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viernes, 10 de junio de 2011

Nosotros matamos menos.



    El triunfo de Ollanta Humala, significa la insurgencia de las fuerzas políticas progresistas dispersas, pero que coincidieron con la necesidad de dar paso a una  nueva forma en la administración del Estado-nación. Se unieron quienes repudiaron al pasado oprobioso del fujimorismo, al terrorismo de Estado, a políticos corruptos y a quienes se beneficiaron durante el régimen de Alberto Fujimori Fujimori. Nunca antes se había dado una campaña tan sangrienta contra la razón, contra el curso de la historia, los pobres que son la gran mayoría descalza como empobrecida del Perú.
    Los monopolios de los medios masivos de comunicación, con excepción de algunos diarios idóneos, hicieron todo lo posible para demostrar las bondades y virtudes de la hija de Alberto Fujimori. La señora Keiko Sofía Fujimori, se presentó como si nada tuviera que ver con el régimen del padre y recibió el apoyo del poder mediático. Ofreció derrotar a los problemas que su padre dejó como herencia política, pero el pueblo repentinamente recobró la memoria y ese hecho fue fatal para Keiko Fujimori.
     Hay un hecho sin precedentes en las elecciones, como en ningún proceso anterior, el Internet tuvo una función importante. Las comunicaciones, especialmente referidas a las esterilizaciones forzadas, además de las declaraciones agresivas y desatinadas de sus sucesivos personeros, fueron determinantes. Faltando tres días se conocía el triunfo de Ollanta Humala, así lo hicieron saber los datos que llegaron especialmente enviados por algunas ONGs, como también de entidades democráticas desde Argentina y Colombia.
   Como en ninguna campaña electoral anterior, los escritores, artistas, científicos sociales, trabajadores del arte, etc., etc., firmaron manifiestos públicos que sin duda sensibilizaron a los indecisos, demás está decir que Mario Vargas Llosa desenmascaró a El Comercio y al monopolio de la impostura. Juan Luis Cipriani, fascista convicto y confeso, a pesar de haber utilizado a la Iglesia Católica y algunos curas, tampoco pudo lograr que el fujimorismo retornara al poder.
    No se puede negar que la gran derrotada fue la derecha peruana a la que Jorge Basadre llamó la más conservadora y con criterio colonial. Junto a ella está en primer lugar Alberto Fujimori y su dinastía, sus partidarios decían que después de Keiko Sofía, el próximo presidente tenía que ser Kenyi y su hermana Sachi, congresista. No faltaron quienes aseveraron que Keiko liberaría a su padre. Hasta el Tribunal Constitucional decidió entrar al juego del cálculo político.
     Un gran derrotado resultó ser también Alan García, quien dijo: “Aunque me metan preso Humala no será presidente”. Pese al sistemático apoyo a Keiko no pudo cumplir con su amenaza, ahora habrá que ver si podrá salvarse del juicio que le espera. Junto con él están quienes financiaron la millonaria campaña que saturó todos los límites. Varios Grupos Económicos hicieron una millonaria bolsa que finalmente de nada sirvió. Al contrario y finalmente, los pobres decidieron no más votar por los ricos.       
      Cuando Keiko Fujimori apareció acompañada del inefable como increíble San Román, Luis Castañeda Lossio, Pedro Pablo Kuczynski y de una minúscula candidata (por el número de votos), fue el detonante mayor. Es ese momento, el pueblo peruano percibió que la vieja derecha quería volver al poder como sea. No entendieron que los tiempos habían cambiado y que nuevos vientos recorrían los caminos y pueblos de América. Demás está decir que ahora sí y para siempre han desaparecido los “chauchileres”, pero no era herencia de oportunistas ni arribistas de la política criolla.
