El alcalde Cirilo Robles, a ocho años de su muerte, el pueblo de Ilave recuerda el horrendo crimen. |
Finalmente el sistema de justicia
hispano-criollo oficial, ha sentenciado a Alberto
Sandoval Loza, quien fuera teniente alcalde de la municipalidad provincial de
Ilave (El Collao-Puno) y lo ha condenado a 30 años de prisión efectiva, acusado
por delito de homicidio calificado. También a Valentín Ramírez Chino, expresidente
de la Central
de Barrios de Ilave, igualmente a 30 años de prisión. Sandoval Loza, cumplirá la
sentencia el 14 de enero del 2042 y Ramírez el 5 de diciembre del 2038. Los otros
coacusados fueron sentenciados a cuatro años de pena preventiva de libertad con
carácter suspendida, los otros 30 acusados fueron absueltos. De esa manera,
culminó el largo proceso en referencia al “castigo y linchamiento” del
exalcalde Cirilo Fernando Robles Callomamani, quien además fue docente en la Universidad
Nacional del Altiplano. Como sociólogo, sabía que Ilave era y
sigue siendo, una urbe con fuertes conflictos sociales, políticos e ideológicos,
que el Estado-nación nunca puso atención a su desarrollo armonizado y pesar de
lo sucedido, ahora no le interesa absolutamente nada, hasta que los aymaras,
hastiados de ser cada día pobres, reclamen otra vez sus derechos
ciudadanos.
Este doloroso
hecho permite constatar que el kapkiano proceso que ha durado ocho interminables
años, resulta ser un verdadero laberinto del averno, donde se pierde la fe en
los plazos y celeridad en la justicia. Ha demostrado que el sistema de
administración de justicia ordinaria en el Perú, no solo es lento sino
engorroso. Además, que es costoso y por el tiempo transcurrido, los agraviados
no sienten que la justicia tenga la capacidad de reparar el daño ocasionado. La
esposa del exalcalde Cirilo Fernando Robles Callomamani, luchó contra el tiempo
letal, el sistema judicial lleno de inútiles papaleos, pagó coimas y constató
que no se cumplen los ofrecimientos de
gratuidad y transparencia en los trámites judiciales. Hasta finalmente quedar
pobre y sin posibilidades de educar a sus hijos. Ocho años es mucho tiempo para
cualquier proceso judicial, significa que los interesados tienen
permanentemente que darle “impulso” a los trámites y como nada es gratis, hacer
un desembolso de dinero para cada
“estación” y solo así el juicio avance.
Nosotros,
desde el primer momento sostuvimos la inocencia de Fernando Robles Callomamani
frente a los graves cargos que se le hicieron. El exalcalde primero no cedió ni
aceptó pagar cupos ante los chantajes de dos hermanos que tenían en Puno un
programa de noticias en televisión. “Ratman” y “Roben” le pidieron dos mil
soles mensuales para “no decir nada” y así no sumarse a la campaña de
desprestigio. Le ofrecieron “limpiar la imagen” en el menor tiempo posible.
Tampoco aceptó pagar mensualmente un cupo de mil quinientos soles para no ser
“vacado”. A final, mataron a un hombre justo y honrado, eso fue lo que dijimos
y lo decimos ahora. No fueron los aymaras organizados en comunidades, ayllus y
estancias, si no tal como ha quedado demostrado, fue un grupo de aymaras acriollados
que azuzaron a las masas para liquidar a un intelectual, quien nunca se apropió
de los dineros del pueblo de Ilave.
En efecto,
en el libro “Morir en Ilave” (Editorial San Marcos, 2005), publicamos las
resoluciones de la Contraloría General
de la República
y demostramos que Robles no había tocado nada de las arcas del Concejo Provincial
de Ilave (El Collao). La acusación
contra Robles fue que había tomado dinero para hacer viajes a Lima y
beneficiarse de manera dolosa. Los otros cargos eran que había corrupción en la
administración municipal y, falta de acciones concretas en favor de la
población en materia de electricidad. Un asunto grave fue el hecho que la
prensa limeña, hispana-criolla le echara la culpa a los tenientes gobernadores aymaras,
no faltaron “informes secretos”, en el sentido de que los aymaras bolivianos se
habían desplazado secretamente hasta Ilave para causar desmanes en territorio
peruano.
Y sucedió
que millones de personas vieron el asesinato de Robles a través de Canal N y de
CNN en español. El ministro del Interior de entonces un converso de la
izquierda marxista y ahora convertido en “analista” en el poder mediático, no
ordenó que la policía impidiera un crimen tan atroz. Pero seguramente que desde
su despacho, ese día, vio todo. Desgraciadamente el tiempo nos ha dado la
razón. No se produjo una acción de “Fuente ovejuna” si no más bien una conjura
y venganza personal. Los aymaras si bien en un principio se plegaron a la huelga,
no intervinieron en el crimen de Robles. Sin embargo, fueron satanizados,
tratados como salvajes, como seres primitivos que practicaban una “justicia
atroz”, de modo permanente e inhumano.
