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jueves, 2 de junio de 2011

¿Hasta cuándo los pobres votarán por los ricos?

 
   Aristóteles anotó: “La democracia surgió del pensamiento de que si los hombres son iguales en algún respecto, lo son en todos” (1). Así, en términos generales y por lo menos en Occidente, en cierta parte de la historia de una porción de la humanidad el ejercicio de la democracia ha venido a ser una forma de organización de sociedades y Estados cuya proyección ha sido (y es) conseguir el acceso al gobierno, de modo que las acciones puedan responder a la voluntad de grupos de ciudadanos que se asocian. Finalmente, la democracia se ha concretado en una modalidad de gobierno mediante la organización de un Estado-nación, expresándose las decisiones colectivas a través de resultados electorales. Es decir, mediante mecanismos legales que otorgan determinada autenticidad y legitimidad a sus representantes. No obstante, conviene señalar que el contenido y el ejercicio de la democracia se encuentran en relación de dependencia con respecto al tipo de sistema social y de régimen político en los que se insertan, pudiendo ser (según el caso dado) puramente formales o efectivos y reales. La democracia tiene distintos contenidos y diferentes ejercicios en la Atenas esclavista, en EEUU capitalista-imperialista o en Cuba socialista.  
   De tal modo, en el caso peruano, la democracia sería verdadera y plural si sus representantes cumplieran con las tareas históricas para las que han sido elegidos mayoritariamente; si se propusieran solucionar problemas irresueltos del pasado y optaran por establecer objetivos nacionales soberanos y de largo alcance. Si ellos, después de leer correctamente la realidad nacional, decidieran crear los mecanismos  adecuados y llevar a cabo las acciones necesarias para la eliminación de las taras heredadas del pasado colonial y republicano, entonces esa democracia se transformaría y fortalecería posibilitando que nuestro país iniciara el camino para liquidar su condición de neo-colonia. Pero, por lo general, cuando el discurso oficial se refiere a la democracia recurre de modo casi mecánico a las palabras de Lincoln: “La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” (2). Sin embargo, en cuanto al ejercicio democrático, olvida interesadamente lo que ello implica: que los mecanismos para llegar al gobierno deben ser legítimos y estar al servicio de los intereses y las decisiones de las mayorías, porque de otra manera sería absurdo afirmar que una monarquía, el dominio de una oligarquía o una plutocracia, o cualquier dictadura militar o civil, responden y se ajustan a la voluntad política de un pueblo. No hay otra forma de legitimidad del poder que la realmente libre decisión popular. Sin embargo, para ubicarse con objetividad ante los hechos, es preciso recordar la tajante afirmación de Clemenceau:   “La democracia es, con palabras distintas, siempre el dominio de los más fuertes” (3). Es decir, de los que controlan, abierta o embozadamente, el poder político y económico y, con ello, todos los mecanismos de control social e ideológico-cultural.     El término democracia proviene del griego antiguo (δημοκρατία), apareció en Atenas en el siglo V a.C. y sus orígenes están en los vocablos δμος, demos, que puede traducirse como pueblo, y κράτος, krátos, como poder o gobierno. Determinados historiadores afirman que la democracia ateniense fue ejemplar, pero muchos otros cuestionan  objetivamente este criterio recordando que los beneficiarios de tal régimen fueron la aristocracia esclavista y sus allegados, con exclusión total de amplios sectores populares y grandes masas de esclavos. En la actualidad, hemos llegado a un punto en que el concepto democracia ha experimentado diversos cambios debido sobre todo a las particularidades históricas del régimen socio-político hegemónico, que entre otras cosas establece elecciones generales, algunos limitados mecanismos de control ciudadano y, por ejemplo, el derecho a la revocatoria, al juicio político y al juicio de residencia. Habría que añadir quizás la labor de la Defensoría del Pueblo, que en el Perú no defiende nada ni a nadie, salvo respetables excepciones. Al parecer, dentro de los límites del sistema vigente, nunca habrá un organismo fuerte y autónomo creado expresamente para que se haga cargo de denunciar y perseguir las acciones de abuso del poder y las abiertamente antisociales como el narcotráfico, la corrupción, la manipulación y el latrocinio, porque son parte del propio sistema. Menos aún habrá una Oficina de Ética Pública (4)
