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domingo, 3 de julio de 2016

“COLÓNIDA” TAN BREVE COMO VIDA DE VALDELOMAR



    



 Mientras que a comienzos del siglo XX en Europa, continuamente se publicaban manifiestos de varios ismos, el ambiente cultural en Lima tenía un marcado rezago tradicional y atmósfera colonial. Sin embargo, las revistas literarias vanguardistas, publicadas en Buenos Aires, Madrid y México, eran leídas por  jóvenes escritores con especial avidez para conocer el nuevo rumbo histórico. Además, es preciso tener en cuenta acontecimientos como la revolución rusa, la primera guerra mundial, la revolución industrial, los aportes de Sigmund Freud, Carlos Marx y prédica de Friedrich Neitzche, que impactaron seriamente en la vida cultural.
    La aparición de “Colónida”, el 15 de enero de 1916, bajo la dirección de Abraham Valdelomar, como “Revista quincenal de Literatura, Arte, Historia y Ciencias Sociales”, no se explica sin el contexto histórico y económico de entonces. La insurgencia de la vanguardia significó una novedosa propuesta para el desarrollo de una distinta sensibilidad y formas experimentales, para liquidar la asfixiante tradición. Y fue así que se produjo una distancia entre tradicionalistas y vanguardistas, quienes aptaron distintos criterios estéticos y formas de escribir. Entre otras novedades, el poeta vanguardista debería expresar la riqueza de la vida interior antes que el paisaje exterior. La idea central era celebrar la emergencia de una distinta sociedad, presencia del hombre nuevo del siglo XX y una distinta estética.
    Al influjo de un diferente lenguaje aparecieron animales como el gato, el búho y el buitre en medio de los poemas vanguardistas. Las metáforas debían tener mayor libertad posible y, desechar para siempre la versificación tradicional. Se empezó a explorar de acuerdo a las necesidades del mundo interior, de modo especial la significación de la condición humana. La reacción contra el modernismo fue evidente debido a que los precursores empezaron a repetir los mismos preceptos. Los narradores entonces prefirieron desarrollar temas referidos a la sociología y  psicología, sobre todo a la vida interior de las personas. Pero lo más importante fue que la novela utilizó formas narrativas experimentales. El lenguaje se renovó de modo sorprendente y empezó a usar la significación de las palabras con mayor contenido semántico. Los nuevos poetas peruanos no podían desconocer a Guillaume Apollinari (Ultraismo-Cubismo), Tristan Tzara (Dadaismo), André Breton (Surrealismo), Tommaso Marinetti (Futurismo) y menos a Manuel Maples Arce (Estridentismo), entre otros escritores y poetas vanguardistas.    
     Fue así como se gestó “Colónida”, aunque el primer número no tradujo como dijera González Prada “Un voto en contra”. Sin embargo, fue Federico More, el más iconoclasta de todos los colónidos, quien envió una carta a Valdelomar, ofreciéndole escribir para el segundo número, un comentario en referencia al libro “La literatura peruana” de Ventura García Calderón. Con fecha 15 de enero de 1916, More efectivamente dijo: “No se te oculta que en dos días no se escribe un alegato bien probador de la imbecilidad de un grafómano… Lo escribiré, no solo porque así  acudo a la petición de un amigo, sino porque juzgo necesario dejar constancia de que vivir en París a costa del gobierno y hablar plagiando a Willy, a Méndez y a Aurelien Scholl, no dan títulos bastantes para escribir ante el criterio de América, noventa páginas de despropósitos”. 1     
   El primer número de “Colónida” despertó un gran interés entre los lectores, pues Federico More, dicho sea de paso, es el más importante periodista peruano por el  dominio del español. More se propuso diseccionar a Ventura García Calderón, que entonces gozaba de un gran prestigio intelectual. García Calderón cometió el desatino de no incluir a un poeta importante como José María Eguren. More conocía mejor a los nuevos escritores peruanos por ejercer el periodismo cultural y por entonces escribir poesía.
