El jueves 12 al promediar las cuatro
de la tarde, se realizó un mitin de carácter político convocado por la
Confederación General de Trabajadores del Perú CGTP, así como por gremios,
partidos políticos y estudiantes universitarios. Todos los oradores
coincidieron en que el gobierno debería levantar el estado de emergencia en
Cajamarca, cese la violencia social e invocaron al presidente Ollanta Humala,
declare la inviabilidad del proyecto Conga. Era la primera manifestación
pública para saber hasta dónde llegaba la crisis política que dura ya varios
meses. Los argumentos fueron la necesidad de preservar el sistema hidrológico
de la zona afectada y se proceda, a revisar la política colonial minera del
Estado.
Sin
embargo, el mensaje de fondo era: “Conga no va” y sobre esa idea abundaron los
argumentos ideológicos, ambientalistas, ecológicos, humanos y fundamentalmente
políticos. Los oradores y asistentes finalmente conformaron un conglomerado que
expresó una opinión de ciudadanos, que sin duda están en contra de la forma
como se ha venido tratando el tema. Se lamentó las muertes de humildes
ciudadanos cajamarquinos y se pidió, se apoyara a los esfuerzos del obispo
Cabrejos y el sacerdote Garatea. Todo terminaría en el ninguneo de siempre, los
oradores hablarían y nadie escucharía, una tradición enraizada en la
anticultura política peruana. “No se escucha padre”.
Pero
no, un pequeño grupo de estudiantes universitarios en pleno mitin, empezó a
pintar con chisguetes de pintura fresca, frases alusivas al cambio de
orientación política del presidente Ollanta Humala y a la inviabilidad de
Conga, en las bases del monumento al general Don José de San Martín. Por
supuesto que hubo detenciones de los presuntos autores. Algunos oradores y
funcionarios del municipio de Lima, junto a obreros y trabajadores, empezaron a
borrar las frases y la prensa mediática, por supuesto más atención le puso a
las pintas, desviando hábilmente el tema de fondo y las ideas expuestas
en el mitin.
Como era de
imaginar, al día siguiente se produjeron una serie de opiniones, censura
y condena contra la inaceptable acción de algunos universitarios que se expresaron
de manera inadecuada. Pero sirvió también para escuchar frases incoherentes de
algunos aprendices de políticos, que no alcanzan a articular un pensamiento
claro, una secuencia de palabras capaces de transmitir una idea con limpidez.
Pero lo más grave no es la pobreza ni precariedad de lenguaje porque se puede
adivinar lo que quieren decir, sino la sorprendente falta de ignorancia acerca
de temas históricos, por ejemplo de quién fue San Martín. Es tan grave la
evidencia que algunos periodistas deberían tener mucho cuidado, a quién
entrevistan sobre temas que tengan que ver con la Historia del Perú.
Más allá del
juicio, condena y multa que tendrán que afrontar los jóvenes universitarios que
perpetraron esta afrenta cultural, además que de hecho truncaron sus
aspiraciones profesionales, desgraciadamente hay acciones precedentes tan
graves de las que nunca se ha sabido nada más, si los culpables fueron
condenados repararon o no el daño causado por ejemplo al Intiwatana en Machupixchu.
Una grúa mecánica cuando se filmaba un spot comercial para promocionar una
bebida alcohólica, chocó accidentalmente con la parte superior y le causó un
grave daño a la estructura original pétrea donde se “amarraba al sol”, de
acuerdo a la cosmovisión andina. Un grupo de jóvenes extranjeros hicieron
pintas en muros históricos y fueron expulsados. Todos son hechos graves, pero
se han repetido con frecuencia y ese es un tema que es preciso comentar con
detenimiento.
El
Estado Peruano de marcado carácter colonial, no tiene una política cultural ni
política para la cultura, menos un sistema educativo cultural a cargo del
Ministerio de Educación. ¿Qué entidad pública entonces está cargo del estudio,
investigación, preservación y defensa del patrimonio cultural? ¿A qué entidad
le compete realizar una permanente campaña para defender el patrimonio? Según
las declaraciones de los estudiantes que hicieron las pintas en la Plaza San
Martín, no tenían ni idea del valor cultural del monumento a San Martín, pero
tampoco puede servir de argumento de defensa, porque el desconocimiento de la
norma o falta de ignorancia, no implica su no cumplimiento.
Todos
creímos que con la creación del Ministerio de Cultura, por fin se establecería
una novísima política cultural, creada de acuerdo a nuestra realidad cultural y
con una proyección histórica para el siglo XXI. Pero no fue así porque
respondió a la visión colonialista de Alan García Pérez y no hay signos que
cambie su orientación ideológica ni objetivos políticos: Sus funciones rectoras
son: “Formular, planificar, dirigir, coordinar, ejecutar, supervisar y evaluar
las políticas nacionales y sectoriales del Estado en materia de cultura, a
través de las áreas programáticas: patrimonio cultural de la nación, material e
inmaterial; gestión cultural e industrias culturales, incluyendo la creación
cultural contemporánea; y de pluralidad étnica y cultural de la nación,
incluyendo a las artes vivas.
Dirigir, coordinar y supervisar la
implementación de las políticas nacionales y sectoriales en materia de cultura,
en todas las entidades del Estado y en todos los niveles de gobierno, a través
de entes autónomos, ministerios, gobiernos regionales y locales, incluyendo sus
organismos públicos conformantes. Diseñar, conducir y supervisar los sistemas
funcionales en el ámbito de cultura, asegurando el cumplimiento de políticas
públicas de acuerdo a las normas de la
materia”
En síntesis y en
otras palabras, nada que tenga que ver con el diseño de un sistema educativo
peruano, su permanente análisis y renovación, para llevar a cabo una permanente
interacción humana destinada a formar nuevas generaciones con una visión
crítica y respeto al patrimonio cultural. ¿Basta con sancionar a los
estudiantes que cometieron sin duda un delito? No, la raíz del problema está en
que nunca se ha discutido acerca de una política cultural y el Ministerio de
Cultura es finalmente una impostura. El análisis de la realidad nacional,
suscita miedo y fundados temores porque lo primero que hay que hacer es leerla
para responder a tres preguntas básicas: ¿qué hemos sido?, ¿qué somos? y ¿qué
queremos ser? La respuesta es un programa de política cultural del Estado
Peruano, que debe implementar a mediano y largo plazo. Solo así se podrá formar
a personas imbuidas de valores humanos, culturales, cívicos y patrióticos. (13
de julio del 2012).
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