    En cuanto a los procesos electorales, aunque no constituyen ninguna novedad las elecciones fraudulentas, manipuladas y disfrazadas de legalidad por parte de los  organismos electorales oficiales, existen respetables autores que han propuesto realizar sorteos para designar a los ciudadanos encargados del control electoral, como uno de los mecanismos para fortalecer una democracia desvalorizada. Entre ellos, John Burnheim, Ernest Callenbach, A. Barnett y Peter Carty, Barbara Goodwin e Yves Sintomer. También, Robert A. Dahl, Benjamin Barber y Juan Ramón Capella (5). Todos ellos ignoran que en el Perú tal “designación” ha sido objeto de grosera burla: se ponía al congelador una balota y al día siguiente, por más que se moviera el ánfora, quedaba pegada al fondo; así, escogido de antemano, “ganaba” el designado previamente por el propio Jurado (6).  Ahora bien, como es obvio, no puede haber elección sin el voto ciudadano: ello es el núcleo de un proceso democrático, incluso de uno puramente formal. Se ha venido a llamar oficialmente Regla de la mayoría (7) al hecho de que la mayoría de ciudadanos participa en las elecciones y elige una determinada propuesta política. Así, quienes ganan “imponen sus ideas” sobre los otros electores, de modo que “la democracia se fortalece y renueva”. Pero esto no es verdad, como lo veremos más adelante. Se trata de preguntar cuántos de los 19’949,915 ciudadanos que votan (8) saben hacerlo bien en el Perú. ¿Hay una oportuna educación electoral ciudadana? No. Sucede que se ha determinado que quienes no saben votar adecuadamente permanezcan en la misma condición porque “así es mejor”. No conviene que voten bien ya que si así lo hicieran estarían votando de acuerdo a sus propios intereses y desarrollando una real conciencia cívica ciudadana,  y tal hecho sería demasiado peligroso para la “estabilidad del sistema” (9); o sea, podría poner en riesgo el poder y la dominación secularmente establecidos.    
   En este contexto, el hecho histórico más grave y doloroso es que los pobres voten por los ricos y la derecha política; por sus opresores y “representantes” ocasionales y siempre oportunistas; por quienes en todas las elecciones se han beneficiado con su voto y una vez en el gobierno los siguen manteniendo como ciudadanos invisibles, sin derecho al uso de la palabra y a la dignidad humana (aunque formalmente tal derecho les sea reconocido, pero sin posibilidades de ejercerlo en la práctica), sin derecho a revocarlos por no cumplir sus promesas, sin derecho a reclamar nada de nada. Jamás los ricos y la derecha han dicho, dicen o dirán “Ustedes, los pobres, siempre han votado por nosotros y por eso tenemos abundancia de bienes de todo tipo y múltiples privilegios. Ahora nosotros vamos a votar a su favor para mejorar su condición”. Creer que podrían decirlo o hacerlo, es algo  absolutamente impensable. Lo que sí tienen siempre en mente es “Los pobres tienen que votar otra vez por nosotros, y de ninguna manera por ellos mismos. Deben votar por nosotros para que sigamos siendo una ‘sociedad con abundancia’ y para que desde afuera nos miren y admiren por la forma en que vivimos”. Pero no lo dicen directamente porque ello significaría auto-desenmascararse. Para plantear sus propósitos y  persuadir (a la buena o a la mala) a la gente,  cuentan con los diversos mecanismos y recursos de manipulación social e ideológica, entre ellos los medios de difusión (televisión, radio, prensa, etc.) encargados de desinformar, mentir, amenazar, crear zozobra y miedo, augurar el apocalipsis y, a la vez, generar ilusiones y prometer el cielo, pontificar sobre el “bien común” y el “futuro diferente”, etc.; todo, con la finalidad de torcer la voluntad de las grandes mayorías pobres, hambrientas, desprotegidas y descalzas. Tienen a su servicio a miríadas de “expertos” y mercenarios para hacer creer a los pobres que deben votar por la derecha para “conservar” derechos que no tienen y que nunca se les otorgarán. 
   La situación real del llamado “ciudadano de a pie” tendría que hacerlo reflexionar y preguntarse ¿por qué los pobres no votan por los pobres, por quienes representan sus intereses y la defensa de sus derechos? ¿Por qué siempre tienen que votar por quienes han acumulado y siguen acumulando capital gracias al trabajo, el sacrificio y la miseria de los pobres? ¿Qué mecanismos sutiles o groseros son puestos en marcha para lograr que los obreros, los campesinos, los empleados, los jóvenes, los desocupados, los jubilados, los maestros y los intelectuales, no voten por quienes sí los representan políticamente? ¿Hasta cuándo los pobres y las personas empobrecidas seguirán votando por los ricos y la derecha? ¿Por qué los ciudadanos que pertenecían a la clase media y que ahora sobreviven en una dolorosa estrechez económica votan por quienes los han llevado a esa situación? ¿Por qué tiene que joderse cada vez más el país y, con él, las grandes masas poblacionales, las nuevas generaciones y nuestras mejores tradiciones nacionales?