    Si se hace un balance estrictamente literario como histórico, ¿es posible afirmar que “Colónida” significó un puente entre la modernidad y la vanguardia en el Perú? Esa respuesta fue una preocupación constante de críticos, docentes e historiadores de la Literatura Peruana. Entonces, ¿cuál es la respuesta? “Colónida”, tradujo un temperamento juvenil, un acto de rebelión y asimilación respecto a la necesidad de un cambio en el lenguaje, estética y conducta del artista y el escritor. Sin embargo, sus militantes no asimilaron los ismos europeos, tampoco cuestionaron la dura realidad social, como lo hicieron la mayoría de los escritores, músicos, escritores europeos y peruanos.
   Las reuniones y tertulias literarias se desarrollaban por lo general en el Palias Concert, lugar concurrido por la decadente e inculta aristocracia y burguesía limeña. Luis Alberto Sánchez que conoció de cerca la biografía de “Colónida”, ha narrado  así: “El diario La Prensa de 1915 fue el rezago donde se acunó Colónida, así como en el recinto del Palais Concert, una confitería muy europea en la calle Baquíjano de Lima. Entre los redactores de La Prensa y miembros del ‘Club Valdelomar’ estuvo Alfredo González Prada, hijo del célebre Don Manuel (1844-1918) promotor de realizaciones magníficas de nuestra literatura. Alfredo, joven apuesto, rubio, polígloto, erudito y travieso, había nacido en París”.  2                       
    En la edición facsimilar de ediciones COPE (1981), aparece una carta firmada por Alfredo González Prada dirigida a Luis Alberto Sánchez, con fecha 26 de noviembre de 1940. Sánchez pregunta a Alfredo González: “7.- Piensa que Colónida fue un grupo? ¿Un movimiento? ¿Un azar? ¿Solo una revista?
En mi opinión – responde el escritor suicida-- el colonidismo fue un estado espiritual  de una generación: el eco, en la mocedad de 1916, de ciertas actitudes intelectuales y artísticas de Europa. De una Europa que ya no existía;  pero que, como luz de estrella, nos llegaba rezagada en el tiempo. De ahí que en plena guerra, nosotros recibiéramos  el tardío eco de la morbidez de Jean Larrain, de la suntuosidad de Robert de

1.- Federico More. Colónida. Pág. 29. 1916. Imprenta del Estado.206. Lima. En edición facsimilar, 15 de diciembre de 1981.Sin número de página. Editorial Ausonia. Talleres Gráficos S. A. Lima. 
2.- Luis Alberto Sánchez. Colónida. Pág. 203. Editorial Ausonia Talleres Gráficos S.A. 1981. Lima.
Monquiou, de la amoralidad de Claude Ferré, de la egolatría de d’Annunnzio, del dandismo de Eca de Queiroz, del amaneramiento de Valle Inclán, de  todo lo ‘raro’ de Rimbaud, Mallarmé, Herrera Reissiig y Lauttreamont”. Luego prosigue y dice: “¿Por qué se produjo esa susceptibilidad en el grupo, cristalizándose en un estado espiritual literario? Creo que en esto la influencia de Valdelomar fue preponderante. Acababa de regresar de Europa y venía todo iluminado de Italia y Francia. Lo mismo ocurría con Antuco Garland. Yo no tenía entonces sino lecturas europeas. Lo mismo Ulloa, More, Abril; Valle y Bellido eran menos europeizados, pero siguieron el snobismo. Verá usted que en Las voces múltiples no hay un solo poema de motivo peruano. Algo extraordinario en 80 composiciones de 8 autores diversos. Vivíamos de espaldas a la realidad peruana, a los temas nacionales, el criollismo, al indigenismo”.   3     
    Hay una pregunta que llega sola. ¿Por qué la revista “Colónida” no emitió un manifiesto literario como se acostumbra entonces? La respuesta es, había un marcado individualismo en sus componentes y no tenían nada nuevo que proponer. Cada quien pensaba a su libre albedrío y no se propusieron desmarcarse por ejemplo de Chocano. Políticamente eran anodinos y no se enfrentaron al régimen de Leguía como lo hiciera después José Carlos Mariátegui, tanto a través de la revista Amauta y Labor. Se trata entonces de un grupo de jóvenes desideologizados, razón por la cual sin duda no dejaron una gran literatura que destacara en el curso de la gran duración de la historia.