    Martha Chávez no podrá ordenar procesar, detener ni encarcelar al juez César San Martín, quien condenó a su jefe de 25 años de prisión. La Cuculiza no podrá restituir el Servicio Militar Obligatorio ni verá desfilar a jóvenes universitarios para que la saluden, como si se tratara de una “generala victoriosa”. Luis Delgado Aparicio no cantará cumbias de la “calumnia y la maldad”. Keiko Fujimori ya no cargará las tres cruces, su esposo volverá a los negocios de “exportación de joyas”.  
     Pero Aldo Mariátegui no aprenderá la lección como tampoco Juan Paredes Castro ni Rosa María Palacios. Volverán a ser los mismos porque carecen de una formación ética, tampoco serían capaces de tener “dolor de corazón y propósito de enmienda”. Tal vez Kenyi Fujimori se compre más perros para “jugar” con ellos y así sentirse más hombre. Lo que sí sucederá es que nunca más el fujimorismo presentará en el futuro una candidatura, ya no será una “Fuerza bruta” y se irá diluyendo poco a poco.           
    El fujimorismo no es una doctrina, menos una ideología, tampoco un partido político de la derecha peruana. Es un conglomerado formado alrededor de un clientelismo asistencialista. Se trata de un grupo de personas económicamente beneficiadas, de empresarios enriquecidos durante el régimen de Fujimori, quienes apostaron por el retorno del saqueo al erario nacional. No obstante, sería importante que la derecha peruana tuviera un solo partido político, incluyendo lo que aún queda en los escombros del APRA.
     La comisión parlamentaria que investigó los delitos denunciados durante el desarrollo del Programa AQV, conformada por Héctor Chávez Chuchón, diputado de la Unidad Popular y presidente de la Federación de Médicos de la Región Ayacucho , Andahuaylas y Huancavelica, determinó la gravedad de los hechos. En julio de 2002, los miembros designados del Ministerio de Salud, publicaron un texto de 137 páginas, el mismo que como síntesis consignó que, entre 1995 y 2000 fueron esterilizadas 331.600 mujeres, mientras que a 25.590 hombres se les realizó la vasectomía. Las mujeres fueron chantajeadas y amenazadas, muchas de ellas murieron debido a la mala o nula atención que recibieron.  
     Aunque muchos archivos fueron saqueados, robados y algunos de ellos  quemados, la comisión parlamentaria sustentó y probó que los responsables fueron el ex presidente Alberto Fujimori Fujimori, quien dirigió la política de Estado y contabilizaba el número de intervenciones, mediante los ministros de Salud de entonces. Ellos fueron: Eduardo Yong Motta (1994-1996), Marino Costa Bauer (1996-1999) y Alejandro Aguinaga (1999-2000). Éste último respondió que el Estado había “conseguido” que: “cientos de miles de parejas podían evitar un embarazo no deseado o un aborto y reducir ostensiblemente la tasa de mortalidad materna e infantil”.
   El fujimorista Jorge Trelles dijo: “Nosotros matamos menos” A esa cifra habrá que añadir el hecho de que más o menos, no nacerán un millón de niñas o niños, quienes este año pudieron haber tenido entre veinte a veintitrés años. A esos niños y niñas no se toman en cuenta, no se pone atención a un hecho sin precedentes en la historia de la humanidad. ¿Están presos los responsables de estos crímenes? No. Esa es una deuda que alguna vez el Estado-nación, tendrá que pedir perdón por las madres esterilizadas a la mala, a los hombres llamados ahora con desprecio “los castrados”, pero sobre todo por los niños y niñas que nunca nacerán.
    Finalmente, los pobres, aunque no todos, decidieron no votar por los ricos ni la derecha. Se dieron cuenta que estaban siendo manipulados también por los voceros fujimoristas, el ataque sistemático a Humala y la increíble campaña de demolición que tanto ha costado. Jaime Baylly resultó millonario pero los pobres lo han castigado. Ha quedado demostrado así, que la pobreza como la cultura son poderes que no se toman en cuenta, cuando en realidad son  fuerzas capaces de cambiar el rumbo de la historia.                   
José Luis Ayala

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