   Sucede que muchos pobres no saben ni tienen conciencia acerca del voto que regalan para ser más pobres y explotados. El proceso de alienación y manipulación generado desde el poder, la dominación y la opresión es tan profundo que no perciben la dimensión del daño que se hacen a sí mismos. Les dicen y repiten tanto que con su voto defienden la “democracia”, la “libertad”, el “derecho a la propiedad”, y que si votan por la derecha serán quienes de alguna manera gobiernen, que terminan por creer esas patrañas. De modo que hay pobres que defienden lo que no les pertenece, el poder que nunca han tenido ni tendrán; y sueñan con la quimera prometida de “un país más justo” donde ocurrirán reformas para “beneficiarlos” y “sacarlos de la pobreza”. Una vez que la derecha logra sus propósitos, no sólo siguen siendo los olvidados de siempre, sino que además si protestan se judicializan sus acciones y se establecen leyes para eliminarnos a mansalva en nombre de la “paz social”. Es de sobra conocido que los pobres y personas empobrecidas del Perú conforman una gran mayoría, esa dolorosa realidad social que describe Pedro Francke: “el sector más pobre, compuesto por casi 3 millones de peruanos en pobreza extrema, tiene ingresos de apenas 72 soles mensuales. Si juntamos todo lo que ganan todas esas familias en un solo pozo, esos casi 3 millones de pobres logran sumar 2 mil 500 millones de soles al año. Las transnacionales, por sus operaciones en el Perú, tienen ahora ganancias que son 9 veces esa suma. Unas pocas empresas ganan nueve veces más que 3 millones de peruanos” (10).
   Otra pregunta más grave aún es ¿por qué también la clase media y, en especial, sus sectores más empobrecidos se orientan ciegamente a votar por los ricos, la oligarquía, la cleptocracia (11) y la derecha? ¿Qué mecanismos subliminales de dependencia han desarrollado? ¿Por qué defienden a gobiernos que han cometido crímenes contra trabajadores del campo y la ciudad, dirigentes sindicales, maestros y estudiantes? ¿Por qué toman partido por una dictadura corrupta y asesina que nunca respetó sus derechos? ¿Cómo es posible que, por ejemplo, un taxista, un vendedor ambulante o un trabajador eventual voten por quienes nunca cambiarán su situación social ni cubrirán las carencias que sufren? Además, es en los sectores medios de la población donde parece haber calado más hondamente el discurso empresarial y gubernamental acerca de considerar sinónimas la propiedad privada sobre los medios de difusión y la cacareada “libertad de prensa”. Pero, ¿acaso los pobres y los empobrecidos disponen de cobertura en esos medios para hacer conocer sus puntos de vista y sus aspiraciones? Y los clasemedieros e  insomnes comunicadores asalariados de las empresas saben bien que si no leen fielmente lo escrito en el telepronter, inmediatamente pierden el trabajo, los botan. Quien no obedece, quien no se alinea con el patrón de conducta, quien apenas dé señal de tener algo de conciencia, sufre las consecuencias. En el gran negocio de las comunicaciones, las palabras que se repiten hasta el cansancio son “democracia”, “libertad irrestricta”, “libre mercado”, “no hay que ahuyentar las inversiones”, “hay que respetar los contratos suscritos” y “hay que continuar el crecimiento hasta ahora alcanzado”. Un poco más de suerte y no faltará quien delire afirmando que ya somos un país del primer mundo.