     Valdelomar no era un escritor estrictamente autodidacta, estudió algunos años en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Convencido que debía conocer la realidad nacional decidió viajar en septiembre de 1910 a Arequipa, Cusco y Puno. En 1911 publicó dos novelas cortas por capítulos: La ciudad muerta y La ciudad de los tísicos, (1911), a través de Ilustración Peruana y en Variedades. Para vivir de la política en 1912 intervino haciendo campaña a favor de Guillermo Billinghurst. Luego como billinghurista triunfante fue candidato a la presidencia del Centro Universitario de San Marcos, pero fue derrotado. Entonces, “El Conde de Lemos”, fundó el Centro Universitario Billinghurista, que acabó siendo un club de pocos amigos del joven escritor.
    Siempre en busca de una diputación y forjar una presencia política, decidió realizar giras para dar conferencias de carácter cultural y literario. Fue así como llegó a Trujillo, Cajamarca, Chiclayo y Piura. Luego viajó a Puno, Cusco y Moquegua. De vuelta a Ica, fue recibido apoteósicamente y el 24 de setiembre de 1919 fue elegido  diputado por Ica para el Congreso Regional del Centro. Por fin Valdelomar podría vivir holgadamente, escribir novelas y cuentos que se había propuesto. ¿Augusto B. Leguía conocía a Valdelomar? Por supuesto, tal vez no fueron muy amigos, pero tanto Celestino Manchego Muñoz, Foción Mariátegui Ausejo, (tío de José Carlos

3.- Alfredo González. Carta a Luis Alberto Sánchez. Colónida. Pág. 214. Ediciones COPE. Editorial Ausonia Talleres Gráficos S.A. 1981. Lima.

Mariátegui) y Mariano H. Cornejo, eran sus operadores políticos-culturales. Ellos lo tenían al tanto de los acontecimientos más importantes. No iban a permitir de ninguna manera que un enemigo del régimen fuera diputado. Los Congresos Regionales no tenían capacidad legislativa ni podían aprobar leyes, servían solo para sugerir algunas medidas sociales, no eran más que entidades políticas anodinas, destinas a desviar el descontento popular de una dictadura represiva al servicio del saqueo del Perú.
   El ideólogo del régimen, sociólogo, docente, diplomático y tartamudo  Dr. Mariano H. Cornejo, le aconsejó al presidente Augusto Bernardino Leguía, crear los Congresos Regionales pero sin otorgarles poder para aprobar leyes, sino presentar proyectos para ser debatidos en el Congreso Nacional con sede en Lima. Sin embargo, estas entidades sirvieron para controlar la presión popular frente a un régimen entreguista a las transnacionales norteamericanas. Tres temas se discutieron permanentemente en los Congresos Regionales: La reforma agraria. La nacionalización de minas y petróleo. La educación gratuita y el régimen de trabajo para obreros y ciervos de las haciendas.
    En realidad los Congresos Regionales servían para fomentar un clientelage político a favor del régimen. No obstante, debido a elecciones libres, fueron electos líderes apristas y comunistas, cuyas propuestas debieron haber servido para realizar los cambios sociales que eran necesarios en ese momento en el Perú. Fue entonces que el “Conde de Lemos”, decidió entrar de lleno a la contienda política partidarista a favor de Leguía. En las elecciones había dos bloques: Leguiísta y antileguiísta. También se presentaron apristas y comunistas, muchos de ellos llegaron ser diputados.
