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lunes, 22 de diciembre de 2014

PORRAS, LOS POETAS Y SAN JOSÉ DE COSTA RICA





El domingo 13 de marzo de 1938, César Vallejo después de almorzar le dijo a Georgette: “Voy a descansar un poco”, pero desde ese día empezó a sentir una terrible fiebre y absoluto desgano. Fue así como empezó a morir, hecho del que estaba  absolutamente consciente. Georgette lo atendió como pudo hasta que finalmente después de once días en cama aceptó ser atendido en una clínica. Así, el jueves 24, debido a intervención del Dr. Raúl Porras Barrenechea, la Legación Peruana se comprometió asumir el pago de su curación. Vallejo fue internado en la Clínique Chirurgicale del bulevar Arago. Hasta el último momento se negó ser acudido por la Legación Peruana, “y el gobierno fascista de Benavides”, aduciendo que era un hecho contra su conducta y evidente militancia política. Como sabe, el poeta falleció en París el día 15 de abril.
    Dos años antes, cuando el Dr. Raúl Porras Barrenechea se encontraba en Madrid desempeñando funciones diplomáticas, sucedió que llegó desterrado, muy enfermo con tuberculosis Carlos Oquendo de Amat. El poeta puneño hizo llamar al Dr. Raúl Porras, quien efectivamente acudió a su lecho de enfermo, encontrándolo destrozado por las carcelerías sufridas en el Perú. Los médicos le dijeron que estaba desahuciado, pero Oquendo le pidió que lo llevaran a Navacerrada, donde supuestamente se recuperaría. Porras hasta el último momento acompañó a Oquendo, quien antes de subir al coche le dijo: “Gracias doctor Porras, nunca olvidaré que usted me salvó la vida”. Pero Oquendo falleció el 6 de marzo de 1936.
     Raúl Porras Barrenechea era un escritor, diplomático, docente e intelectual de ideología liberal, no precisamente un hombre progresista. Pero sabía que tanto Vallejo como Oquendo eran militantes comunistas. Sin embargo, los acudió cuando más necesitaban de una ayuda económica y auxilio final, sabía que estaban desamparados, enfermos y sin recursos. Mario Vargas Llosa cuenta en “El pez en el agua” que Porras narraba pasajes inéditos de ambos poetas, fue así como el novelista hiciera mención a Oquendo, cuando recibió el Premio Rómulo Gallegos.
    Cuando pronunció su discurso durante reunión de cancilleres de San José, Costa Rica, 23 de agosto 1960, (hace cincuenta y tres años), Porras Barrenechea, habló como historiador y visionario, tal como hablan los iluminados que siempre se adelantan a los hechos. Votó en contra de la condena a Cuba promovida por los Estados Unidos, obedeciendo más a su conciencia y a las voces múltiples de los pueblos de América. Lo hizo desobedeciendo las órdenes del gobierno de Manuel Prado Ugarteche, uno de los regímenes más vergonzosos y enmarcados en la coloniedad política del siglo XX.
    Memorioso, didáctico, ejemplar como valiente, Porras en uno de los pasajes dijo: “Reiteramos lo que hemos dicho otra vez. Vivimos según el humanista europeo en tiempos difíciles en que no se puede hablar ni callar sin peligro. América Latina vive las circunstancias dramáticas del subdesarrollo económico. Los trabajadores de América Latina moran en condiciones infrahumanas y reciben salarios seis veces inferiores a los de los grandes países industrializados. La economía y el bienestar de nuestros pueblos dependen del egoísmo y del monopolio de los grandes consorcios y monopolios mundiales y deberían enfrentarse por una vasta política de promoción y desarrollo y no resolverse con una simple mentalidad bancaria”.
    Lúcido, dueño de un lenguaje limpio como deputado, después de haber meditado sin duda en el juicio de la historia, sobre todo en el curso de los hechos futuros (tal como se viene sucediendo ahora). Más aun debido a su intuición histórica, primero sorprendió a la delegación de los Estados Unidos, que dijera tantas verdades irrefutables acerca del colonialismo férreo que imponía a las demás delegaciones. Prado, como fiel sirviente del sistema, confiaba que Porras no solo condenara a Cuba al ostracismo y aislamiento inhumano, sino que además “expresara la voz oficial del Perú”.      
