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lunes, 13 de agosto de 2012

El congresista Condori, Rosa Mavila y la cultura aymara


Se trata de un hecho penoso, censurable y vergonzoso. Nadie tiene derecho a votar por otra persona contra su voluntad en ninguna circunstancia, cualesquiera sean las elecciones. No hay delegaturas, comisiones y menos encargos para que otra persona vote en vez de alguien por ninguna razón, aunque se aduzca una justificada ausencia. Cuando alguien resulta votando en vez de otra persona, no solo usurpa un derecho cívico, sino que además de ser una impostura, traduce una personalidad, una conducta, una forma de ser ciudadana. Pero sobre todo está en observación la cultura de la que proviene la persona que comete esa impostura. Y es en ese terreno que es preciso situarnos para analizar mejor un hecho tan grave.
  Las culturas quechua, aymara, así como los pueblos de la Amazonía, se rigen por códigos de ética y moral que se practican a través de una conducta personal y colectiva, enmarcada dentro del Derecho Consuetudinario. Peruanos que viven en la selva como en el medio rural, conviven pacíficamente organizados en pueblos ancestrales, etnias, ayllus, comunidades campesinas, estancias, markas o pueblos. Los niños y niñas aprenden de los mayores formas de comportamiento y conducta, pero esa sociedades humanas tampoco son islas, están inmersas en la dinámica de una dolorosa  colonialidad de la que no será fácil se puedan liberar.
    Sin embargo, la democracia que se practica en los ayllus y comunidades para elegir a los  representantes que los gobiernan, así como ante el Estado-nación, tiene miles de años de vigencia y funciona, sin necesidad de que para que las elecciones sean limpias y transparentes, intervenga un ente extraño. No hay necesidad por ejemplo, se invite a la Oficina Nacional de Procesos Electorales, verifique, garantice la limpidez del proceso electoral y menos para entrega de credenciales. Después de la propuesta de candidatos o candidatas y exposición de ideas, la elección es a mano alzada. Así es como han sobrevivido las organizaciones democráticas andinas y amazónicas de peruanos marginados e invisibilizados durante muchos siglos. 
    Es así como también los pueblos amazónicos eligen a sus apus, representantes  y dirigentes. Los quechuas y aymaras, lo hacen en asambleas de ayllus, estancias, comunidades y markas, eligen cada año a un mallku, jilaqata o marani, al   presidente de la comunidad. Así también se elige a las personas que se hacen  cargo del funcionamiento y apoyo a las escuelas, se le llama patronato. También son elegidas las autoridades que se encargan de cuidar los sembríos, la rotación de los cultivos, de la paz social, de la armonía entre familias y familiares como vigilancia y defensa de linderos. Controlan e intervienen en el desarrollo del calendario agrícola, ejecución de las fiestas patronales como de la religiosidad andina. Nada se impone, no se ordena ni improvisa. Pero los fundamentos de la democracia real andina, tiene mucho que ver con la conducta de las personas para ser elegidas autoridades.
    Si alguien ha cometido una impostura, una afrenta o un acto de violencia familiar en su comunidad, no puede ser elegido como autoridad. Menos si ha cometido un delito. Para ser presidente de una comunidad campesina, hay que tener una conducta ética intachable además virtudes personales como sentido de equidad, respeto a los derechos ciudadanos, limpidez en actos personales y sobre todo ser digno. La dignidad y el honor, son valores que practican todo quechua y aymara, si es que alguna vez quisiera tener el honor que lo elijan como autoridad o no.
    Pero sucede que una vez que los jóvenes salen de sus comunidades, no todos por supuesto, empiezan sin querer un proceso de asimilación de la cultura hispana-criolla, se ven atrapados por un continuo proceso de acriollamiento, achoramiento y adaptación a una sociedad ajena como enajenante. Si regresan a sus comunidades tratan de imponer otras formas de comportamiento aprendidas en las ciudades. Como también si emigran, no son recibidos como mistis (mestizos) en las ciudades, sino como cholos, serranos y de hecho son personas marginadas y marginales. Hay quienes llaman a esta evolución de la sociedad peruana como el desarrollo de la cholificación o la choledad en plena posmodernidad. Depende quién defina los conceptos, hasta ahora lo han hecho los científicos sociales de la sociedad dominante, generalmente académicos, para demostrar y decirnos que no van a permitir que así porque así nomás,  serán desplazados.   