    Y sucedió que en 1914, llegó a Puno un tío cercano del “Conde de Lemos”, para conformar la Corte Superior de Justicia. Como el Jurado Nacional de Elecciones era presidido por un leguiísta de confianza, el tío persuadió para que Abraham lo visitara y ver la posibilidad de su candidatura al Congreso Regional del Sur. En efecto, Valdelomar se trasladó Puno con la seguridad de vivir después cómodamente al servicio del régimen de Leguía. La noche del 13 de junio de 1915, bañada de una frígida llovizna proveniente del Titicaca, el tren de Arequipa llegó a Puno trasladando a un viajero en primera clase. Conferencista, dibujante, poeta, narrador, director de “Colónida”, polemista, político y además invitado por la clase terrateniente de Puno, los hacendados se esmeraron por darle las mejores atenciones.
     De hecho formaron una comitiva y lo llevaron al lujoso Hotel Ferrocarril, la cena fue frugal por la altura, Valdelomar no comió nada.  Dos discursos vacuos lo dejaron muy cansado. Pero agradeció con pocas palabras y pidió el programa de las actividades culturales. Cuando todos se retiraron, de pronto se presentó un joven con una pequeña barbilla y bien vestido. El señor Valdelomar no recibe visitas -- respondió el encargado de su custodia. ¿Cómo se llama usted? -- Arturo Peralta, hemos venido los escritores jóvenes a saludar al señor Valdelomar. Si usted no nos anuncia lo haremos responsable de lo que suceda. Vamos a protestar y hacer un escándalo en la puerta del hotel. Un momento-- respondió un joven fornido
      El señor Valdelomar dice que pasen-- respondió. Arturo Peralta, Dante Nava, Alejandro Peralta, Mateo Jaika, Inocencio Mamani, Aurelio Martínez, Luis de Rodrigo, Demetrio Peralta, Emilio Romero, Emilio Vásquez  y Emilio Armaza, encontraron a Valdelomar sentado, desfalleciente y respirando con dificultad. Arturo Peralta saludó al “Conde de Lemos” en nombre de los jóvenes poetas puneños. Pero Valdelomar no escuchó ni respondió nada. ¿En qué podemos ayudarlo? – preguntó Peralta. Valdelomar contestó inmediatamente – necesito morfina. Nosotros le conseguimos como sea – respondió Peralta. Inmediatamente se encaminaron a todas las farmacias. Menos mal que boticario Salguero accedió por tratarse de Valdelomar. Regresaron al hotel, Valdelomar agradeció el favor y pronto se recuperó. “El Conde de Lemos” recién se puso a conversar y los escritores jóvenes puneños le entregaron la edición de “La tea”, conviniendo que lo acompañarían en sus conferencias.
    --Señor Valdelomar, no deje que los terratenientes lo utilicen políticamente. Usted pertenece a la vanguardia, al pueblo, así lo consideramos nosotros. La burguesía local es muy reaccionaria. Usted es un vanguardista y revolucionario, nosotros los admiramos – dijo Peralta.      
    --Voy a pedir que me acompañen en una conferencia, tienen mi palabra de honor. Desde este momento soy parte de ustedes. Mientras esté en Puno, serán mis entrañables amigos. 
    En efecto, Luis Alberto Sánchez al referirse al consumo de drogas para estimular la creación literaria de parte de Valdelomar, escribe un testimonio: “El cuarto número, publicado en mayo, señala la separación de Valdelomar. More y Badan lo tomaron a su cargo. Contiene una defensa del uso de los alcaloides, que en ese tiempo estaba circunscrito a la morfina, algo a la cocaína, mucho al opio y algo también al éter y a la heroína. Lo que predominaba era en opio, según nos lo cuenta el gran escritor mexicano José Vasconcelos en sus memorias donde relata su experiencia de  la primera vez que fumó opio en compañía de  Valdelomar , quien era secretario de José de la Riva Agüero”.  4
    Valdelomar antes de su conferencia en el antiguo Teatro Puno, invitó a los poetas jóvenes puneños a leer sus poemas. “El conde de Lemos” quedó impresionado no solo por la calidad literaria, sino por la información que tenían respecto a la vanguardia literaria europea. Todos compartían una evidente formación literaria por haber conformado Bohemia Andina y conocer la obra de Valdelomar. Antes de la llegada de Valdelomar a Puno habían publicado la revista La Tea bajo la dirección de Arturo Peralta con participación de Ezequiel Urviola. La tea era una respuesta a Ondina, dirigida por Gustavo Manrique. Cuando Arturo Peralta viajó a Potosí se hizo cargo de su hermano Alejandro.