Conocimos a Cirilo Fernando Robles Callomamani, cuando en su condición
de alcalde electo por Ilave (Collao-Puno), una mañana se presentó en el Jurado
Nacional de Elecciones para hacer una consulta legal concreta: si podía
renunciar a la alcaldía o ser vacado sin que haya abandonado el cargo,
estuviera enfermo y menos cometido un delito. El secretario general del J.N.E.
le respondió que su renuncia no sería aceptada. Le obsequió la Ley Orgánica de
Municipalidades como la norma correspondiente al máximo organismo electoral y,
recomendó que afrontara la grave situación de acuerdo a ley. Cirilo Robles
respondió que había sido amenazado de muerte, pero además dos hermanos que
operaban en Puno, querían cobrarle cupos para no hacerle problemas. Frente a esa
versión, el secretario general le aconsejó que acumulara pruebas y denunciara a
los responsables.
Cirilo Robles se sentía jaqueado, acorralado, agraviado en su honor por
las acusaciones de ser un funcionario deshonesto, pero sobre todo chantajeado
por los injustos ataques que se le hacía: corrupción, apropiación del fondos municipales,
inasistencias injustificadas e incapacidad para solucionar problemas sociales
del pasado. Como sociólogo, analista marxista, dirigente político y docente
universitario, estaba convencido que su honor estaba siendo mancillado. Hasta
que en el 2004 los pobladores de Ilave se
declararon en huelga indefinida contra
él y tanto Sandoval como Ramírez, alentaron acciones violentas. Cirilo Robles llegó repentinamente a Ilave, a
pesar de que sabía que podían matarlo. Entonces, la población ebria de alcohol
y furia fue a buscarlo y lo sacó de su casa a golpes con palos, a pedradas y
castigos corporales.
Es preciso recordar que el sacerdote Gastón Garatea, entonces presidente
nacional de las Mesas de Concertación de Lucha contra la Pobreza
viajó a Ilave para mediar entre las partes que eran los dirigentes de la huelga
y el alcalde. Entonces dijo: “Mi lectura
de lo ocurrido en Ilave es la mala lectura del gobierno, la mala lectura del
país aún imperante entre los limeños. Además de una politización extrema de
algunos grupitos. Lo de Ilave no es una cosa inocente. Hay corrupción, gente
que tiene problemas muy serios. También vemos los vacíos tan solemnes del sistema
municipal que aparecen por estos lugares. No aparecen en San Isidro o
Miraflores: aparecen aquí. El Estado tiene que re estudiar la cultura,
saber dónde está pisando”. Se equivocó, no había corrupción, politización,
vacíos legales ni latrocinio, simplemente no conocía la realidad, no iba a ver
diálogo de ninguna manera, todos los hechos estaban destinados a que Robles
dejara la alcaldía a como diera lugar. Garatea debió decir: “Aquí no hay
Estado, nunca esta gente recibió atención, hay miseria, abandono y desidia de
gobernantes. Quieren matar al alcalde y el presidente de la República que más está
en Punta Sal, debería ver este caso, así como el Ministro del Interior siempre
ocupado en todo menos en sus deberes y su sector”.
En la contratapa del libro “Morir en Ilave” (2005)
y que fuera elegido como el mejor libro del año, escribimos: “El 26 de abril
del 2004, después de haber sido martirizado desde las 8:30 a. m., hasta las
3.00 p.m., murió el profesor universitario, magíster, Fernando Cirilo Robles
Callomamani, a consecuencia un shock hipovolémico. Con ese hecho cruel se
inició la historia social del Perú en el siglo XXI, pero la violencia siguió
creciendo mucho más” Y otra vez lamentablemente no nos equivocamos. El año
pasado publicamos: “¡Mata a la chola de
la waraqa! ¡Mata a esa chola carajo! (Arteidea Editores, 2011, Lima), que
es también una crónica de los sucesos referente a la huelga antiminera de los aymaras peruanos.
Muchas
personas no sabían que había un pueblo en el Perú un pueblo llamado Ilave, pero
preguntaron dónde quedaba y por qué las autoridades permitían que se televisara
un crimen tan horrendo. ¿Se pudo detener acaso un hecho tan inhumano y cruel?
Por supuesto, pero a las autoridades del Estado-nación oficial, no les importó
que los “indios” ajusticiaran a un “alcalde corrupto”. ¿Por qué durante el
juicio no se tomó en cuenta la inacción del subprefecto, del prefecto de Puno y
el Ministro del Interior? ¿Acaso no hay también culpabilidad en la omisión de
funciones?
Treinta años
no pasan tan fácilmente y mientras cumplan la carcelería quienes fueron
sentenciados, nadie podrá devolverle la vida al profesor universitario,
magíster, Fernando Cirilo Robles Callomamani. ¿Qué se debe hacer para
restituirle el honor por respeto a su memoria y sacrificio? ¿Quiénes son las
personas llamadas a realizar un desagravio post morten? Sin duda primero el
Municipio Provincial de Ilave y la sociedad civil para que nunca más, una
autoridad electa o nombrada, cualquiera sea la acusación o el delito, sea
ajusticiada de una forma pública tan cruel. Ojalá que esta muerte sirva para
reflexionar para quienes escribieron tantos textos y se rectifiquen. No vuelvan
a equivocase y hagan más daño a personas honestas, dignas e inocentes como Fernando
Cirilo Robles Callomamani.. (19/8/2002).
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