Se
trata de un hecho penoso, censurable y vergonzoso. Nadie tiene derecho a votar
por otra persona contra su voluntad en ninguna circunstancia, cualesquiera sean
las elecciones. No hay delegaturas, comisiones y menos encargos para que otra persona
vote en vez de alguien por ninguna razón, aunque se aduzca una justificada ausencia.
Cuando alguien resulta votando en vez de otra persona, no solo usurpa un
derecho cívico, sino que además de ser una impostura, traduce una personalidad,
una conducta, una forma de ser ciudadana. Pero sobre todo está en observación la
cultura de la que proviene la persona que comete esa impostura. Y es en ese terreno
que es preciso situarnos para analizar mejor un hecho tan grave.
Las culturas quechua, aymara, así como los
pueblos de la Amazonía ,
se rigen por códigos de ética y moral que se practican a través de una conducta
personal y colectiva, enmarcada dentro del Derecho Consuetudinario. Peruanos que
viven en la selva como en el medio rural, conviven pacíficamente organizados en
pueblos ancestrales, etnias, ayllus,
comunidades campesinas, estancias, markas
o pueblos. Los niños y niñas aprenden de los mayores formas de comportamiento y
conducta, pero esa sociedades humanas tampoco son islas, están inmersas en la
dinámica de una dolorosa colonialidad de
la que no será fácil se puedan liberar.
Sin embargo, la democracia que se practica
en los ayllus y comunidades para
elegir a los representantes que los
gobiernan, así como ante el Estado-nación, tiene miles de años de vigencia y
funciona, sin necesidad de que para que las elecciones sean limpias y
transparentes, intervenga un ente extraño. No hay necesidad por ejemplo, se
invite a la Oficina Nacional
de Procesos Electorales, verifique, garantice la limpidez del proceso electoral
y menos para entrega de credenciales. Después de la propuesta de candidatos o
candidatas y exposición de ideas, la elección es a mano alzada. Así es como han
sobrevivido las organizaciones democráticas andinas y amazónicas de peruanos
marginados e invisibilizados durante muchos siglos.
Es así como también los pueblos amazónicos
eligen a sus apus,
representantes y dirigentes. Los quechuas
y aymaras, lo hacen en asambleas de ayllus,
estancias, comunidades y markas,
eligen cada año a un mallku, jilaqata o marani, al presidente
de la comunidad. Así también se elige a las personas que se hacen cargo del funcionamiento y apoyo a las
escuelas, se le llama patronato.
También son elegidas las autoridades que se encargan de cuidar los sembríos, la
rotación de los cultivos, de la paz social, de la armonía entre familias y
familiares como vigilancia y defensa de linderos. Controlan e intervienen en el
desarrollo del calendario agrícola, ejecución de las fiestas patronales como de
la religiosidad andina. Nada se impone, no se ordena ni improvisa. Pero los
fundamentos de la democracia real andina, tiene mucho que ver con la conducta
de las personas para ser elegidas autoridades.
Si alguien ha cometido una impostura, una
afrenta o un acto de violencia familiar en su comunidad, no puede ser elegido
como autoridad. Menos si ha cometido un delito. Para ser presidente de una
comunidad campesina, hay que tener una conducta ética intachable además
virtudes personales como sentido de equidad, respeto a los derechos ciudadanos,
limpidez en actos personales y sobre todo ser digno. La dignidad y el honor,
son valores que practican todo quechua y aymara, si es que alguna vez quisiera tener
el honor que lo elijan como autoridad o no.
Pero sucede que una vez que los jóvenes
salen de sus comunidades, no todos por supuesto, empiezan sin querer un proceso
de asimilación de la cultura hispana-criolla, se ven atrapados por un continuo
proceso de acriollamiento, achoramiento y adaptación a una sociedad ajena como
enajenante. Si regresan a sus comunidades tratan de imponer otras formas de
comportamiento aprendidas en las ciudades. Como también si emigran, no son
recibidos como mistis (mestizos) en las
ciudades, sino como cholos, serranos
y de hecho son personas marginadas y marginales. Hay quienes llaman a esta
evolución de la sociedad peruana como el desarrollo de la cholificación o la
choledad en plena posmodernidad. Depende quién defina los conceptos, hasta
ahora lo han hecho los científicos sociales de la sociedad dominante,
generalmente académicos, para demostrar y decirnos que no van a permitir que
así porque así nomás, serán
desplazados.