    Lo cierto es que Valdelomar una vez en Puno, trató de inscribir su candidatura para una diputación en el Congreso Regional, pero después de una adecuada evaluación se convenció, que Leguía no tenía un partido solido capaz de imponerse en elecciones limpias. Había dos opciones, inscribirse como candidato leguiísta o en la lista de la oposición. Luego de evaluar la situación y al ver que los jóvenes escritores no lo apoyarían desistió entrar en la contienda. Pero luego de su ausencia

4.- Colónida. Abraham Valdelomar. Pág. 8. Editorial Ausonia Talleres Gráficos S.A. 1981. Lima.    
los jóvenes poetas puneños adquirieron la costumbre de consumir estupefacientes,  el maestro lo había convencido que inspiraba mejor y transportaba hacia reinos desconocidos y, así se conseguía escribir una gran literatura. El próspero zapatero arequipeño Demetrio Peralta, padre de Arturo, Alejandro y Demetrio, maldecía a Valdelomar por haber inducido a sus hijos al consumo de drogas. Según testimonios de Ricardo Arbulú Vargas, Emilio Armaza, Emilio Vásquez, Mateo Jaika y Emilio Romero, lo que buscaba Valdelomar era vivir como lo hacían antes los diputados y senadores y, ahora los congresistas. Ganar buen sueldo sin responsabilidad política ni rendir cuentas de sus hechos y ausencias a nadie.    
    El más conservador y agudo de los colónidos fue sin duda Federico More, por eso su juicio es valioso: “Valdelomar quiso ser nuevo en su obra, en su persona y en sus maneras. Y, sin embargo, era criollo. Su mayor ambición era parecerse a Baudelaire, a Oscar Wilde, a Barbey D’Aurevilly. Y, al cabo de tanto extranjerismo, terminó escribiendo El caballero Carmelo, el Elogio del galinazo y La Mariscala, trabajos peruanísimos con lo que nada tenían que ver las literaturas perversas. Su ensayo acerca de Belmonte puede considerarse trabajo peruano, ya que la afición taurina es tan fuerte en el Perú, como en España. Valdelomar es prueba viviente de que el artista es hijo de su tierra o no es nada… Valdelomar, tiene producciones más hermosas que la que ya hemos citado. Por ejemplo, Hevatisto, el sauce que murió de amor. Y este soneto, sollozamente y serio, titulado El hermano ausente en la cena pascual”. 5
    A pesar de la breve biografía y obra de Valdelomar, en lo que a la bibliografía se refiere es indispensable recurrir a Jorge Basadre y Antonio Cornejo Polar. Pero esta es una oportunidad para decir que a Manuel Miguel de Priego, le presté el texto original de Valdelomar, “Oración a la Bandera”, transcrito a puño y letra, dedicado a Gustavo Manrique, director del diario “El siglo” de Puno. A pesar de haberle reclamado varias me dijo que se le había extraviado y no sabía dónde lo tenía. Éramos amigos y vecinos pero me cansé de reclamar un documento tan valioso. Sin embargo, me di con la ingrata sorpresa que escribió una referencia desleal acerca del origen de ese poema en su libro: Valdelomar, el conde plebeyo. Biografía. Nunca me devolvió peso aseveró haberlo hallado sin mencionar cuándo ni dónde. Menos quién se lo dio. Yo le presté y no dijo nada. Ingratitud de ingratitudes.