   Además de que los pobres hasta ahora siempre han votado contra ellos mismos, es preciso formular otra pregunta ineludible. ¿Cuántas personas pobres saben votar? ¿Es verdad que los pobres son en su mayoría analfabetos? Según el Padrón Electoral (12), hubo un total de 19’949,915 peruanos hábiles que sufragaron en las Elecciones Generales del reciente 10 de abril. De esta cifra, 19’195,761 (96.22%) viven en el Perú y 754,154 (3.78%) en el extranjero. El 50.19% del electorado son mujeres (10’013,822) y el 49.81% varones (9’936,093). El 32.13% son jóvenes menores de 29 años (6’410,189). Lima es el departamento con mayor cantidad de electores con 6’608,114, equivalentes al 34.42% del total. Luego vienen La Libertad y Piura con 1’ 115,648 y 1’106,918. El menor número de electores está en Madre de Dios con 71,279 (0.37%) y Moquegua con 121,977 (0.64%). En el extranjero: en América 489,563;  Europa 229,324; Asia 31,852; Oceanía, 3,191; y  África 224. En este caso, también las mujeres representan la mayoría de votantes: 54.41% (410,326) frente al 45.59% (343,828) de los varones. El grado de instrucción, según las cifras oficiales, del total de electores: 3’453,352 tienen primaria completa; 9’324,903 secundaria completa; 2’020,514 superior completa, mientras que el número de iletrados alcanza a 1’283, 865. Habrá que decir que resulta casi imposible conseguir cifras fehacientes sobre el número de personas pobres y en extrema pobreza, así como cuántas personas analfabetas efectivamente votan en las elecciones. La situación se agrava cuando no saben votar y nada se hacer por implementar una educación electoral coherente (13). ¿A quiénes les conviene que los analfabetos no sepan votar? Según algunos indicadores, es un peligro que tomen conciencia de su situación de marginación y miseria, y que luego se expresen mediante un voto correcto y meditado.
  Unamuno decía que el neo-analfabetismo cultural (14) también se manifiesta entre las personas que saben leer y escribir. Más aún, entre algunos académicos y a veces entre quienes ostentan títulos con marcos de madera fina. Así, hay personas que saben leer y escribir, pero que no tienen cultura política. Hay también quienes poseyendo una evidente formación profesional, son lamentablemente analfabetos políticos y culturales. Si se tiene en cuenta esto y si se suma a los pobres que votan por los ricos y la derecha, bien se puede decir que se trata de un conglomerado considerable que a la hora de las elecciones sin duda determina el peso de los platillos de la balanza. A esta realidad que no ha cambiado y que, al parecer, tampoco variará por lo menos a plazo medio, Polibio la denominó oclocracia (15). En otras palabras, los analfabetos que no saben leer ni escribir, así como los neo- analfabetos políticos y culturales que sí saben leer y escribir, son la gran mayoría que determinan el sentido de las elecciones. No obstante, quienes defienden la democracia formal aseveran que la mayoría de los ciudadanos no son ignorantes aunque no sepan votar bien. Hay una corriente que alienta el voto en blanco para que los más no voten y así no favorezcan al candidato que podría obtener esos votos valiosos. La clase dominante y las modalidades de autoritarismo colonial nunca permitirán que se establezca, por ejemplo en la educación primaria, en los centros laborales y medios de comunicación masiva, un sistema permanente de educación cívica y electoral (16)
   Más allá de estas marcadas “conductas ciudadanas”, habría que adicionar una permanente campaña de desideologización y su correlato de despolitización imperante, campaña implementada desde el poder para aplanar conciencias y asegurar la sumisión ciudadana ante todas las tropelías perpetradas contra los pobres y los empobrecidos. Ante esto, hay que decir que un régimen social plural, moderno y efectivamente democrático abarca la plenitud de los derechos humanos y ciudadanos, es decir, el conjunto de derechos civiles, políticos y sociales.  También, en el ámbito de los derechos civiles, la libertad individual, de expresión, ideología y religión; el derecho a la propiedad, a celebrar contratos y al ejercicio de la justicia. Los derechos políticos y participación en el proceso político como miembros de una sociedad libre de la pobreza. Los derechos sociales: libertad sindical,  derecho a un bienestar económico básico y a una vida digna según los estándares prevalentes en la sociedad en cada momento histórico. También los derechos humanos de primera (políticos y civiles), segunda (socio-laborales), tercera (socio-ambientales) y cuarta generación (participativos). (22). La plutocracia dominante y sus representantes políticos pretenden tender un manto de olvido sobre todos estos derechos fundamentales para mantener a las grandes masas del pueblo en una situación ajena a la real marcha de la historia.