    “Pero la base sustantiva de la democracia y de la solidaridad –adujo Porras - que defiende el sistema Interamericano debe ser la libertad entendida como el respeto fundamental a la personalidad y a la dignidad humana, a la tolerancia como suprema virtud democrática, a la proscripción de toda estulticia o forma de persecución de las ideas, ya que la democracia no puede defenderse sino con armas democráticas que son las de la inteligencia y la razón”. 
   Las demás delegaciones fueron sacudidas por los juicios políticos de Raúl Porras. No esperaban que un diplomático peruano hablara de libertad de conciencia, democracia sin pobreza, de dignidad de los pueblos sojuzgados, de dignidad humana, de derechos irrenunciables. Sobre todo a la libre determinación de los pueblos sin presiones de un imperio destinado a mantener en la pobreza a millones de seres humanos. Los demás cancilleres empezaron a murmurar y dejar de aplaudir en la medida que Porras hablaba.      
    Porras finalmente dijo: “Confiamos en que la revolución cubana que ha proclamado principios que significan una honda transformación económica, la mejora de los niveles de vida y una más justa distribución de la riqueza, no se desvíe de su camino original y su destino americano que comparte la mayoría de nuestros pueblos y gobiernos, y los Estados Unidos, que han declarado su voluntad de servir a la paz y al bienestar de los pueblos americanos, hallen una fórmula de entendimiento en que se realice el más amplio ideal de vida de la humanidad, que es el vivir sin temor y se haga prevalecer el espíritu de razón y de conciliación contra toda forma de fanatismo, de miedo y de pasión. Confiemos, como en el Evangelio de San Lucas, en que podamos andar juntos sin represión y que en ese alto plano de amistad podamos convertir los corazones de los rebeldes a la prudencia de los justos, para bien de América y de la Humanidad.
     Raúl Parras Barrenechea, fue nombrado canciller del gobierno de Manuel Prado en abril de 1957, después de haber sido derrotado en las elecciones para ser rector de la Universidad Nacional de San Marcos. Durante la VII Conferencia de Cancilleres Americanos en San José de Costa Rica, el presidente del Consejo de Ministros era nada menos que Pedro Beltrán Espantoso. Es decir la derecha más servil del Perú del siglo XX. Porras no se prestó al juego macarthista, actuó como hombre limpio y libre para salvar con su dignidad al Perú. Terminado el evento internacional, renunció a su cargo y a su llegada a Lima, como es usual, el edecán de palacio no se presentó para recibirlo. Retirado de toda función pública., recibía solo a sus amigos más íntimos. Según Jorge Basadre, Prado mandó a decirle que se sentía traicionado. Porras le contestó: “Paciencia, paciencia, paciencia. Hay que esperar el juicio de la historia”.
     Porras falleció el 27 de setiembre de 1960 de un infarto cardiaco en medio de juicios políticos a favor y en contra. Pero ahora, los Estados Unidos y Cuba tienen ahora relaciones diplomáticas y pronto se levantará el inhumano bloqueo económico. El pueblo cubano durante 54 años supo resistir un cerco intolerable y bloqueo atroz, fueron años heroicos de no se ha dado antes contra ningún pueblo, solo por razones ideológicas. ¿Quién defenderá ahora Prado y a Beltrán? Todos sus vasallos han muerto. Pero las acciones de Raúl Porras a favor de Vallejo y Oquendo, nadie olvidará. Su voz ahora llega desde el fondo del tiempo, vuelve para recordarles a los pueblos de América, que no se olviden de luchar hasta conseguir la justa distribución del pan nuestro de cada día, de ejercer la condición humana y el derecho a vivir con dignidad.                  

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