     La contribución de César Ángeles Caballero ha sido importante a pesar de las ediciones modestas de sus trabajos. Alberto Tauro del Pino escribió una biografía muy bien documentada, pero Ricardo Silva-Santisteban publicó Valdelomar por él mismo (Cartas, entrevistas, testimonios y documentos biográficos e iconográficos). De ese modo ahora podemos tener un derrotero más o menos amplio y bastante ilustrado. Sin embargo, durante muchos años se ha repetido un infundio terrible, un chime de mal gusto, un engaño periodístico, un rumor malévolo, una calumnia terrible, un embuste, una mentira atroz, una patraña imperdonable. Alguien dijo que Valdelomar había muerto a consecuencia de una caída en un silo. Desgraciadamente 

5.- Andanzas de Federico More.  Prólogo de Francisco Igartua. Pág 106. Editorial Navarrete. 1989. Lima.
esa mentira se repite todavía en libros que se usan en el curso de Literatura en la educación secundaria. 
   La verdad es absolutamente distinta. No es posible rememorar ahora las elecciones y proclamación como diputado para el Congreso Regional del Centro, en lo que se refiere a Abraham Valdelomar. Lo cierto es que el “Conde de Lemos” llegó a la ciudad de Huamanga, dispuesto a cumplir con su tarea oficial pero sobre todo tener tiempo y buen sueldo para escribir. Apenas salió a pasear por las calles, llamó la atención que un hombre joven usara una capa azul, escarpines blancos, botines negros, anteojos de carey, pantalón blanco y una pequeña bolsa de cuero a la altura de la cintura. Dio varias vueltas por la plaza de armas sin hablar con nadie, se sentó en una banca para contemplar la catedral y escuchar el murmullo de la apacible andina ciudad.
    Sin embargo, a poca distancia lo seguía de cerca Artemio Pacheco que oficiaba de secretario y a veces, se sentaba junto a él para conversar. Mientras tanto, llegaron los demás diputados para conformar el Congreso del Centro. Debido a su prestigio literario y haber obtenido una mayor cantidad de votos, tenía que ocupar el cargo de secretario. Para abreviar el relato, vamos a decir que la ciudad de Ayacucho de pronto se vio visitada por personas que en su mayoría nunca habían estado allí. La sesión se realizó en los altos de un hotel, cuando de pronto Valdelomar decidió salir para atender la necesidad de consumir un estupefaciente. Escogió al azar una puerta con una empinada escalera de piedras y se resbaló, perdió el equilibrio y cayó de espaldas sobre un montículo de piedras de una altura de seis metros de altura. Nadie reparó en el accidente porque además el golpe fue seco, de modo que Valdelomar no pudo pedir auxilio. Como consecuencia de la grave caída tuvo una gravísima fractura en la espina dorsal, no podía hablar y los dolores eran intensos, el “Conde de Lemos” tenía 31 años.  
    Luis Alberto Sánchez, que tuvo acceso a documentos oficiales del Congreso, presentó una relación de medicamentos suministrados a Valdelomar  y, demostró que el Estado Peruano sufragó todos los gastos. Pero sobre todo, pagó los funerales en Ayacucho así como el posterior traslado de sus restos para ser enterrados en Lima, en la misma tierra como  había pedido antes de su muerte. Sánchez dice: “Después de la instalación del Congreso, al que asistieron autoridades políticas y militares, estas últimas representadas por el coronel e historiador Manuel C. Bonilla, hubo un banquete de etiqueta. Se preparó el comedor en el segundo piso del hotel.  Hallábanse los invitados tomando el aperitivo, a eso de las ocho de la noche, cuando Valdelomar vestido de frac y visiblemente nervioso, pidió licencia para ir un momento a su habitación, en la planta baja. Pretextó una necesidad urgente. Según los testimonios que he recogido, la verdad es que Abraham salió para aplicarse una inyección que, a pesar de los eufemismos con que se trató el caso, era sin duda morfina. Artemio Pacheco oficiaba de acólito para ofrecer el pecaminoso rito”. 6

6.- Luis Alberto Sánchez. Hugo Vallenas. Valdelomar a la belle époque. Fondo Editorial del Congreso del Perú. Pág. 199, Grandez Gráfica, 1999. Lima.