    Se ha dicho que la democracia es un mecanismo indispensable a fin de que cualquier Estado-nación pueda alcanzar las metas de equidad y humana distribución de los bienes materiales y  espirituales. Por ello, se ha recomendado  “Estabilizar la economía con altos niveles de crecimiento económico y empleo y mantener una inflación moderada. Mitigar los equilibrios verticales y horizontes. Ser eficientes en la asignación de recursos y suministro de servicios. Controlar las acciones depredadoras de los sectores públicos y privados mediante la preservación del orden público, el control abusos y arbitrariedades, y la prevención de la corrupción. Estas funciones son vitales para fomentar un crecimiento sostenible y reducir la pobreza” (23). Pero si los pobres siguen votando por los ricos y la derecha, ningún Estado-nación parecido al nuestro podrá alcanzar tales metas. En fin, si hasta la actualidad los pobres votan por los ricos y la derecha, ¿llegará algún momento en que los ricos y la derecha decidan votar por los pobres? Nunca, jamás. ¿Se solidarizarán y, por lo menos, cumplirán como cristianos con repartir los bienes que les sobran? Nunca, jamás. ¿Habrá algún día en que los ricos repartan sus ganancias entre todos los pobres? Nunca, jamás. Entonces, hay que trabajar junto a los pobres para que ellos, a través de su propia práctica, tomen conciencia real de su propia situación, comprendan la necesidad de velar por sus propios intereses, decidan asumir el riesgo de trazar y recorrer su propio camino independiente y, entre muchas otras medidas, empiecen a votar lúcidamente por aquellos que puedan representarlos genuinamente. Cuando ello ocurra, el carácter, el contenido y las proyecciones del régimen socio-político empezarán a cambiar, el rostro del país se modificará y en el horizonte aparecerá la auténtica, real y efectiva democracia que nuestro pueblo necesita y demanda.        
 Abril, 2011.   
  
Notas
(1) Aristóteles (384 a.C. -322 a.C.). Filósofo, lógico y científico de la Antigua Grecia, cuyas ideas ejercieron una gran influencia en la historia intelectual de Occidente desde hace más de 2 mil años. Escribió muchos libros, de los cuales sólo se conocen 31. Es considerado como el fundador de la lógica y la biología. Formuló la teoría de la generación espontánea, el principio de no contradicción, las nociones de categoría, sustancia, acto, potencia, novedosas para la filosofía de su tiempo. Fue discípulo de Platón y de Eudoxo durante los 20 años que permaneció en la Academia de Atenas; y maestro de Alejandro Magno en el reino de Macedonia. Fundó el Liceo en Atenas, donde enseñó hasta su muerte. Ver su Política”, Libro V, cap. I., p. 2. Cf. Antonio Manero: “Diccionario Antológico del pensamiento universal”, Unión Tipográfica Editorial Hispano-Americana. México 1958 
(2) Abraham Lincoln. (1809-1865). Décimosexto presidente de EEUU y el primero por el Partido Republicano. Como vigoroso opositor a la expansión de la esclavitud, ganó la nominación de ese partido en 1860 y fue elegido presidente. Durante su período, tuvo lugar la Guerra Civil entre los industrialista-unionistas estados del norte y los esclavista-secesionistas del sur, agrupados éstos en una Confederación que fue derrotada luego de 5 años de enfrentamiento bélico. Al finalizar la guerra, Lincoln inició la reconstrucción del país tratando de reunificarlo rápidamente a través de una “reconciliación”, pero fue asesinado en 1865, lo que constituyó el primer magnicidio en EEUU. Ver su  “Discurso de Gettysburg”. Cf. Antonio Manero, ob. cit.  
(3) Georges Benjamín Clemenceau (1841-1929). Médico, periodista y político liberal francés. Ver G Martet: “Confesiones de Clemenceau”. Cf. Antonio Manero, ob. cit.  (4) Las democracias formales son débiles por su propia naturaleza y temen implementar, por ejemplo, una Oficina de Ética Pública. Más todavía, si hay propuestas para la revocatoria de los congresistas y la limitación del período presidencial a tres  años de ejercicio gubernamental. 
(5) Juan Ramón Capella ha publicado numerosos trabajos de filosofía política (“Entrada en la barbarie”, 2007; “Los ciudadanos siervos”, 2005; “Grandes esperanzas”, 1996) y de filosofía del derecho (“Fruta prohibida”, 2008; “Elementos de análisis jurídico”, 2008; “El aprendizaje del aprendizaje”, 2009). También es autor de “La práctica de Manuel Sacristán. Una biografía política” (Trotta, 2005), coautor con Miguel Ángel Lorente de “El crack del año ocho” (Trotta, 2009) y editor de la obra colectiva “Las sombras del sistema constitucional español” (Trotta, 2003). 
