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martes, 31 de enero de 2017

LOS JÓVENES Y NECESIDAD DE NUEVOS LÍDERES





No hay una sola clase de jóvenes en el Perú, generalizar resulta un error sociológico como histórico. El nuevo lenguaje impuesto desde los poderes fácticos, los clasifica por segmentos, de modo que A, B, C, resulta una equivocada manera de leer la realidad en materia laboral. Esta sospechosa como mañosa clasificación, sin embargo está diseñada para negar derechos laborales y tergiversar una lectura sociológica correcta. En el fondo, se trata de “crear” una interpretación inadecuada para convencer que la sociedad que no está dividida en clases sociales, sino en fracciones, parcelas, trozos que no pueden unirse, que cada segmento tiene sus propios intereses, clases de trabajo y nada los puede unir para derrotar a la nueva forma de acumulación de capital.     

    Hablar de segmentos es uso de un lenguaje sociológico inadecuado, falso, engañoso, simulado, inexacto, incorrecto, mentiroso, adulterado, ficticio e inauténtico. Tiene como finalidad formar una falsa conciencia social, está destinado a persuadir que cada segmento tiene distintos intereses. En consecuencia, resulta imposible que se unan debido a la enorme distancia que hay entre ellos. En otras palabras, los jóvenes no pueden converger en organizaciones sociales ni políticas en defensa por ejemplo de un salario justo. Menos fundar movimientos políticos en nombre de los nuevos asalariados urbanos explotados.

    Entonces, al amparo de un concepto tramposo que los desideologiza, de leyes laborales que no se cumplen, de trabajos precarios y temporales, resultan los nuevos desamparados que trabajan con salarios muy por debajo del sueldo mínimo. Y no tienen dónde acudir ni a quién quejarse, si forman un sindicato y presentan un pliego de reclamos, son inmediatamente despedidos, marcados como elementos disociadores. Así, los jóvenes saben que no tendrán un sueldo como  jubilados, una forma digna de sobrevivir, más aun teniendo en cuenta que la vejez es la edad más larga.    

    Una pregunta emerge desde el principio y fondo de la necesidad de escribir con propiedad y limpidez: ¿Tienen derechos laborales los jóvenes? No. Pero sobre todo es preciso responder a una pregunta mucho más grave: ¿Cuántas clases de jóvenes hay entonces en el Perú? Depende de la clase económica que procedan, pero además es preciso tener en cuenta la herencia cultural, origen sociológico, memoria social y formación educativa. El hecho de segmentar, tiene por objeto masificar la mano de obra, el trabajo de los jóvenes para no reconocer derechos labores y que sistemáticamente se les ha negado.
         
     El permanente proceso de desideologización empezó cuando los nuevos científicos sociales se pusieron al servicio del gran capital. Ellos se ocuparon de tergiversar no solo el lenguaje, sino que al optar por una lectura inadecuada, se propusieron dividir en segmentos a las sociedades de trabajadores y eliminar el concepto de clase social. Las nuevas leyes laborales eliminaron el derecho a la libre sindicalización, pliegos de reclamos, vacaciones, etc., etc. Desapareció la palabra nombramiento para dar paso a contratos renovables o no. Tácitamente quedó eliminado el sindicato para designar a esa palabra como subversiva y prohibida.  

        Entonces, el nuevo ciclo económico que los jóvenes viven ahora, resulta una proletarización compulsiva que ha impuesto sus reglas de juego. Así, quienes aceptan trabajar con las normas anti laborales que impone el sistema, se ven obligados aceptar un horario con más de ocho de labor y salarios por debajo de lo mínimo establecido. Las condiciones de trabajo se pactan fuera de la legislación y si los trabajadores siempre eventuales, invocan sus derechos laborales son  inmediatamente despedidos. Las palabras sindicato, vacaciones, utilidades, maternidad, derechos laborales, han sido proscritas, desterradas y terminantemente prohibidas.