   Paradógicamente cuando 1 de noviembre de 1919 el pueblo de Huamanga rememoraba “Todos los Santos”, Valdelomar salió a pasear y a las 4.30 de la tarde se instaló el Congreso Regional bajo la presidencia del Francisco Velarde Álvarez, el sacerdote Fidel Castro y como secretario Abraham Valdelomar (diputado por Ica). Como dice Gotardo Almonacid Cisneros, 7 en un trabajo inédito titulado  Los funerales del Conde de Lemos en Ayacucho. “Producido el accidente, Valdelomar es trasladado para su mejor atención de la casona del antiguo del hotel, a la vivienda del señor Hugo Huaroto Aybar, vecino notable de Huamanga e invitado esa noche al banquete. Y acuden también a ver al herido el jefe de sanidad militar Dr. Alarcón y los médicos Jesús García del Barco y el Dr. Canales, quienes constaron el estado de suma gravedad del paciente: sus extremidades inferiores no funcionaban, tampoco los órganos principales de la digestión y vejiga, tenía una fiebre alta que lo hacía delirar y sentía que se ahogaba.  El señor Huaroto Aybar, solicitó los servicios de una enfermera del antiguo hospital San Juan de Dios.
   El domingo 2 de noviembre ‘día de las almas’, el paciente empeora, continuado durante toda la noche y la mañana del lunes 3 de noviembre. Aquí contamos con el valioso testimonio de las hermanas Rosa y María Dina Aréstegui Huaroto. Testigos presenciales de los padecimientos de Valdelomar, sobrinas del señor Huaroto, que le asistieron durante los días que duró el terrible sufrimiento de Valdelomar, apoyando a la enfermera del hospital. Las hermanas después de dos días y medio y dos noches de interminable sufrimiento y, esfuerzos denodados de los galenos por salvarle la vida, presa de una gran fiebre y delirante agonía, abriendo los ojos desmesuradamente, murmuró: ‘Me estoy muriendo’ y con la certeza del moribundo, dirigiendo la vista hacia arriba exclamó: ‘Dios mío, ¿por qué me quieres llevar tan pronto? Si todavía no he terminado mi trabajo”.
     Sin embargo, ninguno de sus biógrafos ni críticos han dicho que El Conde Lemos, era ideológicamente hablando, un conservador, hombre de derecha y leguiísta. ¿Por qué ocultar esta verdad? Coincidían con Federico More en tomar distancia y discrepar tanto de César Vallejo, José Carlos Mariátegui y Alberto Hidalgo. Nunca hubo intelectuales inocentes ni lo habrá. Pero más allá del proceso histórico, Valdelomar seguirá siendo el escritor tierno, talentoso e innovador, murió cuando recién empezaba a desarrollar su maravilloso talento.                
    Está probado que César Vallejo cuando llegó de Trujillo a Lima, de hecho buscó a Valdelomar debido a que entendió su poesía. Así, entre Valdelomar y Vallejo se produjo una gran empatía e inmediata amistad. Vallejo le pidió al Conde de Lemos escribir un prólogo para su libro Los heraldos negros, hecho que nunca se produjo por razones que no se llegó a saber. ¿Qué hubiera dicho Valdelomar de la poesía de Vallejo? Resulta imposible imaginar el texto que pudo firmar Valdelomar. Pero lo más seguro es que fue un gran desafío y riesgo, hablar de una poesía que ha trascendido más de un siglo y cada días tiene más vida, es mucho más fresca, mucho más vital y mucho más humana.         

7.- Gotardo Almonacid Cisneros. Texto inédito entregado personalmente a  J.L.A.        (2016

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