Teniendo en cuenta los valores ciudadanos,
así como la representavidad andina que tiene que ver con la ética y conducta
ciudadana, con seguridad que el congresista Rubén Condori Cusi, no sería
elegido como apu, mallku, jilaqata, marani, representante
de ningún pueblo amazónico y menos presidente de una comunidad campesina de
donde proceden sus ancestros. En cambio, sí puede ser elegido como congresista
en una sociedad hispano, criolla, achorada; ocultar o simplemente no declarar
ante el Jurado Nacional de Elecciones, que fue sentenciado a dos años de pena
privativa contra la libertad, con carácter suspendido, por el periodo de prueba
de un año, sujeto a reglas de conducta, así como al pago de cinco mil nuevos
soles.
Es más, el congresista Rubén Condori Cusi, siendo
parte del Comité Electoral, fue denunciado penalmente, junto con el presidente
y demás miembros de ese mismo ente de elección en la Universidad Nacional
del Altiplano (Puno).
Así aparece de la lectura del expediente penal, Nº 2003 – 0319, con Resolución Nº 09-2005, del 13 de setiembre del 2005. Luego se confirmó la sentencia apelada y, reafirmó la acusación fiscal por la comisión del delito contrala Administración Pública ,
en la modalidad de Abuso de Autoridad. Así, el congresista Rubén Condori Cusi,
no podría postular para ningún cargo en la comunidad de donde procede y donde
seguramente aún viven sus parientes más cercanos.
Así aparece de la lectura del expediente penal, Nº 2003 – 0319, con Resolución Nº 09-2005, del 13 de setiembre del 2005. Luego se confirmó la sentencia apelada y, reafirmó la acusación fiscal por la comisión del delito contra
Este “ilustre padre de patria”, como lo
hemos visto por televisión millones de peruanos, aprovechó unos segundos de distracción
de la congresista Rosa Mavila para
votar por ella, luego del debate sobre la delegación de facultades del Congreso
de República al Ejecutivo. Fue un hecho increíble e inaceptable porque sin duda
significa una impostura y sin duda a una absoluta falta de respeto al Congreso
de la República ,
por más que se diga que se trata del peor de todos en la Historia de la República. ¿Qué
sucederá ahora? ¿Habrá lo que se llama “blindaje” como lo hacía el celebérrimo
Chauchiller, creyendo que así se podía abrochar para vivir facilongo del y en
el Congreso muchos años? Ese es un personaje fabuloso, maravilloso, auténtico,
único e intransferible, del que alguna vez alguien debería escribir una novela,
varios cuentos, un ensayo sobre política o simplemente recopilar esa
fraseología ecuménica como disparada y ya está el libro. El tema está esperando
a un escritor imaginativo y zahorí. Ya
llegará.
Si
el congresista aludido fuera solamente un hispano criollo más, tal vez ni
siquiera nos ocuparíamos del tema por ser un ilustre desconocido. Pero no, se
trata de una persona que ha emergido de la sociedad andina, específicamente
porque proviene de la Nación Aymara.
Los aymaras no son así, tienen una distinta visión del mundo y se adaptan muy
bien a una sociedad que los discrimina y segrega, pero de ninguna manera toman
actitudes reñidas con la ética y la moral, aunque la mayoría de ellos sean
tomados en cuenta solo cuando hay elecciones. No es cierto que cualquier
aymaras o quechua se pueda tomar la libertad de “hacer una broma”, votando en
el Congreso por otra persona.
Parafraseando a Mario Vargas Llosa, sería
lícito preguntar ¿en qué momento se jodió Rubén Condori Cusi? Difícil saber
cuándo y dónde. Lo que sí debe quedar claro es que sin duda en su niñez y
adolescencia recibió una educación llena de valores humanos, culturales y
ligados a la memoria social, ancestral y atávica. Fue la sociedad hispana
criolla en la que se desarrolló y, le hizo creer que así se puede ser y actuar.
Pero tampoco nadie tiene derecho a motejarnos a todos a quienes procedemos de
la cultura andina. No estamos juzgando a nadie porque nadie se puede irrogar
esa atribución sino los órganos jurisdiccionales. Lo único que hemos tratado de
decir y demostrar es que los auténticos aymaras, tienen una distinta forma de ser,
actuar, pensar y hablar.
Es un típico ciudadano peruano, con rostro de originario, pero con mentalidad colonial, sus conductas, del criollo "vivo" y pillo.
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