     Pero las luchas sociales ni la historia tienen reglas. La sacrificada y continua marcha de la humanidad por la conquista de los derechos de trabajadores y, liberación de los pueblos colonizados no se detiene. La construcción y reconstrucción de la memoria social no tiene tregua, no es fragmentaria ni parcelada, pero sobre todo no tiene marcha hacia atrás. La historia social es un proceso incesante, continuo, dialéctico, indetenible. Es dentro de este concepto que se explica por ejemplo el fenómeno social  que se ha venido a llamar “Rebelión de los Pulpines”. Entre fines del año 2014 y comienzo del 2015, se produjo una gran movilización que inició una distinta época en las luchas sociales. Ese hecho se pareció en parte a la lucha por las ocho horas de trabajo. En enero de 1919 los trabajadores peruanos lograron eliminar las 16 horas de labores, el presidente José Pardo promulgó las leyes referentes a una distinta modalidad de trabajo. Primero los trabajadores textiles salieron a las calles, décadas después los “Pulpines” lograron detener una ley atentatoria contra sus derechos y empleo juvenil. El Congreso se vio en la necesidad de derogar una norma claramente establecida por los poderes económicos en complicidad de Ollanta Humala.

    Este hecho no ha merecido todavía un estudio analítico para explicar cómo es que los jóvenes lograron realizar una enorme movilización social. Despertar la conciencia de un pueblo avallado por la coloniedad, la represión y pobreza generalizada. Sin duda se valieron se las redes sociales, del sistema de comunicación virtual y atacaron el centro neurálgico prisionero de los poderes fácticos: el Congreso de la República. Nunca imaginaron los lobies que “Los Pulpines” de pronto emergerían  especialmente de las universidades públicas, estudiantes de ciencias sociales y quienes tienen una clara conciencia de trabajadores explotados. Ollanta Humala y sus amigos empresarios se vieron en la necesidad de aceptar una realidad que no imaginaron. ¿Cuántos habrán perdido?  Seguramente nunca se sabrá. Esta clase de favores, de leyes se pagan por adelantado, nada es gratuito.

    ¿Los llamados “Pulpines” fueron impulsados por una ideología concreta? No. Tampoco había necesidad de una doctrina ni credo político. Nunca como entonces se demostró que los partidos políticos habían desaparecido del escenario, que era necesario un nuevo lenguaje y una distinta forma de agrupar a los jóvenes. Y obtuvieron un logro concreto, detuvieron la irracionalidad y prepotencia de los poderes ejecutivo y legislativo, atenazados por los lobies. Los jóvenes revelaron tener una clara conciencia de trabajadores explotados y en sus análisis demostraron, tener una conciencia construida desde la nueva realidad, tanto nacional como desde el contexto internacional.

    No faltaron sin embargo, analistas sociales que señalaron el ocaso de un Estado colonial y los albores de una distinta forma de hacer política, nada de eso ocurrió. Se pudo comprobar que los partidos políticos no entendían a los “Pulpines”, pero tampoco los admitirían como militantes. Ellos no tenían interés de convertirse en parte de un partido. Sin embargo, no han surgido nuevos líderes juveniles, alguien que sea una referencia para formar un nuevo partido político capaz de hacer que la historia cambie de rumbo. No obstante, es evidente que dentro de ellos se forman los nuevos protagonistas que emergerán, cuando se discuta un tema como es el Bicentenario de la Independencia Nacional.

    Toda movilización social es una lección de historia. Demuestra que la juventud siempre ha sido y será el impulso vital que hace posible los cambios y conquistas sociales. Por lo general, los jóvenes son idealistas y algunos están dispuestos a inmolarse en nombre de una ideología revolucionaria. La historia sigue su curso indetenible, se abre paso a través del tiempo y leyes represivas. Bien podríamos decir entonces, Francis Fukumaya ha muerto y quienes creyeron en él se niegan enterrarlo. Su cadáver se pude públicamente en una universidad donde todavía dicta clases y, repite más de lo mismo. Hegel ha sido derrotado, en cambio Heráclito de Éfeso goza de buena salud.                                               

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