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sábado, 21 de noviembre de 2015

LA MENTIRA, PRÁCTICA USUAL EN POLÍTICA





La mentira es una práctica inmoral, horrenda y detestable de parte de muchas personas, no de todas, que ejercen un cargo político legítimo o usurpan el poder en el Perú. La mentira tiene una larga práctica desde la agresión y destrucción del sistema político incaico peruano de parte de España imperial. Durante la colonia la mentira se convirtió en una forma oficial de gobierno y expresión política. Con el forzado advenimiento e instalación de la República criolla de corte colonial, la mentira se expresa todos los días por boca de improvisados políticos, pero la referencia principal es la actual Constitución Política, impuesta por el régimen del japonés Alberto  Fujimori. Por eso, muchas leyes, decretos leyes y normas están reñidas con la ética y moral pública. Sin embargo, no es una razón para afirmar que, si alguien miente es porque siempre ha sido así y nada ni nadie podrá cambiar la “cultura de la mentira”.
    Usando esta falacia porque mentir es un antivalor y anticultura, hay quienes justifican por ejemplo el robo: “roba pero hace obra”. La mentira entonces, se convierte en algo normal. Miente al mandatario de la República, insulta, agravia, desafía, agrede y además habla muy mal el español. Miente la primera dama, mienten sus ministros, los congresistas y asesores. Algunos funcionarios públicos manipulan groseramente las estadísticas, los dueños de los medios de comunicación obligan a mentir a los periodistas. Por eso, no es raro que un voleur y cambrioleur, tenga la osadía de lanzarse como candidato al decanato del Colegio de Abogados de Lima,  que un brouillon y negociante del sistema educativo universitario, quiera quedarse  como rector hasta sus últimos días de su existencia.
    La mentira ha inundado todas las dependencias del Estado, ha tomado de rehenes a magistrados, vocales, jueces, fiscales, asesores y auxiliares del sistema judicial. Se ha empoderado en los poderes del Estado, dicta sentencias y resoluciones contra todo razonamiento jurídico. Entonces, es posible hablar de mentiras legales necesarias para salvar a determinadas personas o instituciones. Así, quienes tratan de observar una conducta moral intachable, resultan  incómodos en un mundo en el que quien no miente ni roba es un imbécil. Miente el policía, el taxista, el vendedor ambulante, el contrabandista, el sicario, el narcotraficante, el controlador, el vigilante. Miente el farmacéutico, el aduanero, el cambista, el controlador, el comerciante, el paquetero, el bodeguero, todos mienten.
    Miente el Sistema Privado de pensiones, ¿quién vivirá 110 años y recibirá una pensión digna? Nadie. Mienten las mineras, taladores de bosques, mineros informales, exportadores, comisionistas, lobistas, tramitadores, comerciantes, vigilantes, mienten todos los días. Mienten los extorsionadores, escaperos en moto, quienes cobran cupos, los autores intelectuales, paqueteros y micro comercializadores. Mentir es normal cuando el Estado ha sido destruido por la política neoliberal y, reducido a su mínima expresión. La crisis terminal engendra un sentimiento común de desencanto social, exaspera la razón y la inteligencia. La frustración colectiva crece en la medida que la mentira es capaz de afirmar, que se ha eliminado en un gran porcentaje de la pobreza social, cuando es evidente que el Perú es cada año más pobre de lo que fue antes.
    Después que se presentaron en televisión, las agendas de la señora Nadine Heredia Alarcón, comunicadora social, egresada de la Pontificia Universidad Católica del Perú y esposa del presidente Ollanta Humala Taso, lo primero que hizo fue no decir la verdad. Negó que fueran suyas las agendas que contienen una valiosa información anotada con su puño y letra. La presidenta del Partido Nacionalista y Primera Dama de la Nación, varias veces dijo que no era su letra. Sin embargo, aseveró que le habían robado varios objetos de su domicilio pero no las agendas. Asistió al Congreso de la República y respondió que la fiscalía de turno, le había citado para una prueba grafológica. En otras palabras, no dijo la verdad.   
    El 12 de noviembre presentó un recurso ante el Ministerio Público, en la Segunda Fiscalía Supranacional, dirigido al Fiscal Provincial de la Segunda Fiscalía Supranacional Corporativa especializada en Delitos de activo y Pérdida de dominio. Y adujo: “solicito dejar sin efecto la pericia por ser inútil y remitir copias a la Fiscalía Provincial Penal”. Traducción: “Reconozco públicamente que las tres agendas son mías. La letra me pertenece pero las agendas se han perdido (robado) de mi domicilio, no sé cuándo, son de propiedad, son mis grafías. No quiero someterme a ninguna pericia grafológica, porque trataré de anular el valor probatorio de sus contenidos en armonía a lo sucedido con los petroaudios”. Tampoco dijo la verdad.