(6) Cuando los miembros del Jurado Nacional de Elecciones eran sorteados, se usaban balotas que de antemano se hacían congelar. El secretario tenía que sacar en público la balota con el nombre o número del ciudadano “sorteado”. Durante muchos años, así funcionó la “democracia”. 
(7) La regla de la mayoría establece que para tomar una decisión en un grupo debe adoptarse la opción que cuente con el apoyo de una mayoría de sus miembros. Se utiliza tanto en organizaciones y Estados democráticos como no democráticos. La regla puede estar referida a miembros que sean tanto personas físicas como asociaciones, grupos, personas jurídicas o colectividades de las formas más diversas. 
(8) Fuente: Jurado Nacional de Elecciones, Elecciones Generales 2011. 
(9) Si se desarrollara una intensa labor de educación electoral, los electores votarían de distinta manera. Un presidente del JNE, después de difundirse los spots educativos, dijo: “Me han puesto en la picota. ¿Qué es eso de vote bien, vote correctamente? Saquen inmediatamente esa barbaridad de la circulación. ¿Por qué enseñar a votar en quechua, aymara, shipibo y cashinawa? Dejen a los indios tranquilos. Quedan prohibidas esa clase de acciones, bajo responsabilidad. El día que los indios aprendan a votar, estamos fregados”. 
(10) Pedro Francke. http://www.larepublica.pe/actualidad-economica-pedro-fran0ke/13/06/2010/distribucion-la-verdad-incomoda 
(11) Cleptocracia (del griego clepto: quitar y cracia: fuerza = dominio de los ladrones) es el establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de la riqueza social y la institucionalización de la corrupción y sus derivados (nepotismo, clientelismo político, peculado, etc.) de modo que estas acciones delictivas quedan impunes. Todos los sectores del poder y el propio aparato del Estado están corrompidos, lo mismo que el sistema político y económico. El término se usa para hacer referencia a un gobierno es corrupto y ladrón. 
(12) Padrón electoral elaborado por el JNE para las Elecciones  Generales del año 2011. 
(13) De acuerdo a la Constitución Política del Perú y a la Ley Orgánica del JNE, el organismo electoral debería llevar a cabo un sistema de educación cívica como electoral, pero no cumple esa tarea por temor a que los más aprendan a votar y adquieran una consecuente conciencia cívica, ideológica y ciudadana.  
(14) Miguel de Unamuno y Jugo (1864-1936), fue un escritor y filósofo español perteneciente a la llamada generación del ’98. En su obra cultivó gran variedad de géneros literarios. Según su respetable opinión, el neo-analfabetismo cultural  alude al hecho de que muchas personas con títulos académicos no tienen la suficiente cultura política para distinguir las ideologías imperantes.   
(15) Polibio (200 a.C.-118 a.C.). Historiador griego, considerado uno de los más influyentes por ser el primero en escribir una “Historia universal”. Su propósito central fue explicar cómo pudo imponerse la hegemonía romana en la cuenca del Mediterráneo, mostrando cómo se encadenan los sucesos políticos y militares acontecidos en todos los rincones de este ámbito geográfico. Denominó oclocracia al “gobierno de la muchedumbre” (del griego χλοκρατία, del latín ochlocratia) que, de acuerdo a la visión  aristotélica clásica, es una de las tres formas específicas de degeneración de las formas puras de gobierno, en concreto de la politeia. Muchas veces, este  término se confunde con tiranía de la mayoría, debido a que  están íntimamente relacionados. 
(16) Un sistema de educación cívica y electoral.- Durante muchos años, el organismo electoral peruano ha incumplido con llevar a cabo esta tarea. Hubo un presidente que se dedicaba a convocar concursos de dibujos entre los niños acerca de las elecciones. Al hacerle notar que no esa no era la tarea educativa del JNE, respondió: “Deje a los analfabetos electorales tranquilos, así están bien como están, que sigan así, no se meta en lo que no le incumbe”.      
(17) Modelo de una democracia que considera la práctica de todos los derechos de la persona, en una sociedad justa, libre y cuando se haya conseguido una educación extensiva para todos sus miembros.  
(18) Consideraciones sociales que propone el Banco Interamericano de Desarrollo para que una democracia tenga por lo menos ciertas conquistas que permitan hablar de dignidad humana.
 

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