana.
El Perú no ha tenido una clase política capaz de echar las bases de un cambio social, el desarrollo nacional, terminó ahora en desuso, prostituido y manipulado. Quienes ejercieron el poder nunca se propusieron crear una geopolítica coherente con la realidad nacional. Permitieron, más bien, que el país fuese cercenado, mutilado en su geografía y limitado en el concierto político de los países latinoamericanos. Los límites oficiales del Perú no han podido, sin embargo seccionar y aplastar a las culturas andinas aymara, quechua y amazónicas, cuya presencia es un legado inapreciable para hoy y mañana. El pueblo aymara, por ejemplo habita el sur del Perú, en parte de Bolivia y en el norte de Chile e incluso en parte de Argentina. Hemos creado una geografía cultural en la que como pueblo, construimos y defendemos nuestra identidad, la que no ha podido ser destruida por culturas criollas y gobernantes hispano criollos, tanto civiles como militares. Los quechuas y aymaras llegaron a conformar un pueblo cuya máxima expresión fue el sistema de los Incas” (1).
    Sin embargo, la cuestión de fondo no son las palabras ni la carga semántica despectiva que tienen porque son usadas por la cultura dominante y sus representantes. La idea es crear una nueva literatura con un distinto canon, desde la cosmovisión frente a la vejez de la filosofía occidental, sobre todo del sicoanálisis y terminal de algunas ciencias sociales que solo han servido para sojuzgar y no para liberar a los pueblos dominados por el sistema. Se trata de una literatura con un distinto canon y perspectiva. Es el caso de los escritores mapuches chilenos, quienes no solo han conseguido realizar dos eventos internacionales para encarar estos temas, sino que habrá un tercero para discutir y hallar respuestas comunes a las naciones culturalmente sojuzgadas.
    ¿Qué editorial transnacional en español estaría dispuesta a publicar un libro de poesía, ensayo o novela escrita en quechua o aymara? ¿Cuántos lectores comprarían un libro de poemas escrito en jaqaru? Ninguna editora nacional tampoco aceptaría publicar libros escritos en quechua, aymara y traducidos al español porque sería un riesgo y una pérdida. Entonces, la pregunta es, ¿para qué escribir en idiomas ancestrales si no hay editoriales ni lectores? Por supuesto, hay casos excepcionales como la Casa de la Cultura del Ecuador donde se publican libros en quichua (así dicen ellos). En el Paraguay los poetas publican en la editora del Estado en lengua guaraní. En el Perú por ejemplo, raras  revistas publican textos en quechua y en aymara.
   Demás está decir que cuando aparece un libro en quechua o aymara, los medios de comunicación no los comentan sencillamente porque nadie habla ni escribe en esos idiomas. Últimamente han aparecido libros de poemas de Feliciano Padilla Chalco y de Gloria Cáceres (3). No se ha dicho nada de nada. Sin embargo, se trata de dos textos singulares que enriquecen la poesía peruana. Menos mal que Odi González ha logrado tener cierta audiencia pero  eso se debe sin duda, a su condición de docente universitario.
    La poesía en idiomas ancestrales o como dice despectivamente la cultura oficial, las expresiones de poesía en idiomas de los indígenas peruanos, se da más en la oralidad porque muy pocos de ellos han tenido acceso a la educación. Esa apreciación es falsa y malintencionada porque debido a la reforma agraria que realizó el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, encabezada por el general Juan Velasco Alvarado, muchos niños han llegado a las escuelas, a los colegios de provincias y distritos, después a las universidades.
    Es verdad que no hay poetas orgánicos quechuas y aymaras porque no hay una tradición literaria. La gran riqueza de la oralidad sin embargo, ha pasado a ser transcrita en textos escolares. Ahora es posible leer en textos escolares de primaria, mitos, cuentos, leyendas y narraciones real maravillosas. Ese hecho permitirá conservar la memoria histórica, la memoria social y sobre todo la memoria atávica.                                                       
    En síntesis, los escritores que provenimos de las naciones quechua o aymara, estamos convencidos que vivimos un tiempo históricamente distinto. Tenemos el deber moral de escribir para defender nuestros derechos ciudadanos, políticos, económicos y valores culturales. Es más bien una posición ideológica-cultural de rechazo a la violencia ciega e irracional, a las formas de discriminación oficial y a la necesidad de ejercer un derecho fundamental, ser considerados como parte de la literatura peruana, de la cultura peruana llena de pluralidad, diversidad y riqueza infinita.          
 
1.- José Luis Ayala. Literatura y cultura aymara. Editorial Universitaria de la Universidad Ricardo Palma. Página 394. Lima, 2002.
2.- José Luis Ayala. Nación aymara. Nación aymara. Página 274. Fondo Editorial Cultura Peruana. Lima. 200
3.- Feliciano Padilla Chalco y de Gloria Cáceres.

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