   En el citado texto es posible aprender un racionamiento ejemplar, un manejo genial de la dialéctica, aproximarse a un lenguaje cargado de sentido semántico que Humberto Eco debería aprender. No se trata de la “Verdad de las mentiras”, título de un ensayo de Mario Vargas Llosa, sobre el valor literario de la novela, no. Para aprender es necesario leer y no hay otro método más racional: “Al respecto, le expreso que luego de mi referida declaración testimonial como testigo impropio ante su despacho inicié una serie de averiguaciones para determinar si efectivamente, tales documentos me pertenecen. Después de efectuar una detenida revisión de la copia de los documentos originales que obran en su fiscalía, y luego de realizar una exhaustiva revisión de todos los ambientes de mi domicilio, pude comprobar que aquellos documentos son de mi propiedad y que, conjuntamente con otros objetos, fueron sustraídos ilícitamente de mi domicilio, donde estuvieron guardados durante mucho tiempo…” 
    ¿Qué más? El recurso tiene una lucidez ejemplar, un razonamiento dialéctico que ni Heráclito de Éfeso, René Descartes, Jean Paul Sartre ni Fernand Braudel escribían así: “Por tanto, sírvase señor Fiscal Provincial tener presente lo expuesto: Primer otro sí digo: Atendiendo a lo vertido en el presente, en uso de mi derecho de defensa, y con la finalidad de cooperar en el esclarecimiento de los hechos, le reitero mi solicitud de declarar ante su Despacho, como prioritaria, inmediata y próxima diligencia. Otro sí digo: asimismo, advirtiéndole que la pericia grafotécnica y documentoscópica ha devenido en un medio de prueba inútil en virtud de los afirmado en el presente escrito, solicito a su despacho se sirva dejarla sin efecto”.
     La Primera Dama (cuyo cargo burocrático no existe en la Constitución Política del Perú), aduce además que ha presentado ante la Novena Fiscalía Provincial Penal de Lima: “una denuncia por hurto agravado de documentos y otros objetos, sustraídos de mi domicilio”. Traducción: “Estaba segura que se trataba de las agendas que me robaron, pero además hay otras que todavía no aparecen. No podía reconocerlas porque había que pensar cómo anular la validez jurídica y política que tienen. Ahora digo que, todo cuanto está escrito pertenece al ámbito privado. Este nuevo argumento servirá para anular todo. Vale la pena esta jugada magistral, que mueran los peones, alfiles e incondicionales. La reina tiene que salvarse aunque se joda el rey”.     
    Sin embargo, la Primera Dama no entiende ni le interesa haya perdido credibilidad y fe política en el electorado, confianza en la conducta ciudadana y la esperanza que engendra el valor de la palabra. Y no se trata solo de una expresión respecto a la  antipolitica, es sobre todo una reiteración de un caso conocido: “No es mi hija, repito, no es mi hija. Estoy dispuesto a someterme a un examen de ADN. Repito, no es mi hija. Sí, reconozco, repito, es mi hija. Ella, yo y el Perú hoy día hemos ganado. La quiero, siempre la quise, repito, la amo”. Negar tantas veces las grafías y contenido de las agendas no será registrado por la historia social. Pero sí el hecho de haber liquidado un proyecto político del siglo XXI, que pudo haber modificado el rumbo de una nación sistemáticamente empobrecida. Lo único que se ha conseguido es aumentar una vez más el pesimismo ciudadano, el profundo sentimiento de derrota colectiva y grave desilusión en la política hispano criolla de la derecha peruana.
    Pero, ¿cómo es posible que de la vivienda del Presidente Constitucional de la República, roben agendas a la esposa y presidenta del Partido Nacionalista?, ¿no hay acaso una permanente vigilancia?, ¿quiénes son responsables de que les roben a los conyugues presidenciales? ¿También serán denunciados para determinar qué grado de responsabilidad tienen? Ojalá que no sean las humildes trabajadoras del hogar que vayan presas, cuando en realidad nadie sabe cuándo fueron sustraídas las agendas que han empezado a hablar solas. Y aunque se lograra la invalidez jurídica de sus anotaciones, porque como decía Vallejo, en materia judicial todo puede suceder en el Perú, significa el fin y sepultura del Partido Nacionalista.
    Mentir es anti ético, insistir es aun peor. Tratar de engañar, falsificar, fingir, inventar es repudiable. Todo resulta un embuste, una falsedad y mendacidad, un engaño y embrollo. Pero no haber dicho la verdad desde el principio traerá consecuencias graves, por ejemplo la desaparición de su agrupación política. Lo peor es que otra vez, volvemos a sufrir un desencanto que resulta difícil asimilar. Una vez más, quienes creímos que era posible renovar la conducta política de la incipiente clase de dirigentes de la derecha peruana, sentimos sinceramente que nos han defraudado. Sin embargo, el costo de haber mentido sistemáticamente será fatal.  

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