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miércoles, 25 de julio de 2012

LOS PERROS Y OTROS INSULTOS POSMODERNOS


Detención del Padre Marco Arana (foto: Internet)
La violenta detención del sacerdote Marco Arana, mientras estaba sentado en la Plaza de Armas de Cajamarca, sin duda demuestra una vez más, la deshumanización y coloniedad del poder en el Perú. No será necesario añadir, la injuriosa frase contra el honor de su dignísima y seguramente orgullosa progenitora. Pero es preciso decir que se enmarca dentro de un evidente desprecio y odio por quienes, con razón reclaman un derecho social. Así, todos los ciudadanos peruanos que rechazan la violencia oficial, resultan también vástagos de prostitutas, todos somos nacidos de madres indignas.
     Llamar “perro” a un sacerdote con mentalidad cristiana y equidad frente a la depredación de la naturaleza, no tiene precedentes. Reclamar la dignidad y honra de la madre del sacerdote Marco Arana parecería inútil y además ingenuo, en un mundo donde un insulto tan grave a nadie parece interesar ni indignar.   Sin embargo, el hecho de que los escritores, intelectuales y sobre todo los académicos no hayan dicho nada, es grave. Es la expresión de un insoportable silencio y una actitud vergonzosamente cómplice. Es también la aceptación y vigencia de un lenguaje ofensivo, injuriante, calumnioso y deshonesto.                   
    Este insulto tan horrendo coincide con los cincuenta años de la edición de la novela de Mario Vargas Llosa “La ciudad y los perros”. En la narración del Premio Novel de Literatura 2010, “los perros” son alumnos provincianos que ingresan al Colegio Militar “Leoncio Prado”, para cursar el tercer año de secundaria y seguir la carrera militar, según la vocación y perspectivas sociales. Son tratados como perros no como seres humanos “para domesticarlos” y se “hagan hombres”, sepan obedecer y estén siempre listos para cumplir toda orden que reciban de arriba. Vargas Llosa presentó los originales a varias editoriales españolas y latinoamericanas, hasta que finalmente en París se la dio a leer a Claude Couffon y el crítico francés, quedó francamente fascinado.
    Luego, el manuscrito de “La ciudad y los perros” fue leído por Carlos Barral y sugirió que fuera presentado al concurso “Premio Biblioteca Breve”. Barral tuvo razón, la novela fue premiada, José Valverde, miembro del jurado dijo que desde “Don Segundo Sombra” no había leído un texto tan interesante. Pero una vez publicada, la novela fue quemada en el patio del Colegio Militar Leoncio Prado, se dijo que nadie había agraviado tanto a un colegio que era parte del patrimonio nacional. Curiosamente, igual que el sacerdote Marco Arana, Mario Vargas Llosa, también fue agraviado en un programa de la televisión criolla, mediática, limeña y achorada. Hernando de Soto espetó una frase francamente irreproducible.
    Luego vino el abogado Alan García Pérez, “el presidente aprista más honrado de la Historia del Perú”, según sus defensores ante la Mega Comisión del Congreso de la República, que investiga los actos de corrupción de su segundo gobierno. García sorprendió con las publicaciones de sus textos referentes a “El síndrome del perro del hortelano”, al tratar de comparar a los peruanos que se oponían a su entreguismo con el perro que no come ni deja comer. Fue la perrada más grande de la historia, insultó a todos los peruanos y enseguida dijo a Jaime Bayly: “La plata viene sola, no seas cojudo”. Alan García Pérez que nunca trabajó como abogado, salvo una vez en la defensa de un narcotraficante, trató de perros a quienes rechazaron que no era posible cuadriculara el Perú, para rematar todas las riquezas nacionales. Esa frase de que nunca se sabrá cuántos millones y bienes ha acumulado, parece ser cierta.     
     Pero, ¿por qué se usa un lenguaje tan agresivo como violento? Tratar de perro a un ser humano no solo es inaceptable sino que además, después de ser  liberado Marco Arana, nadie le pidió disculpas. Menos perdón por un insulto tan grosero del honor de su respetada madre. Si no permaneció más tiempo detenido significó que no había ninguna razón legal para llevarlo a empellones a la comisaría. Pero analizar ese es un hecho corresponde a un jurista, a un abogado.
     ¿Qué relación hay entre el agravio al ciudadano Marco Arana con las siguientes expresiones? “Mata a esa chola de waraqa. Mata a esa chola de mierda. Mátala, carajo”. Sin duda un patrón de lenguaje procaz, un registro lingüístico que denota desprecio por la vida de quien está al otro lado. Pero además, una clara intención de exterminio a base de uso de armas de fuego, contra quienes tienen otra forma de pensar y actuar. Es decir, que toda persona que no se alinea es un enemigo, es un “perro” al que hay que marcar, castigar, apresar, injuriar y si es preciso matar.
       A todos debería preocuparnos el uso del lenguaje y la creciente violencia, pero no es así. El lenguaje es un instrumento humano creado y enriquecido durante muchos siglos. Es un maravilloso vehículo que permite la comunicación entre seres humanos, pero tiene que ser limpio, claro, inteligente. La conducta del lenguaje en toda sociedad no es instintiva sino más bien reflexiva. Se trata de un conjunto de signos, señales y sonidos articulados, que hacen posible una interacción, comunicación y entendimiento vital entre personas. No obstante,  traduce el pensamiento y visión del mundo, su estudio pertenece al campo de la lingüística, de la antropología social y de las ciencias de la comunicación.       
    Un ser humano no es perro, no es animal y nadie tiene derecho a insultar a nadie por más humilde que sea. Menos de mentar la madre en una plaza pública, en el centro de un conflicto social donde está en juego dos mentalidades e ideologías irreconciliables: la coloniedad y sumisión del poder; y la defensa de los recursos naturales y la vida. Ese es un tema que merece otro comentario mucho más amplio, habrá que esperar varios meses para hacer una adecuada lectura. Sin embargo, a  la acertada frase: “Ni un muerto más”, hay que agregar: “Ni un insulto más”. De allí la necesidad de un sistema de reeducación y adaptación de un lenguaje digno y limpio. Los medios transmiten e imponer una forma de hablar y pensar, lo que no pueden hacer es propalar expresiones reñidas con la dignidad y en contra de la esencia de los derechos humanos.       
(Lima, 10 de julio del 2020).

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