     Teniendo en cuenta los valores ciudadanos, así como la representavidad andina que tiene que ver con la ética y conducta ciudadana, con seguridad que el congresista Rubén Condori Cusi, no sería elegido como apu, mallku, jilaqata, marani, representante de ningún pueblo amazónico y menos presidente de una comunidad campesina de donde proceden sus ancestros. En cambio, sí puede ser elegido como congresista en una sociedad hispano, criolla, achorada; ocultar o simplemente no declarar ante el Jurado Nacional de Elecciones, que fue sentenciado a dos años de pena privativa contra la libertad, con carácter suspendido, por el periodo de prueba de un año, sujeto a reglas de conducta, así como al pago de cinco mil nuevos soles.
   Es más, el congresista Rubén Condori Cusi, siendo parte del Comité Electoral, fue denunciado penalmente, junto con el presidente y demás miembros de ese mismo ente de elección en la Universidad Nacional del Altiplano (Puno).
Así aparece de la lectura del expediente penal, Nº 2003 – 0319, con Resolución Nº 09-2005, del 13 de setiembre del 2005. Luego se confirmó la sentencia apelada y,  reafirmó la acusación fiscal por la comisión del delito contra la Administración Pública, en la modalidad de Abuso de Autoridad. Así, el congresista Rubén Condori Cusi, no podría postular para ningún cargo en la comunidad de donde procede y donde seguramente aún viven sus parientes más cercanos.
   Este “ilustre padre de patria”, como lo hemos visto por televisión millones de peruanos, aprovechó unos segundos de distracción de la congresista Rosa Mavila para votar por ella, luego del debate sobre la delegación de facultades del Congreso de República al Ejecutivo. Fue un hecho increíble e inaceptable porque sin duda significa una impostura y sin duda a una absoluta falta de respeto al Congreso de la República, por más que se diga que se trata del peor de todos en la Historia de la República. ¿Qué sucederá ahora? ¿Habrá lo que se llama “blindaje” como lo hacía el celebérrimo Chauchiller, creyendo que así se podía abrochar para vivir facilongo del y en el Congreso muchos años? Ese es un personaje fabuloso, maravilloso, auténtico, único e intransferible, del que alguna vez alguien debería escribir una novela, varios cuentos, un ensayo sobre política o simplemente recopilar esa fraseología ecuménica como disparada y ya está el libro. El tema está esperando a un  escritor imaginativo y zahorí. Ya llegará.
      Si el congresista aludido fuera solamente un hispano criollo más, tal vez ni siquiera nos ocuparíamos del tema por ser un ilustre desconocido. Pero no, se trata de una persona que ha emergido de la sociedad andina, específicamente porque proviene de la Nación Aymara. Los aymaras no son así, tienen una distinta visión del mundo y se adaptan muy bien a una sociedad que los discrimina y segrega, pero de ninguna manera toman actitudes reñidas con la ética y la moral, aunque la mayoría de ellos sean tomados en cuenta solo cuando hay elecciones. No es cierto que cualquier aymaras o quechua se pueda tomar la libertad de “hacer una broma”, votando en el Congreso por otra persona.
     Parafraseando a Mario Vargas Llosa, sería lícito preguntar ¿en qué momento se jodió Rubén Condori Cusi? Difícil saber cuándo y dónde. Lo que sí debe quedar claro es que sin duda en su niñez y adolescencia recibió una educación llena de valores humanos, culturales y ligados a la memoria social, ancestral y atávica. Fue la sociedad hispana criolla en la que se desarrolló y, le hizo creer que así se puede ser y actuar. Pero tampoco nadie tiene derecho a motejarnos a todos a quienes procedemos de la cultura andina. No estamos juzgando a nadie porque nadie se puede irrogar esa atribución sino los órganos jurisdiccionales. Lo único que hemos tratado de decir y demostrar es que los auténticos aymaras, tienen una distinta forma de ser, actuar, pensar y hablar.        

1 comentario:

  1. Es un típico ciudadano peruano, con rostro de originario, pero con mentalidad colonial, sus conductas, del criollo "vivo" y pillo.

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